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Reportaje:

Fuentes Quintana y la 'picardía' de Ullastres

Enrique Fuentes Quintana, que era entonces jefe del servicio de: estudios del Ministerio de Comercio destaca como uno de los estrangulamientos básicos entre 1957-59 la escasez de importaciones: "Todo español de pro aspiraba a obtener una licencia de importación, a causa de su enorme escasez y su enorme precio, y las consiguientes ventajas que conferían. Por ejemplo, adjudicar un vehículo era como el gordo, porque el afortunado podía utilizarlo cuatro años y venderlo después a más del doble de lo que le había costado. Un sistema no puede funcionar así, desde el punto de vista económico".Otro era la inflación diferencial "que no se había querido reconocer en el tipo de cambio, porque menudo era Franco para eso, que como todos los dictadores creía que el tipo de cambio era un elemento de soberanía nacional y eso de que le dijeran que el dólar valía en Tánger 50 pesetas, cuando él lo cotizaba a 11,65, era una humillación muy grande... lo cual llevaba a que más de la mitad de los intercambios se realizaran por Tánger." La prudencia de Ullastres y la mayor lentitud de la liberalización comercial respecto a otras medidas del programa la explica Fuentes Quintana como una "picardía de Ullastres de no presentar el Plan como una apertura clara al exterior, que hubiera alarmado a los jerarcas de entonces. Por eso se presentó todo como un Plan de Estabilización, cuando en realidad se trataba de una Plan de Liberalización cara al exterior".

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Del 'biscúter' al 'seiscientos'

Un elemento que acabó venciendo resistencias fue que a Franco "le hizo mucha ilusión" que autoridades que habían condenado su régimen viniesen al país a negociar. Los técnicos advirtieron al presidente del FMI de que el jefe de Estado no quería pasar por el aro del cambio del dólar a 60 pesetas y él replicó: "Yo le convenceré". Le recitó una letanía de ventajas de la devaluación. Y "cuando terminó de hablar, Franco le espetó: "¿Y por qué no lo ponemos a 63 pesetas?".

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