Dos informes sobre el accidente en una central conmocionan a la opinión británica
Varios kilómetros de playas cercanas a la central nuclear de Sellafield estuvieron gravemente contaminados por radiactividad durante cerca de siete días antes de que el Gobierno británico tuviera comunicación oficial del accidente y adoptara medidas al respecto. El incidente, ocurrido el pasado mes de noviembre, ha sido objeto de dos informes muy críticos realizados por el departamento de Medio Ambiente y por el servicio de inspectores nucleares. Los dos estudios acaban de ser publicados y han provocado un auténtico escándalo en la opinión pública británica.La central, conocida anteriormente como Windscale, ha sufrido escapes radiactivos en varias ocasiones y algunos médicos han detectado entre los habitantes de la zona una incidencia mayor que la normal de casos de leucemia.
En esta ocasión se tuvo conocimiento del accidente gracias a la organización de defensa del medio ambiente Green Peace, que mantiene desde hace tiempo una estrecha vigilancia sobre Sellafield. El pasado 14 de noviembre, expertos del grupo que recorrían en bote la costa próxima a la planta nuclear detectaron un índice de radiactividad anormalmente alto y lo denunciaron. La empresa propietaria de la central, British Nuclear Fuels, tardó varios días más en comunicar al Gobierno lo ocurrido. Su informe fue, a juicio de los inspectores nucleares, ambiguo y poco serio. Las cifras de radiactividad fueron probablemente cinco veces mayores que las admitidas por la dirección de BNF, que es una empresa estatal.
Curiosamente, la denuncia de Green Peace coincidió con el registro de sus locales por parte de la Brigada Especial de Scottland Yard, que investigaba en dicha organización y en la de Amigos de la Tierra la filtración de documentos de propiedad oficial.
Según los expertos del departamento de Medio Ambiente y los inspectores nucleares, la planta sufrió un accidente que provocó el vertido en el mar de partículas altamente radiactivas. La contaminación fue tan fuerte que las autoridades decidieron prohibir el acceso a la playa en una zona de 25 millas. Sin embargo, el secretario del Medio Ambiente, Patrik Jenkin, que intervino ante la Cámara de los Comunes, aseguró que "no hay evidencia de que los escapes hayan causado daño significativo a la salud de nadie". La preocupación de los habitantes de la zona y de los trabajadores de la central es, pese a todo, grande, porque Sellafield está siendo ya objeto de un estudio especial sobre incidencia de cáncer.
La dirección de la British Nuclear Fuels ha reaccionado ante el escándalo del último escape destituyendo a varios cargos intermedios y anunciando un programa de inversiones de varios millones de libras esterlinas para garantizar mayores niveles de seguridad. Parece posible, sin embargo, que la fiscalía del reino haga caso a la sugerencia del departamento del medio ambiente y abra una investigación para dilucidar las responsabilidades. Green Peace estima que la única forma de garantizar la seguridad - es paralizar completamente los vertidos en el mar.
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