El foro borbónico de la Castellana
Hace aproximadamente unos cinco años se iniciaron, de acuerdo con la Dirección de Bellas Artes, los proyectos que deberían acometer la restitución histórica y consolidación fís¡ca de uno de los edificios más desconocidos de la arquitectura madrileña, el antiguo Hospital General, conjunto situado en las proximidades del paseo del Prado, pese a que su construcción no llegó a concluirse en su total¡dad. La realización del proyecto habría supuesto un conjunto semejante al de El Escorial; ha quedado como una pieza clave, tanto por lo que representa en la trama urbana en el conjunto de Atocha como por la, calidad arquitectónica de sus espacios.Factores diversos en el crecimiento de la ciudad invadieron sus alrededores durante el siglo XIX y principios del siglo XX, erosionando su imagen arquitectónica y fragmentando el proyecto original en diferentes edificios: Hospital General, anexos, facultad de Medicina de San Carlos, amputándose con tal operación la posibilidad de que Madrid pudiera contar con una de las; tipologías hospitalarias más completas de la Europa del siglo XVIII, semejante en dimensiones a la construida en Nápoles por Ferdinando di Fuga, bajo la inspiración de Carlos III.
No obstante, la construcción realizada por los arquitectos Hermosilla y Sabatini representa un monumento arquitectónico de singulares y destacadas condiciones espaciales.
La importancia de tal conjunto destaca por tres consideraciones básicas: por su enclave urbanístico dentro del paseo del Prado, su excepcional calidad arquitectónica apenas dañada y la magnitud de sus dimensiones: 40.000 metros cuadrados construidos. Consideraciones nada desdeñables en el ámbito de! una ciudad como Madrid, anárquica en su planificación, de modestas arquitecturas y de escasos contenedores urbano que unan a sus dimensiones la elegancia de una arquitectura de utilidad polivalente. Pese a todo ello, fueron escasas las instituciones oficiales que llegaron a compren der las posibilidades que tal conjunto encerraba entre sus abandonados muros. Al arquitecto y académico Fernando Chueca se le debe una de las primeras referencias documentadas sobre el edificio que albergó las dependencias del viejo hospital, en un trabajo para la academia titulado: Informe sobre el edificio del Hospital General de Madrid. Aquel trabajo, aparte de consignar los datos historio gráficos en torno a este conjunto, reclamaba una protección para no entregar a la especulación inmobiliaria tan destacada obra arquitectónica.
Pero, como suele ocurrir con las súplicas de los historiadores, aquella voz no fue escuchada, y sobre las fábricas de la histórica construcción se proyectó un edificio destinado a viviendas y oficinas en la década de los sesenta.
El azar y la fina sensibilidad del profesor Joaquín Pérez Villanueva, siendo director de Bellas Artes, pudo recuperar en subasta pública para el Patrimonio Nacional, y por una cifra no muy superior a los 90 millones de pesetas, el memorable edificio.
Intuición planiricadora
Conocidas son las referencias históricas que nos presenta la personalidad de un Carlos III empefiado en planíficar la escena urbana de Madrid como una ciudad ex novo, llamando para tal empeño a consejeros y arquitectos de formación diversa. Con Carlos III, Madrid salta de los miserables reductos edíficados en torno a la vieja fortaleza, hoy Palacio Real, a la vaguada de la Castellana, apoyándose en el tramo inicial de lo que fue el Salón del Prado. La intuición planificadora del monarca y sus asesores se inclinaba a formalizar con la retórica arquitectónica de su tiempo lo que podíamos denominar un foro ilustrado para la nueva ciudad, una espacialidad simbólica donde poder edificar los espacios que requerían las funciones y los usos de una monarquía atenta no sólo a su iconografia representativa, sino a la presión social de una incipiente burguesía dispuesta a ocupar el poder.
El conjunto de edificios institucionales que surgen a lo largo del Salón del Prado no tenían en la España de aquella época las mis mas premísas que invocaban los jacobinos, ni por supuesto la cul tura e instrucción pública se con sagraban como "caminos de libertad", al modo como quedarían reflejados en la urbanística de Anto lini en el foro Bonaparte de Milán, pero la estructura urbana que se insinúa sobre la vaguada de la Castellana en el Madrid del siglo XVIII ha permitido que en nues tros días surja un eje de servicios culturales, dificiles de lograr en un conjunto metropolitano, pese a los desmanes, mutilaciones y abusos que a lo largo de la historia ha sufrido tan reconocido elemento ur bano.
Restitución del hospital
Salta a los medios de comunicación la noticia de sus posibles usos futuros, y con su difusión, las reflexiones, comentarios y anécdotas que toda decisión pública comporta. Pero convendría advertir que, si bien nos encontramos ante un problema de restitución arquitectóníca, con la magnitud que tal edificio comporta, el problema no puede circunscribirse a una simple operación restauradora, por muy respetuosa que sea con su iconograrla histórica. Estamos ante un problema de restitución arquitectónica como problema urbano y como escenario donde poder hacer patente un proyecto político de lo que el Estado entiende como soporte para el desarrollo de la cultura actual, de aquí que no se deba individualizar a los límites de la dotación de unos servicios, o bien aprovechar sus espacios para necesidades complementarias en los reajustes administrativos.
La ciudad moderna, una vez que ha superado en parte el proceso de destrucción que ha significado su desarrollo indiscriminado, contempla los espacios de la historia que no fueron arrasados como un auténtico "territorio arqueológico" a restituir, para implementar después las necesidades de apoyo que las culturas modernas necesitan. Es en este sentido, y dentro de las premisas que tal cometido sustenta, donde podemos encuadrar la operación restauradora, pues tendremos que aceptar que no son muchos los lugares que una ciudad como Madrid puede obtener para hacer viables tales postulados.
El eje Norte-Sur de la Castellana ha ido acumulando a lo largo del tiempo una secuencia de espacios que constituyen en la actualidad un foro lineal de actividades y usos culturales, ligados de manera aleatoria y rodeados de un tejido urbano consolidado por la reciente legislación municipal. Potenciar este foro en sus cometidos culturales significa racionalizar los soportes sociales de la ciudad donde estos cometidos culturales puedan potenciarse y manifestarse. Los ejemplos se multiplican desde la antigüedad clásica a la Quinta Avenida neoyorquina.
La acción decidida del Estado
La oferta arquitectónica-urbanística que representa la operación de restitución histórica del Hospital General se enmarca en una operación que rebasa las anécdotas de equiparar los usos a que será destinado este edificio a proyectos culturales realizados en otros países. Recurrente aparece en algunos comentarios e intenciones el modelo del Centro Pompidou, de secuencias culturales tan diferentes y distintas. Por eso se hace preciso reclamarla acción decidida del Estado hacia una política de recuperación respecto al contenido social de la imagen arquitectónica y de las nuevas relaciones de ocupación en los múltiples espacios históricos abandonados en la ciudad.
El Estado democrático moderno tiene la obligación de decantar y formalizar los principios ideológicos y simbólicos con los que se enfrenta a la construcción de la ciudad, una vez superados los episodios que sobre los recintos urbanos dejó patente un funcionalismo degradado.
Este ejemplo en la capital de la nación debería servir como modelo de gestión y creación de la forma de hacer ciudad. En los finales de siglo vamos a encontrarnos con múltiples operaciones restauradoras de revitalización espacial que deben ser entendidas no sólo como unas ténicas de consolidación fisica del espacio, sino como auténticas filosofías de la mediación política sobre la ciudad.
Babelia
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