Anecdótico viaje
Fernando Colomo se deja tentar por lo inmediato, aunque no para traspasarlo en busca de mayores significaciones, sino para quedarse en ello, quizá en la convicción de que sólo hay cuanto se ve. La anécdota simple es su materia de trabajo, al menos en esta película, donde se limita a contar las breves peripecias de un fotógrafo español que, sin hablar inglés, se traslada a Nueva York en busca de trabajo. No entiende la lengua y sufre; se enamora de una catalana y también sufre porque ella no le corresponde; cansado, regresa a España. Entretanto, la cámara recoge los testimonios reales de otros españoles que viven y hablan en aquella ciudad, o de norteamericanos que conocen el castellano. El protagonista se entrecruza con ellos, solucionando la mayor parte de sus peripecias.No es mucho, pero en momentos aislados tiene cierta gracia: el público del Festival de San Sebastián aplaudió y rió con las aventuras de ese fotógrafo paleto, que interpreta Antonio Resines con más ingenio que texto. Era lógico; los gags aparecen intermitentemente en el filme, buscando la paradoja y la repetición, o ambas cosas, y la posibilidad de reír es siempre bien recibida. Probablemente, si Colomo hubiera profundizado más en su autobiográfico guión o la fortuna le hubiera obsequiado con aventuras más estimulantes, merecedoras de ser contadas al mundo, La línea... sería hoy una buena comedia.
La linea del cielo
Guión y dirección: Fernando Colomo. Fotografia: Ángel Luis Fernández. Canciones: Manzanita. Intérpretes: Antonio Resines, Beatriz Pérez Porro, Jaime Nos, Roy Hoffman. Comedia. Española. 1983. Local de estreno: Imperial, Cartago.
Apunta a ello el hecho de estar bien contada, aunque poco sea lo que hay que contar, y de dominar un ritmo que no apareció con tal solidez en los títulos anteriores del autor: el Nueva York que retrata está alejado del tópico. Colomo progresa en el dominio de una cierta comedia, que ya apuntara con frescura desde su primera obra, Tigres de papel (1977), pero vuelve a inspirarse en historias que no existen o las trata con una ingenuidad complaciente. En ese contexto, el trabajo de interpretación será más meritorio cuanto mejor disimule la ausencia de reflexión que padece el filme. Resines aporta generosamente su comicidad, superando el tono monocorde de sus recitados y la sorprendente inocencia de su personaje.
Babelia
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