La Embajada de España en París invitó a intelectuales españoles y franceses
El estreno, en la escena nacional francesa del Odéon, en el marco del Teatro de Europa, de la obra de Ramón María de Valle-Inclán, Luces de bohemia, y otros actos paralelos, en París, durante los últimos tres días, son para el Gobierno socialista español un primer paso en el sentido de una presencial cultura española en Francia más acentuada. Los ministros de Cultura de ambos países, Javier Solana y Jack Lang, presidieron diversas manifestaciones.Los dos ministros referidos y varios intelectuales, franceses y españoles, fueron invitados a almorzar, anteayer, en la Embajada de España en París. Entre estos últimos se encontraban los españoles, Jorge Semprún (escritor), los pintores Antonio Saura y Eduardo Arroyo, el arquitecto Ricardo Bofill, y los cineastas franceses, Frederique Mitterrand (sobrino del presidente) y Costa Gavras, así como el director catalán de Luces de bohemia, Lluís Pasqual.
En la noche del lunes tuvo lugar el estreno de la versión de la obra de Valle, de Lluís Pasqual; con los dos ministros al frente, la intelectualidad franco-española, pero sobre todo la española (porque entendía el texto) pasó una velada interesante, como lo probaron los aplausos finales, interminables y estruendosos. Durante el entreacto, también los dos ministros, invitaron a un guateque a las personalidades que participaron en la puesta de largo de lo que se pretende que sea una nueva colaboración cultural hispano-francesa.
Con una copa de champaña en una mano y con una pasta en la otra, el director de Le Monde, André Laurens, decía que, con su español elemental "sigo más o menos el hilo de la obra"; Rafael Alberti le explicó a Paola Dominguín algo referente a su padre; el embajador de España en Francia, Joan Reventós, se manifestaba eufórico. Georges Wilson, que hace 20 años montó Luces de bohemia en el Teatro Nacional de Chaillot, pero en francés, claro, se interesaba de verdad por la versión de Pasqual; Georgio Strehler, el director de este Teatro de Europa, creado por los socialistas franceses, estaba encantado. El ministro Lang decía, "yo casi la entiendo" (de ilusiones también se vive).
Más tarde, en La Coupole, el restaurante más célebre del barrio de Montpamasse, donde la gente bien de París se reboza en el mal que significaron todos los artistas creadores de comienzos de siglo, en una mesa. Alberti recitaba su sabiduría y su retranca, Bofill decía "me ha gustao", Saura filosofaba y hablaba de "parámetros y arquetipos". En otra mesa, el protagonista de Luces, José María Rodero, decía "perfecto", pero desde lejos no se sabía muy bien a qué se refería; después iba a añadir que "es la primera vez que vengo a París, y ya sé que cuando vuelva diré ¡ay!".
Toda esta gente se decía dichosa, o lo parecía. Saura, a su manera, filosofó en otro momento: "aquí hay que reconocer que algo ha cambiado, porque yo, que vivo en París, es la primera vez, en mi vida, que voy a la embajada española. No la conocía". Y alguien le replicó: "eso es cierto, pero no esmenos cierto que, antes, no fuiste a la embajada porque no te dio la gana".
Babelia
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