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El conflicto pesquero con la CEE

Ser 'arrantzale' en Ondárroa

Los 11.651 habitantes de esta villa pesquera vizcaína dependen del 'monocultivo' de la pesca

"Este golfo se llama de Vizcaya por algo, ¿no? Y si un señor de Madrid y otro de París, que debe ser más listo por lo que ve, dicen lo de las 200 millas, pues se equivocan. Llevamos más de 500 años pescando allí y esas aguas son nuestras. A los franceses les hemos enseñado nosotros a pescar y a comer pescado".Iñaki Lertxundi, 30 años, marinero del Legorpe, no entiende lo que significa el código genético pesquero que se transmite de padres a hijos. Pero, hijo, nieto, bisnieto y tataranieto de arrantzales (pescadores) que se dejaron la piel día a día, año a año, en las ahora aguas comunitarias, tiene las ideas muy claras: "Prefiero morir de un cañonazo a morir de hambre y no tener que darles de comer a mis hijos".

Así que, tanto Lertxundi como lo otros marineros del Solabarrieta Anaiak y del Txorri-Erreka con los que chiquitea en la taberna portuaria La Mariñela, no tuvieron ninguna duda cuando, tras los ametrallamientos, se decidió amarrar los 37 barcos fichados por las autoridades francesas. Y menos aún cuando se acordó salir en piquetes a prender fuego a los camiones procedentes de la Comunidad Económica Europea que transportasen pescado a España. Fue una asamblea de casi 1.000 pescadores -celebrada en el salón de actos de la cofradía Santa Clara- la que decidió emprender "acciones contra los franceses". Y si alguien se interesa aquí, en el puerto de Ondárroa, sobre cómo y quienes organizan los piquetes, la respuesta es: "Fuenteovejuna, esto sale directamente del pueblo".

"Yo creo que ésta es la primera vez desde Agustina de Aragón que estamos haciendo frente a los franceses", dice un armador que no está únicamente en la que él califica como lucha contra el gabacho, sino que tiene que hacer frente a la posible subasta de su buque el 2 de abril por no haber hecho frente a los últimos pagos.

"Nos tomaron bien el pelo"

A Lertxundi le detuvo la Guardia Civil en Etxegárate el martes último, cuando iba de piquetes. "Estábamos en un bar comiendo bocadillos cuando entraron los guardias y nos detuvieron. A algunos nos apuntaron con pistolas. Pusieron un coche suyo al lado de cada uno de los nuestros y nos dijeron: 'Es mejor que no intentéis escapar porque cambiar las ruedas de los coches cuesta ya un dinero'. Después nos dijeron dos tenientes: 'Os vamos a llevar ante el gobernador civil para que él os ayude a presionar en el conflicto'. Nos pareció bien. Pero, de repente, los jeeps se desviaron y nos encerraron a todos en el cuartel de Intxaurrondo. Nos tomaron bien el pelo".Iñaki Zabaleta, 52 años, ocho hijos, armador y patrón de uno de los barcos que aún no están inscritos en la CEE, resume así la situación desde la cubierta de su embarcación, las botas y el traje de aguas puestos: "Llevo en la mar desde que tenía 11 años. Me he ido dejando la vida en estas aguas. Pues bien, el año pasado mi mujer me estuvo vigilando día y noche durante varios meses porque estaba decidido a pegarme un tiro. Tenía el piso hipotecado, ni una sola peseta en el banco y me iban a quitar el barco. Trabaje usted más de 40 años en algo tan duro e ingrato como el mar para esto". Y se le nublan algo los ojos por debajo de la txapela calada. Su hijo mayor asiente: "¡La hostia ... ! ¡Si le hubiese hecho caso a mi padre y hubiese estudiado como él me dijo! Pero no, se me metió en la cabeza ser marinero y criarme en este muelle. Ya ve usted".

La vida cotidiana en Ondárroa, a la espera de una solución al conflicto que mantiene amarrada la flota de altura que no tiene licencia, está hecha de crispaciones; de numerosas reuniones, una tras otra, en la asociación sindical de armadores, en la cofradía de pescadores, en las tabernas; de salidas y llegadas de los coches de los piquetes; de idas y venidas a los juzgados para sacar a los detenidos y de una idea común: "Sea cual sea el resultado de las conversaciones y negociaciones, nosotros ya hemos decidido cuál va a ser nuestro futuro. Vamos a volver a pescar. Ondárroa no tiene ningún medio de vida distinto. Ninguno. No se puede dejar morir de hambre a casi 12.000 personas".

En puridad, la decisión de volver a salir no se tomó nunca porque nunca se acordó lo contrario. Se trata de un paro técnico. Para Josu Ugalde, uno de los socios armadores de Burgoa-Mendi, "hemos amarrado para ofrecer una opción a las partes que tienen que resolver este conflicto y darnos seguridades de que no se repetirán los ametrallamientos. Nosotros no tenemos otra solución que pescar". Aun cuando en la noche del 17 de marzo, en que regresaron a puerto el Burgoa-Mendi y el Valle de Atxondo, se reunieron los armadores, patrones y tripulantes en un asador de Ondárroa y se decidiese regresar al mar; aun cuando el jueves último más de 700 pescadores acordasen faenar nuevamente en los primeros días de abril pasase lo que pasase.

Para José Antonio Fojón, patrón y socio del Dani, de la misma sociedad que el Burgoa-Mendi, 11 con sólo 23 licencias de pesca para los 101 barcos de altura, los buques pueden faenar escasamente dos meses al año. A ver qué empresa, sea la que sea, puede vivir trabajando dos meses al año y pagando a los empleados y afrontando todos los gastos de 12 meses. Que me lo digan".

En esto coincide con la generalidad de los armadores, patrones, contramaestres, oficiales de máquinas, timoneles, tripulantes, marineros, almaceneros, rederos, etcétera. "Es preferible salir. Es mejor pagar las multas que nos caen de vez en cuando que estar amarrados, porque a la mujer hay que darle cuartos todos los días para que vaya a la compra", explica José Zárraga, más de 20 años en la mar y ahora almacenero del Valle de Atxondo, un hombre al que, como a la gran mayoría de los ondarreses, es muy difícil explicar que existen derechos internacionales del mar y que, de hecho, con los acuerdos pesqueros con la CEE, la flota española está en una especie de libertad vigilada hasta 1992, al tener que renegociar cada año las licencias. "Hemos sido nosotros los que hemos descubierto esos caladeros y son nuestros. Los franceses nunca los hubiesen des cubierto", se empecina Zárraga.

"Ni oir hablar de reconversión"

Casi a mitad de camino entre Bilbao y San Sebastián, Ondárroa no sólo es un pueblo que se mira geográficamente en el mar, sino que vive físicamente en el extenso muelle sobre el que parecen recolgarse las casas. Lo normal es que padres e hijos trabajen en los mismos barcos, que las mujeres esperen la llegada de las embarcaciones para manipular el pescado en el mismo muelle o en las bodegas donde se almacenan y se subastan las cajas y que los niños vayan a la escuela hasta que puedan enrolarse en los buques.Todo, desde el comercio hasta las pequeñas industrias, gira en torno a la actividad del puerto. únicamente hay dos empresas, cooperativas, que aseguran el trabajo de casi 200 familias. Para Félix Arambarri (PNV), alcalde de Ondárroa (de los 17 concejales, 10 son del PNV, cinco de Herri Batasuna, uno de Euskadiko Ezkerra y otro de la Liga Comunista Revolucionaria; el PSOE ni siquiera presentó lista en esta zona vascoparlante), "no hay ninguna solución a corto o medio plazo que no pase por la pesca. Quizás a largo plazo sea posible iniciar la reconversión de la flota. En realidad, este problema podría haberse suscitado hace tres, cuatro o siete años. Lo que ocurre es que ahora se está enterando la gente porque han comenzado los cañonazos.

Pero en los locales de la asociación sindical de armadores, en el mismo muelle principal, no quieren ni que se les miente la palabra reconversión. "Eso es hundirse como en Pasajes", afirma, irritado por el planteamiento, un portavoz de los armadores. En Pasajes, el otro puerto pesquero importante los armadores llevan ya años invirtiendo en otros negocios. En Ondárroa no hay, probablemente una sola peseta que se invierta en algo que no tenga relación con la pesca. En barcos o en pertrechos Es incalculable el valor de los 101 barcos de altura, pero podría estar por encima de los 25.000 millones de pesetas. Es el activo principal del pueblo, aunque los barcos, bien conservados en general, ya tienen todos más de 10 años todos. Algunos, muchos más. Porque, como uno de los armadores del Goizalde, "a ver quién pone ahora 200 millones de pesetas para construir un barco, sabiendo, además, que cada día están recortando más los sitios en los que se puede pescar".

Nadie oculta que en Ondárroa se gana dinero. Corre el dinero. Se nota. "Se hace dinero, sí", reconoce Josu Ugalde, "pero el riesgo es elevado. Perder un barco o tener una avería importante puede significar la ruina absoluta. Y, además, muchas familias dependen de uno. El Gobierno parece que no se quiere enterar de esto". Los que han hecho más dinero en estos últimos años, es decir, los patrones, terminaron por convertirse en armadores y así se cerró el círculo. Fue una forma de ascender socialmente en Ondárroa, de ser respetado en una comunidad como ésta.

Les preocupa únicamente que no se entienda bien este asunto. "Se nos dirá, claro, que cualquier obrero, o incluso hasta un ingeniero, gana menos", apunta un tripulante del Zorrionak. "Pero para ganar ese dinero hay que salir a la mar una semana y otra. Los arrantzales están absolutamente cascados a los 50 años. La vida en los pesqueros de altura es dura. Por lo general se hacen mareas (ciclos de pesca) de seis días seguidos, se descansa uno en tierra y se vuelve a salir otros seis. Así siempre. Veinticinco días al mes fuera de casa. No hay posibilidad de dormir nunca más de tres horas seguidas. Se aguanta a base de comida y cafés y siempre se está a la expectativa de lo que se pesque".

El declive de la flota de bajura

Es más fácil la vida para los pescadores de bajura, una flota de 25 barcos condenada a extinguirse por falta de rentabilidad que subsiste únicamente con las campañas de la anchoa, que dura de marzo a junio, y del bonito, de julio a octubre. Cinco meses al año malvive del chicharro y de la sardina. Y hasta en la campaña de la anchoa (la costera de la anchoa, según dicen los ondarreses), las cosas van mal, según Faustino Bedialauneta, armador y patrón del Nuevo Rosa Mari y Prudencio Basterretxea, dueño del Siempre Gure Abixi, los dos con más de 40 años de mar a sus espaldas.De las 33.000 toneladas que se recogían en años anteriores se pasó a sólo 6.000 el año pasado, aunque en lo que va de costera esta temporada las perspectivas son buenas. "Ya veremos", afirma Basterretxea, "porque, como se dice en el fútbol, con el gasoil a 33 pesetas litro y las cotizaciones de la Seguridad Social, estamos como si nos hubiesen sacado ya tres tarjetas amarillas. A la cuarta, a casa, a cerrar". No dejan de ser los hermanos pobres estos arrantzales de bajura. "No supieron o no pudieron entender hace '30 años, 40, que había que irse renovando", cree Josu Ugalde. Lo cierto es que un pescador de bajura no levanta por encima de las 55.000 pesetas mensuales.

De hecho, en el mismo muelle que comparten unos y otros, apenas tienen relación. Los de bajura se han quedado con la cofradía y allí subastan el pescado. Los de altura hacen su vida en sus respectivas bodegas portuarias. Pero tienen una cosa en común: la unidad absoluta frente a los Gobiernos comunitarios y frente al Gobierno español. En Ondárroa, la inmensa mayoría opina que su propio Gobierno central les abandonó a su suerte y les castiga, en cierto modo, con los precios de los combustibles.

Además, pese a ser la flota pesquera más potente de la zona -hay menos pescados estos días, y a un 157. más caro, en los restaurantes de la zona-, se da la circunstancia de que desde siempre, desde antes incluso de que se pusiese un ballenero en el escudo de la ciudad, antes de que naciesen en Ondárroa los antecesores de Íñigo de Loyola -no tienen en este pueblo un Churruca como en Motrico o un Elcano como en Guetaria-, los armadores se hicieron a la mar como patrones, contramaestres o simples marineros, como Ander Arasamendi, 50 años, que ahora está enrolado como engrasador del Goizalde y que el jueves por la tarde salía con otros cuatro compañeros de piquete a La Jonquera.

La unión entre armadores, patrones y pescadores es absoluta. De hecho, aunque no lo reconocen oficialmente, son los propios armadores los que están manteniendo el alto precio que cuestan los piquetes, cifra que ya ha rebasado los dos millones de pesetas. Una sonrisa de complicidad se dibuja en las caras de los ondarreses cuando uno se interesa por quién paga las acciones de los piquetes. "Las cajas de resistencia", dicen.

Piensan mantener el monocultivo de la pesca como sea. De momento, con los piquetes. "En pie de guerra, si hace falta", sentencia un gallego que lleva 32 años en Ondárroa. A su carácter de arrantzales unen su propia desconfianza, como afirma uno de los míembros de la comisión de pescadores. "No nos vamos a fiar de palabras. Dejaremos los piquetes si es necesario para volver a la mar. Pero si nos engañan, volveremos a amarrar y, a partir de ahí, quien sea que se haga responsable de lo que pueda pasar. Las mujeres se han ofrecido para salir a faenar en lugar de los maridos si tenemos que seguir manteniendo estas acciones".

Como dice Iñaki Lertxundi: "Ya está bien de ir de quijotes ante el francés. A mis hijos, desde luego, nadie les va a quitar el pan de la boca, aunque me tengan que pegar un cañonazo".

Un negocio rentable

A pesar de la creciente crisis, los 101 barcos de altura o arrastreros y los 25 de bajura son un negocio rentable, aún cuando el precio del gasoil supera las 32 pesetas litro y un barco medio, como el Valle de Atondo, por ejemplo, puede consumir más tres toneladas diarias. Un barco de este tonelaje suele capturar pesca por valor de unos 12 millones de pesetas mensuales. Un patrón llega a ganar hasta un millón de pesetas al mes; un patrón de costa, 350.000 pesetas; un contramaestre, 250.O00, y, en orden descendente, hasta 130.000 o 140.000 que puede llegar a levantar un marinero en el mejor de los casos. Estas cifras se rebajan considerablemente en pesca de bajura, donde un arrantzale no pasan de las 60.000 pesetas. Los armadores suelen tener un beneficio mensual de unos dos o tres millones, de los que deducen las cantidades correspondientes a amortizaciones, cotizaciones, reparaciones y demás riesgos de los barcos, cuyos precios oscilan entre los 80 y los 200 millones de pesetas.

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