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Reportaje:El conflicto de Oriente Próximo

Arafat y Hussein intentan subir juntos al tren de la paz

Hace 10 meses, el líder palestino sacrificó un acuerdo con el monarca jordano en aras de la unidad de la OLP

La historia se repite, pero no siempre los actores desempeñan el mismo papel. Después de mil vacilaciones, Yasir Arafat, el jefe de la resistencia palestina, decidió, hace 10 meses, no firmar el documento conjunto que culminaba medio año de conversaciones con el rey Hussein de Jordania para intentar subirse al tren del plan de paz de Ronald Reagan para Oriente Próximo. Hasta el último momento, hasta ese fatídico 10 de abril de 1983, en el que dijo no al monarca hachemita, Abu Amar -nombre de guerra de Arafat- intentó convencer a sus "hermanos palestinos", marxistas o prosirios, de la necesidad de suscribir ese documento.Los ojos lacrimosos de Arafat, lloraron de verdad cuando pedía inútilmente en Kuwait a otros dirigentes palestinos que le dejasen firmar; que se olvidasen de las frases grandilocuentes y de las reivindicaciones maximalistas; que, aunque el proyecto del presidente de EE UU no reconociese a los palestinos el derecho a fundar un Estado, había que aceptar negociarlo a través de Jordania, porque era el único instrumento para poner fin a tantas matanzas.

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Pero no le dejaron, y cuando el Viejo, como le llaman cariñosamente sus seguidores, regresó a Amman, a principios de abril, para dar por terminadas, y también por fracasadas, sus discusiones con el soberano jordano, pensó que por lo menos había salvado la frágil unidad del movimiento de liberación con el que hasta entonces se identificaban todos los palestinos: la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Faltaba, sin embargo, sólo un mes para que surgiesen en la llanura libanesa de la Bekaa los primeros brotes de rebelión contra su autoridad entre los miles de fedayin que allí se codeaban con el Ejército sirio, que controla la región.

Con la ayuda de las tropas de Damasco, los palestinos sublevados arrebataron paulatinamente el terreno a los partidarios de Arafat hasta arrinconarlos en noviembre, con su jefe, en la ciudad libanesa de Trípoli.

Un baño de sangre

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"Un baño de sangre nos separa", reconocía con amargura Abu Jihad -Jalil al Wazir es su verdadero nombre-, y cuando Abu Amar aterrizó en Animan, el domingo pasado, para reanudar el diálogo interrumpido, no sólo la OLP estaba irremediablemente dividida entre leales y disidentes, sino que, desde su visita de diciembre a El Cairo, el grupo marxista de George Habache, que se mantuvo neutral en la polémica, exige ahora su dimisión como presidente de la resistencia, por haber "traicionado" la causa.

Es más, el tan cacareado plan Reagan para Oriente Próximo del 1 de septiembre de 1982, inmediatamente rechazado por Israel, es ahora considerado superado por el monarca jordano, a pesar de que, deseoso de hacer olvidar el estrepitoso fracaso de su intervención en Líbano, el presidente de EE UU expresó en febrero a Mubarak y Hussein su intención de reactivarlo.

El domingo pasado, en Aminan, la historia se repitió, pero Arafat había dejado de ser el líder unánimemente reconocido por todos los palestinos, mientras que el soberano hachemita aprovechó, por su parte, los tres últimos meses para fortalecer su postura reabriendo su Parlamento, compuesto en un 50% de diputados palestinos, y aumentando en cuatro el número de sus ministros palestinos: nueve sobre un total de 20. El 60% de los 2,3 millones de habitantes de Jordania es de origen palestino.

Para algunos círculos de la resistencia es como si Hussein se esforzase por demostrar que él también cuenta con el aval de una amplia fracción del pueblo palestino y, en caso de fracaso de la nueva ronda de conversaciones, se dispusiese a echarse solo al ruedo de la negociación sobre la retirada israelí de Cisjordania y Gaza. Pero esta hipótesis ha sido sistemáticamente desmentida por Animan.

Durante cinco días, de domingo a jueves incluidos, Hussein y Arafat intentaron, y aparentemente consiguieron, ponerse de acuerdo sobre los grandes rasgos de una iniciativa de paz conjunta, inspirada no ya en el plan Reagan, que Washington ha sido incapaz en 18 meses de empezar a aplicar, sino en las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU, que la OLP rechazó en su día por considerar que reducían la cuestión palestina a un simple problema de refugiados, olvidándose de que los cuatro millones de palestinos diseminados por Oriente Próximo son un pueblo con derechos nacionales. En privado, en Amman, Arafat se mostró más flexible y se declaró dispuesto a aceptar grosso modo unas resoluciones que prevén también una retirada israelí de Cisjordania y Gaza.

"Llegar a un acuerdo"

Para que no se repita del todo la historia, para que no acabe mal esta nueva ronda de conversaciones, una nutrida delegación de personalidades palestinas residentes en la orilla occidental del río Jordán se desplazó a la capital del reino con el propósito de incitar a Hussein -y sobre todo a Arafat- a hacer las suficientes concesiones para "llegar pronto a un acuerdo".

Antes de ultimar las propuestas comunes en una próxima ronda de conversaciones, Arafat abandonó Amman, el jueves, en busca nuevamente del consenso de los "hermanos palestinos" que aún le son fieles e intentar reanudar los contactos con aquellos que se le sublevaron. No en balde sostuvo durante su estancia en la capital del reino que era necesario "olvidar los acontecimientos sangrientos de Trípoli", y, por primera vez desde su salida de la segunda ciudad de Líbano, envió la semana pasada a un emisario, Faruk Kadumi, a Damasco, donde mantuvo reuniones "fructíferas" con Abdel Halim Jadam, el jefe de la diplomacia de Siria, país del que fue expulsado en junio pasado.

Arafat es un líder desgarrado entre su obsesión de la unidad del movimiento palestino y su voluntad de diálogo con sus adversarios, pero los representantes de los territorios ocupados esperan que esta última logre imponerse. Aun en caso de acuerdo global y detallado entre Arafat y Hussein, el propio jefe de la resistencia se mostró, ante los editores de periódicos jordanos, poco optimista sobre las posibilidades de paz a corto plazo, a causa de las elecciones presidenciales en EE UU y de la captación por Reagan del voto judío, lo que conllevará nuevas concesiones a Israel, dijo.

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