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El conflicto de Oriente Próximo

Escepticismo y esperanza en los territorios ocupados

Muchos palestinos residentes en Jerusalén y en la Cisjordania ocupada, partidarios de Yasir Arafat, se declaran "dispuestos a un acuerdo con el rey Hussein, con Jruschov y con el mismo diablo" con tal de librarse de la ocupación israelí" como declara con energía un palestino de 30 años, conductor en paro desde hace tres meses. Unos obreros que se encuentran a su alrededor aprueban estas afirmaciones enérgicamente.En un bar situado en la calle de Salah Eddine, principal centro comercial de la zona este de Jerusalén, durante la hora del almuerzo, dos jóvenes palestinas, vestidas de forma elegante y que saborean su kuba, ríen con fuerza antes de explicar su actitud ante la cuestión de las conversaciones con Jordania: "Estoy a favor de las conversaciones con Animan. ¿Qué otra elección nos queda? Todo el mundo está en contra de los palestinos: los israelíes, los norteamericanos, los rusos, y también los árabes. Arafat trata de lograr una solución al intentar conseguir un acuerdo con el rey, y nosotros estamos con él, porque es nuestra última esperanza".

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Los intelectuales palestinos son más escépticos. Para el doctor M. B., de 29 años, licenciado en Ciencias Políticas en una gran universidad norteamericana, la iniciativa de Arafat llega demasiado tarde. "Aunque Arafat y Hussein logren -lo cual me sorprendería- ponerse de acuerdo sobre un programa y un plan de acción común, ello no llevará a ningún resultado en concreto, porque nadie se interesa verdaderamente por la cuestión palestina. Nadie quiere que los palestinos consigan la independencia. Ni Estados Unidos, ni el mundo árabe, ni, por supuesto, Israel. Para hacer que las cosas cambien verdaderamente, sería necesario que se produjesen tres modificaciones en otros tantos factores clave: ante todo, que se verificase una evolución radical en la opinión pública israelí, que hubiese una presión internacional real y, finalmente, que se operase un cambio profundo en la mentalidad palestina dentro de los territorios ocupados".

Precisando este último punto, nuestro interlocutor señala: "Los palestinmos debemos aprender a utilizar mejor las luchas democráticas. En este sentido, pienso en lo que se denomina la desobediencia civil. Si consiguiésemos, por ejemplo, desencadenar una huelga general en los territorios ocupados, comprendidos los 70.000 obreros palestinos que cada día van a trabajar a Israel, se daría un golpe terrible a la economía de Israel y se despertaría, tal vez, a la opinión pública israelí de su sopor. Pero todo esto exige tiempo. Se trata de un proceso prolongado, de una maduración democrática".

Pero el problema es saber si disponen del tiempo necesario para esto. De aquí a pocos años, la colonización israelí en los territorios ocupados habrá tomado proporciones tal vez irreversibles. Por eso cabe preguntarse si no vale la pena ser más realista y apoyar los esfuerzos de Arafat, incluso si acepta delegar una parte de su autoridad en Hussein.

Nuestro interlocutor responde: "Quizá, pero con una sola condición: que Arafat y la OLP conserven el derecho de veto sobre cada paso dentro de una negociación eventual con Israel, siempre que el Gobierno israelí se preste a tal negociación".

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