Chernienko y la situación internacional
LA ELECCIÓN de Constantin Chernienko como secreta rio general del PCUS, tanto por su personalidad como por el marco en el que tiene que gobernar, con un peso grande del factor militar, representa sobre todo el triun fo de la continuidad: una etapa de espera, quizá de pre paración, hasta un futuro acceso al poder de hombres de generaciones más jóvenes. Sin embargo, estamos en una situación internacional, con el despliegue en marcha de misiles nucleares en las dos partes de Europa, con situaciones de guerra y conflicto en diversas zonas, en que el concepto mismo de continuidad es difícilmente aplicable. ¿Cómo va a reaccionar Chernienko a los acuciantes problemas en los que la URSS desempeña, de una u otra forma, un papel esencial? Una primera indicación han sido las conversaciones que numerosos dirigentes occi dentales han celebrado con él despues de los funerales de Yuri Andropov. Es interesante la coincidencia de to dos ellos en que el nuevo secretario general ha insistido en su disposición a facilitar la distensión y el diálogo. Sin duda, se trataba de conversaciones protocolarias, y sería absurdo exagerar su significación. Pero personas de ideas muy diferentes han recibido la misma impresión. Además, Andrei Gromiko, cuyo papel será, sin duda, más decisivo aún en la política exterior soviética en la nueva etapa que se abre, participó en las entrevistas. El hecho a todas luces más significativo es que la URSS no ha repetido la posición cerrada en la que estaba anclada desde hace varios meses: sin la retirada previa de los euromisiles, no hay negociación. Es evidente que el acceso al poder de un nuevo secretario general, por continuista que sea, ofrece una posibilidad única a la dirección soviética de modificar posiciones anteriores. Al no mencionar el tema de los misiles, Chernienko ha contribuido a crear un nuevo clima, una sensación de que va mos hacia una mejora de la situación internacional, al menos en lo referente a las relaciones Este-Oeste. El presidente Ronald Reagan se ha apresurado a hacerse eco de esta tendencia. En un discurso pronunciado el 17 de febrero ante las mujeres del Partido Republicano ha declarado: "Estados Unidos, por primera vez en años, va por el camino de reanudar un diálogo constructivo con la URSS". Es evidente que Reagan, metido ya de lleno en la campaña electoral, está muy interesado en afianzar esta impresión general de que se vuelve a la distensión. Una salida del actual bloqueo, la más favorable quizá para los soviéticos, sería fundir las dos negociaciones, la referente a misiles de alcance medio y la de los estratégicos. Cualquier paso en este sentido tendría una acogida sumamente favorable por parte de la opinión europea. Diversos síntomas indican que la oposición de Estados Unidos a esa medida está bastante quebrantada.
El margen de maniobra que tiene Chernienko y la evolución de los acontecimientos en diversas zonas del mundo darán lugar, sin duda, a situaciones contradictorias. Ante el problema de Afganistán, por ejemplo, es difícil imaginar progresos favorables a la distensión. Cuando Andropov fue nombrado, en noviembre de 1982, secretario general del PCUS, fuertes rumores anunciaron que la URSS iba a cambiar su actitud. Esas ilusiones no se materializaron. Todo indica que en este problema deciden los militares; a pesar de que las tropas soviéticas sufren pérdidas serias, lo que causa disgusto entre la población soviética, Moscú persiste en una ocupación militar sin perspectiva. Debe ser consciente de que con ello cierra la posibilidad de que mejoren sus reIaciones con China y acrece el desprestigio de la URSS en el mundo entero. En cambio, con respecto al conflicto de Oriente Próximo, sí hay novedades en cuanto a su posible impacto sobre las relaciones entre Estados Unidos y la URSS. Quizá en algún momento Reagan pensé en forzar la situación en Líbano hasta el choque militar con Siria; hoy, obviamente, su propósito no es tal. Lo que está ahora colocándose sobre el tapete es la necesidad de una solución internacional, del envío de una fuerza militar de las Naciones Unidas, a partir de la propuesta francesa ante el Consejo de Seguridad. Sobre este tema pueden existir diferencias entre la URSS y EE UU, pero no del género de las que cabría suponer si se hubiese desarrollado la acción militar norteamericana hacia la guerra con Siria. Son realidades que no cabe separar de un modo radical del clima que se manifiesta en otras zonas de la vida internacional. El continuismo de la política soviética tendrá que matizarse, relativizarse, ante la presión de los acontecimientos. No es absurdo esperar que, al menos en algunos terrenos, las impresiones favorables de las recientes conversaciones de Moscú tengan consecuencias concretas.
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