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Una triste historia sin final

Lo que hoy se conoce como Museo Español de Arte Contemporáneo es la destilación de un largo proceso fallido, cuyo origen se remonta a fines del siglo pasado, que es cuando por primera vez se crea una institución específica para cobijar la colección oficial de arte moderno. Desde entonces hasta la actualidad, según fracasaban sucesivamente los proyectos, este malhadado museo ha sido refundado varias veces. Voy a ahorrarles aquí el relato de la amplia serie de trompicones que se dieron en ocasiones a pesar del heroico esfuerzo de algunos directores. A finales de los años sesenta, tras más de medio siglo de fracasos, con unos fondos comparativamente irrisorios y aún sin una sede digna, se quiso lograr la solución definitiva, fruto de lo cual, y muy en consonancia con la política desarrollista de aquel momento, que creía a ciegas en el valor taumatúrgico de la edificación, se erigió el actual MEAC, concebido para que una serie de actividades departamentales suplieran las lagunas irreversibles de una colección de escasísimo valor.Como se pudo comprobar enseguida, el remedio fue peor que la enfermedad: los supuestos departamentos que deberían ocupar las 11 plantas del espectacular edifico no pasaron del papel, y el raquítico espacio destinado para la exhibición permanente de los fondos no sirvió ni para acoger una cuarta parte de los mismos. Apartado de los centros neurálgicos de la ciudad, infradotado de espacio, condiciones, medios, recursos y personal, a pesar de algunos parches improvisados, la trágica incapacidad del MEAC se puso de manifiesto cuando con la llegada de la democracia se quiso darle un cierto contenido operativo.

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El Museo Español de Arte Cóntemporáneo cubre algunas de sus lagunas e incorpora nuevas obras a sus fondos
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Hoy, por consiguiente, si se quiere lograr no sé si la solución definitiva o introducir simplemente un cierto criterio de racionalidad, debe encararse el dilema de trasladar su sede al antiguo Hospital Provincial, reconvirtiendo naturalmente la orientación obsoleta del actual museo o, por el contrario, mantener el actual emplazamiento, cuya verdadera reforma exigiría una inversión de cientos de millones, si es que no se quiere incurrir de nuevo en la chapuza ocasional para salir del paso.

Aunque creo que por su ubicación, espacio disponible, historia, belleza y condiciones, el aprovechamiento del antiguo Hospital Provincial como sede ideal de un nuevo museo de arte contemporáneo sería una inteligente solución, tampoco me dejo obnubilar sólo con ello. Quiero decir que con este traslado la historia empieza más que acaba. He aquí, dichas sintéticamente, algunas de las tareas más urgentes para la revitalización de esta institución, hoy casi paralítica: en primer lugar, enriquecimiento de su colección, para lo cual hace falta evidentemente dinero, pero ni mucho menos sólo eso; en segundo, reorganización total de sus departamentos y criterios, que hoy siguen funcionando con el intempestivo organigrama de las especialidades académicas clásicas (pintura, escultura, etcétera) e ignorando las más elementales de la creación actual, como la de imagen; en tercero y último, creación de unos servicios de información adaptados a la tecnología actual, así como salas adecuadas para las exposiciones temporales, sin que se olvide la versatilidad de soportes con los que funciona hoy la creación artística.

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