Escritores latinoamericanos debatieron las condiciones políticas para el desarrollo cultural
Rafael Alberti recitó poemas de 20 poetas latinoamericanos y la soprano colombiana María Elenita Olivares cantó canciones populares de distintos países, como acto final de las jornadas latinoamericanas que se clausuraron el pasado sábado en el Auditorium de Palma ante numeroso público.Ernesto Cardenal, Fernández Retamar, Carlos Droguett, Nélida Piñón, Rafael Humberto-Moreno Durán y Oswaldo Soriano participaron en esta última sesión, donde se valoraron nuevamente las circunstancias políticas de los países latinoamericanos y las condiciones necesarias para un desarrollo cultural que permita el surgimiento de la nación americana.
Celebradas bajo el auspicio de la Universidad de Palma de Mallorca y organizadas por el Centro de Estudios Gabriel Alomar y el programa radiofánico V Centenario, de Radiocadena Española, han congregado durante dos semanas el interés de los escritores y dibujantes gráficos invitados para debatir el futuro cultural de los países latinoamericanos.
El subsecretario del Ministerio de Cultura, Mario Trinidad, clausuró el día anterior, en el teatro Principal, las jornadas con unas "breves reflexiones orientadas hacia la situación española tras unos encuentros que han solidificado el destino común de la literatura y la democracia".
Droguett y los ojos del siglo
Carlos Droguett, el escritor chileno afincado en Suiza, autor de Supay el cristiano, El hombre que había olvidado, Patas de perro, El compadre, Sesenta muertos en la escalera y otras, había explicado días antes, en la sesión que homenajeó a Julio Cortázar, la gran similitud hallada por él entre un cuento de Cortázar, La casa tomada, y los sucesos del Palacio de la Moneda en Santiago: "Los protagonistas de las dos casas tomadas se comportaron igual: sabían que eso estaba ahí, pero no se atrevieron a reconocerlo".Para Carlos Droguett, premio nacional de Literatura de Chile en 1969 -que afirma respetar muy poco a Blasco Ibáñez y Pardo Bazán, y lo suficiente a Baroja y Valle-Inclán-, "la distancia y la estancia de un escritor en un país extraño puede ser su tumba, su gloria o el resto de una vida discreta. Si yo me acordase de todas las desgracias de mis amigos, me moriría de pena".
Lector voraz de San Juan de la Cruz, Santa Teresa y "todos los cuentos de misterio", Carlos Droguett cánsidera que "no hay nada más actual que la antigüedad". Y, con ello, "la gran obsesión de qué somos, a dónde vamos, de dónde venírnos". "Por eso", afirma, "yo leo profundamente la Biblia, y encuentro en ella los grandes temas que mejor nos representan".
El escritor afirma que no se propone, al escribir, hacer literatura, sino "mirar con los ojos del siglo. Lo que a mí me impresiona es eso que está ahí: la realidad".
Droguett se declara optimista, pero sólo por mis cinco nietos. En un escrito definí el alma como una pequeña evaporación que producen las diferentes articulaciones de nuestro cuerpo al moverse. Somos el fin de la novela. El tiempo no lo ha inventado el Sol, sino la mente humana, y sólo como tiempo que se escapa. Esa huida define la experiencia, y el daño ya es irreparable, por culpa de las escuelas que han extirpado la idea de la eternidad y el infinito".
Babelia
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