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Ramón Barce y su música de cámara

La última sesión del ciclo Lunes Musicales de Radio Nacional consistió en un concierto monográfico dedicado a la obra del madrileño Ramón Barce, miembro fundador de aquel grupo Nueva Música creado en 1958 para aglutinar esfuerzos e intereses comunes de renovación del lenguaje musical español contemporáneo.

Métrica I, para violonchelo y piano, de 1969, se basa en una célula manejada a modo de verso, cuyas distintas acentuaciones vertebran la composición. El sistema de niveles introducido y practicado por Barce establece una relación entre los sonidos de la escala cromática que se sitúa a medio camino entre la tonalidad tradicional, de la que se aparta por la supresión de las notas con más fuerte atracción hacia la tónica, y el atonalismo radical, en el que no se inserta por cuanto establece ciertas jerarquías entre las notas, y, en todo caso, el sonido se polariza en torno a una nota-nivel fundamental. Estos principios los ha desarrollado Barce básicamente en su colección de 48 preludios para piano, cuatro piezas sobre cada una de las 12 notas de la escala, obras compuestas entre 1973 y 1983. Ahora escuchamos los Cuatro preludios en nivel do.

Kampa, de 1978, para trío, consta de tres movimientos, de los cuales el tercero proporciona el material esencial, derivado de algún preludio, y, a su vez, generador de los otros movimientos anteriores. Como en Métrica I, sentimos la misma sensación de estar frente a música que antepone la coherencia interna al interés del resultado sonoro. De 1973 es la Lamentación de Jerusalén, sobre Gabriel Miró, obra en la que Barce utiliza su reconocida solvencia literariolingüística y su conocimiento de la música de la Escuela de Viena para trazar un poema musical de marcado tinte expresionista.

Once años después de obtener el Premio Nacional de Música con su Cuarteto número 3, llamado Cuarteto Gauss, Barce ha podido dar a conocer esta obra cuando ya su catálogo ofrece hasta ocho cuartetos.

La soprano Carmen Torrico, evidentemente mejor cantante que recitadora; el pianista Sebastián Mariné, seguro en el teclado y logrando atractivos efectos sonoros en la manipulación directa de las cuerdas, y el cuarteto de instrumentistas polacos miembros de la Academia Matritense, recién constituida por Luis Izquierdo, se ganaron el aplauso del público.

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