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FERIA DE VALENCIA

Arrodallor Soro

ENVIADO ESPECIALEl Soro culminó su arrolladora actuación en el tercero de la tarde con un estoconazo del que resultó volteado de mala manera. Aquello de salir el toro rodando por un lado y el torero rodando por otro, tan clásico en la tauromaquia legendaria, se vio ayer de nuevo en Valencia, y el clamor creciente que había acompañado toda la faena se rompió en un desgarrado grito de angustia.

Difícilmente olvidará la afición valenciana ese faenón de El Soro, acaso el más completo que haya cuajado en su vida. A la nobleza del toro le dio réplica con pases de todas las marcas, ligados en un palmo de terreno. No se le podía pedir más. Naturalmente, todo lo hizo en el marco de sus capacidades artísticas, que son limitadas. Mas aquellas normas de bajar la mano o parar, de marcar el viaje a ritmo o templar, de llevar el toro al punto exacto donde es posible engarzar el siguiente pase o mandar, las cumplía El Soro con precisión de virtuoso.

Plaza de Valencia ,19 de marzo

Sexta y última corrida fallera.Tres toros de Torrestrella, muy nobles; tres últimos del marqués de Domecq, flojos Niño de la Capea: bajonazo y descabello (oreja); bajonazo (silencio). Paco Ojeda: bajonazo muy trasero (aviso) y se acuesta el toro (oreja);pinchazo y media saliendo trompicado (vuelta). El Soro: estocada saliendo volteado (dos orejas y clamorosa petición de rabo); bajonazo y tres descabellos (ovación); salió a hombros por la puerta grande.

Por tres veces le llevaron sus peones el estoque para que entrara a matar, pero lo rechazaba y seguía toreando cada vez más ceñido, abierto el compás o no. Y se daba al alarde, rebozándose con el toro, sacándole muletazos inverosímiles, bien de rodillas, bien desde una verticalidad temeraria, materialmente metido entre los pitones. Tiró los trastos. El público estaba en pie, enardecido, 3, desde todas partes se pedía ya la oreja. No habría tenido altas calidades artísticas la faena, pero, garra, sí, y en cuanto a emoción, toda. Y para rubricarla, se volcó sobre el morrillo. El toro le volteó furiosamente. Las asistencias se llevaron a El Soro a la enfermería. El público pedía el rabo con clamor. La cuadrilla dio la vuelta al ruedo mostrando las dos orejas concedidas.

Cuando iba a saltar a la arena el sexto volvió a salir Él Soro, y lo primero que hizo fue esperarlo de rodillas, frente a chiqueros para darle la larga cambiada. Lo mismo que había hecho con su primero. Toda la tarde estuvo bien y variado con el capote, espectacular en, banderillas. Arrolló, autenticamente arrolló ayer El Soro.

Hubo más motivos para congratularse en este epílogo de la feria. Por ejemplo, que el Niño de la Capea se había quitado la escayola. En consecuencia, pudo torear relajado e instrumentar muletazos importantes, entre ellos varias series de naturales y redondos de impecable suavidad y temple, perfectamente abrochados con el de pecho, que instrumentaba marcándolo al hombro contrario. Un ayudado liga do con el de pecho se inscribe entre los momentos de mejor torería que haya podido verse en toda la feria.

La ligazón del natural con el de pecho era nota destacada de buen toreo dentro de la irreprochable calidad de las faenas del Niño de la Capea. Al contrario de lo que ocurre con Ojeda, cuyo espectáculo se centra en esa habilidad y no más. El polémico espada sanluqueño aburrió en el transcurso de interminables faenas vulgares, monótonas, hechas de derechazos y naturales sin arte ni técnica; ventajistas además, pues los planteaba con la muleta retrasada y en uve. Y sólo al rematar, ligando la suerte natural con la contraría -donde, en efecto, aguanta la acometida muy quieto y muy en cercanía de los pitones-, justificaba su. fama. Así lo hizo en el toro noble, que era el segundo; así no lo hizo en el quinto, que era un inválido de mortecina embestida.

Cuarto y sexto tenían poca fuerza y se quedaban en el centro de la suerte. En sus respectivos turnos, Niño de la Capea y El Soro estuvieron voluntariosos, que es cuanto cabía. Al arrollador Soro le sacaron a hombros por la puerta grande. Ayer escribió una página gloriosa en la ya larga historia de la plaza de Valencia.

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