Londres muestra su disposición a restablecer sus relaciones diplomáticas con Buenos Aires
El Reino Unido acogerá con gran interés cualquier propuesta que realice Argentina para el restablecimiento de las normales relaciones diplomáticas entre los dos países, rotas en 1982 a raíz de la guerra de las Malvinas. "Queremos un nuevo comienzo y pondremos toda nuestra buena voluntad en ello", afirmó el ministro de Defensa, Michael Heseltine, tras una visita oficial de tres días de duración al archipiélago austral. El ministro dejó bien claro, sin embargo, que Londres considera innegociable la soberanía sobre las islas Malvinas.
El Gobierno británico se mueve en una difícil contradicción. Por un lado, la primera ministra, Margaret Thatcher, ha repetido hasta la saciedad que no negociará nunca el futuro de las islas, y por otro, necesita urgentemente mejorar las relaciones con el nuevo régimen democrático de Buenos Aires para poder reducir el alto coste de la defensa de las Malvinas. La política de fortalecimiento de las islas -calificada de auténtica locura por el ex ministro de Defensa John Nott- viene a suponer al contribuyente británico una suma aproximada de dos millones de libras anuales por cada habitante del archipiélago. Los británicos, sumidos en una grave crisis económica, van conociendo poco a poco el gran gasto que ocasiona la defensa de las Malvinas y comienzan a producirse los primeros signos de estupor. Un diario inglés reveló recientemente que las casas prefabricadas para oficiales casados destinados en el archipiélago vendrían a costar casi 30 millones de pesetas cada una.No es de extrañar, pues, que Londres haya suavizado su lenguaje desde la llegada al poder de Raúl Alfonsín y que procure enviar signos, amigables a Buenos Aires. Según informaciones procedentes de la capital argentina, el nuevo presidente podría ofrecer próximamente un plan para el restablecimiento de relaciones basadas en los siguientes puntos: cese formal de las hostilidades (Argentina no ha reconocido aún el fin de la guerra), reducción de la guarnición militar británica en las islas, abolición de la zona marítima de exclusión de 150 millas y compromiso de Londres de aceptar sentarse de nuevo a negociar.
El problema reside, según fuentes británicas, en el último punto, porque el Gobierno Thatcher acepta negociar sobre todo salvo sobre lo que de verdad importa a los argentinos. El gobernador civil de las Malvinas, sir Rex Hunt, reiteró, con motivo de la visita de Michael Heseltine, que no puede haber negociaciones entre Londres y Buenos Aires mientras Argentina vincule el diálogo a la transferencia de soberanía.
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