Del 'biscúter' al 'seiscientos'
El Plan de Estabilización de 1959, que ahora cumple 25 años, fue la más importante operación económica del franquismo y supuso el paso de la autarquía a la liberalización
El plan de 1959, gestado desde 1957, es seguramente la mayor operación de política económica abordada durante el franquismo. Constituye el primer paso "de una economía cerrada con comercio exterior reglamentado, a una economía abierta, con una gran parte del comercio exterior liberado", según definición de su principal autor, el economista Sardá Dexeus, liberal catalanista que fuera en 1937 asesor económico del Tarradellas republicano.La economía española está, en esos momentos, más que cerrada, ensimismada: no sólo por la filosofía autárquica del franco-falangismo aún vigente, que propugna la autosuficiencia con productos nacionales basada en un INI que debe surtir de casi todo, sino también por el aislamiento internacional impuesto a la dictadura mediante los acuerdos de la Conferencia de Postdam, apenas roto por operaciones como la importación de trigo de la Argentina peronista, aislamiento que hace de la necesidad virtud.
A la autarquía se le suma el proteccionismo, las altas barreras aduaneras para. dificultar importaciones. Se le suma el intervencionismo: un trabajo de la Oficina de Coordinación y Programación Económica, creada en 1957, calcula en 999 el número de organismos de intervención, "precisamente el mismo número de máximas contenidas en Camino, del padre Escrivá de Balaguer", según recuerda con deje irónico uno de los economistas que participará en la conspiración estabilizadora. El rancio cóctel se adereza con unas gotas de corporativismo y un fondo de sujeción de la fuerza de trabajo, y el cuadro está casi completo.
Es, aún, un cuadro de economía de postguerra. El pan negro, las colas y las cartillas de racionamiento apenas han acabado en julio de 1952, es decir, trece años después de la guerra, cuando en la mayoría de los países europeos acabaron cinco años después de la suya. En 1939 se ha vuelto al nivel medio de renta de 1910. El nivel de 1935 no se recupera prácticamente hasta 1953. Todo ello, como se lamenta el marqués de Suances, creador del INI, "mientras una lluvia de oro se derrama, a través del Plan Marshall, sobre la mayor parte del Occidente europeo".
De Girón a Navarro Rubio
Los primeros cincuenta registran pequeños cambios liberalizadores. Manuel Arburúa, en Comercio, y Gómez de LLano, en Hacienda, protagonizan un tímido acercamiento a la filosofía, y a las ayudas, de los EE UU. Logran los primeros apoyos financieros, pero los cambios son mínimos.
El sistema, encorsetado, hace aguas en 1956. La inflación, producto del desequilibrio del sector público y del exceso de oferta monetaria debida a la política de dinero barato del sistema bancario, alcanza cotas nunca holladas: el gap inflacionario se sitúa en un 15,3%. Los precios al por mayor llegarán a crecer un 16,7% en 1957.
El alza de precios provoca el descontento popular. Una oleada de huelgas se produce en Asturias, el País Vasco y, sobre todo, en Cataluña, donde la oposición al aumento de los billetes de tranvía genera una situación que "amenaza el colapso", en frase del alcalde de Sabadell y amigo de Franco, Josep Maria Marcet. A las huelgas obreras se une la primera protesta estudiantil masiva. La receta del ministro José Antonio Girón es e alza salarial, cifrada entre un 40% y un 60%. Esta medida dispara aún más la inflación.
En el frente exterior, la continua depreciación de la peseta hace mella en la balanza de pagos. Las heladas de febrero, que estropean Ia exportación de cítricos, ponen la puntilla. De modo que en 1957 las reservas de divisas están completamente agotadas. A fines de 1958 se llega a los números rojos.
"Ante esta grave crisis se hacía indispensable optar decididamente, o por el retorno a la vieja línea de una política autárquica nacionalsindicalista -como estaba propugnando en aquellos momentos Arresel- el secretario general del Movimiento- o por su abandono total y definitivo, para seguir decididamente la vía del liberalismo económico. La convicción de que la fórmula nacionalsindicalista estaba agotada fue, sin duda, uno de los motivos, aunque no el único, que forzaron el nuevo cambio de Gobierno de febrero de 1957", como escriben Fontana y Nadal. O como indica Ros Hombravella, el "estrangulamiento exterior fue, con la presión del capitalismo internacional, el móvil decisivo para aceptar el cambio en la omnipotente voluntad de Franco". El cansancio político que ya produce el régimen es otro de los factores, destacado por Ramón Tamames, que conduce a la estabilización.
El ascenso del Opus Dei
Así, el verdadero golpe de timón económico se inicia en 1957, mientras el mundo occidental vecino emprende una vertiginosa carrera de expansión sostenida sobre el triple pilar de la integración de grandes áreas -como el Mercado Común, creado este mismo año por el Tratado de Roma-, la convertibilidad de las divisas y la progresiva liberalización de los intercambios comerciales.
La solución para aupar a España a este carro, aún de rondón, consiste en incorporar nuevas fuerzas representativas del ascendente, aunque tímido, liberalismo económico encarnado en sectores del capitalismo financiero que empiezan a hablar inglés, de los empresarios más dinámicos y de las clases altas y profesionales. Así, acceden a ministerios clave Mariano Navarro Rubio (Hacienda) y Alberto Ullastres (Comercio). Vienen apoyados por el nuevo ministro subsecretario de Presidencia, Luis Carrero Blanco, que recientemente ha cooptado como secretario general técnico a Laureano López Rodó, quien le ha sugerido estos nombres nuevos de camisa blanca. Es el primer asalto al poder de los tecnócratas vinculados al Opus Dei, que defienden, perfectamente coordinados, actitudes homogéneas, con el apoyo de otros ministros. Entre ellos, José Solís, en Sindicatos, o Pedro Gual Villalbí, antiguo secretario de la patronal Fomento y nuevo ministro sin cartera catalán, nombrado en tanto que tal para amainar el descontento barcelonés.
El 'mandarinato'
La lucha político-económica se entabla encarnizadamente entre los nuevos ministros del Opus y "los reductos más confesionales del autarquismo" como el Ministerio de Industria de Planell y el INI de Juan Antonio Suances. La victoria será de los primeros. Su arma, el plan de estabilización. El fenómeno de un germen económico liberal que se impone dentro de una estructura de camisa azul extasiará a los analistas. Se trata, como ha subrayado Jordi Nadal, de "una línea económica novedosa, dentro del orden político viejo". Una línea que tardará dos años en imponerse del todo, los mismos dos años en que los flamantes Seat 600 arrinconan a los viejos Biscuter en las atrotinadas carreteras españolas.
Como paso previo a la operación, se produce una serie de medidas político-administrativas. La promulgación de los Principios Fundamentales del Movimiento, en mayo de 1958, sirve de garantía de continuidad a las camisas viejas temerosas de perder su identidad. El paquete administrativo de López Rodó (Ley de Procedimiento Administrativo, reorganización de Presidencia del Gobierno que instituye las comisiones delegadas, revitalización del Instituto Nacional de Estadística) moderniza la máquina estatal, agiliza los papeles y articula "un sólido mandarinato tecnocrático del que aún viven los Gobiernos actuales", según recuerda uno de los protagonistas. También cambia el marco de negociación colectiva, mediante la Ley de Contratos de Trabajo de abril de 1958.
Con estas alforjas como intendencia, los dos años previos al Plan (de 1957 a 1959) son de preparación, son preestabilizadores. Por vez primera empieza a utilizarse la política monetaria. Se suprime el sistema de cambios múltiples para el comercio exterior, indispensable para entrar en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) y en el Fondo Monetario Internacional (FMI), y se devalúa la peseta en abril de 1957: el cambio se establece a 42 pesetas/dólar. Se frena la oferta monetaria mediante la elevación del tipo de descuento y la congelación del redescuento bancario Gulio 1958); se bloquean los salarios y sueldos de los funcionarios públicos en 1957; se emprende una mini-reforma tributaria, mediante la ampliación de la base imponible, con lo que se consigue reducir el déficit público, y se inicia la unificación contable.
Del titubeo al plan
Pero todo ello es insuficiente para contener la inflación y la crisis del sector exterior. Las arcas del país están vacías: las reservas españolas, a junio de 1959, están bajo 208 millones de dólares. Es una situación técnica de suspensión de pagos.. Se requiere cirugía.
Pero la cúpula política vacila. Para decidirla, hay que apoyarse en el exterior. Una palanca de convicción es la estabilización realizada en Francia en 1958 por el ministro Pinay, como paso previo para integrarse a la CEE. Pero lo principal es el puente tendido con los organismos económicos internacionales, sobre todo la OECE y el FMI. Su labor es básica tanto en asesoría y convencimiento, -contactos, misiones, informes- como en refuerzo político de las posturas estabilizadoras. El 10 de enero de 1958 España accede a la OECE como país asociado. El 4 de julio ingresa en el FMI y en el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento: "La inserción en estos marcos dio la viabilidad de la salida liberalizadora y contribuyó decisivamente a cerrar el paso hacia eventuales, y nostálgicos regresos a la orientación pasada de la política económica", reconstruye Ros Hombravella.
Armados de estos apoyos, los liberales desarrollan una iniciativa insólita en España: envían, en enero-febrero de 1959, hace ahora 25 años, una encuesta-cuestionario a los principales organismos económicos españoles, preguntando su opinión -en plena ebullición de principios fundamentales y mientras los últimos maquis merodean por las montañas del país- sobre la convertibilidad de la peseta y la integración europea. La respuesta es unánimemente positiva.
En verano, todo -salvo la opinión del Caudillo- está maduro. La "tozudez baturra de Navarro no le doblega, y Ullastres hace cabeceos de desánimo, mes tras mes", recuerda Fabián Estapé. El argumento decisivo preparado por Navarro -quien lo toma de Montes, funcionario del IEME- es casi cuartelario. Quizá por eso tiene éxito: "o estabilizamos, o en dos meses Su Excelencia tendrá que racionar la gasolina". Es de nuevo el espectro del gasógeno.
Resultados fulminantes
En junio, el Gobierno envía al FMI y a la OECE el memorándum en el que se les pide ayuda para un reordenamiento que permita el paso "de una economía cerrada a una economía abierta", con una gran parte del comercio exterior liberado". Con la bendición internacional, el 21 de julio nace el Decreto de Ordenación Económica. Es el cogollo del plan de estabilización, un conjunto de medidas monetarias, crediticias y fiscales, -ver recuadro adjunto- tendentes a contener la demanda y a estabilizar los precios, y otras de índole distinta encaminadas a liberalizar la importación de mercancías y capitales. Se devalúa la peseta, se da total libertad a la inversión extranjera, se restringen los créditos, se liberaliza parcialmente el comercio exterior e interior.
Los resultados son fulminantes: a final de año, España contará ya con un saldo positivo en la balanza de pagos, de 500 millones de dólares. La inflación se ha detenido. Se dan los primeros pasos reactivadores.
¿Sobre quién recae el peso de la estabilización?. Muchas empresas sufren los efectos del cierre del grifo crediticio. Aparecen el paro y la emigración. Y, más importante aún, disminuyen o desaparecen las remuneraciones complementarias del salario base (horas extraordinarias y pluses). "Ello significó en muchos casos reducciones en los ingresos de los trabajadores de hasta un 50% respecto de los percibidos antes de la puesta en marcha del plan", estima Ramón Tamames.
Mientras buen número de especialistas considera que la aplicación del plan resulta un éxito, otros son más críticos: "Los resultados fueron escasos: obtención de carné de segunda en los organismos internacionales... liberalización económica parcial que ha sabido reunir las desventajas del proteccionismo comercial y la penetración no controlada de capital extranjero", como ha escrito Antoni Montserrat. Lo cierto es que el reequilibrio de la economía se logra en pocos meses. Otra cosa será el modelo de crecimiento que surge a partir de estas medidas: la efectiva integración española en la economía mundial y su mayor presencia en el comercio internacional se financiará, de un lado, mediante las inversiones extranjeras y los flujos turísticos, y de otro, gracias a las remesas de emigrantes, con todos los desequilibrios que este esquema reporta.
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