Jordi Teixidor, una peregrinación romántica en pos de la pintura
Confieso que desde hace tiempo esperaba con impaciencia una nueva aparición de Jordi Teixidor en Madrid, pues no lo hacía, al menos con la amplitud necesaria, desde que celebró su última exposición individual de 1980 en la ya desaparecida Galería Vandrés. Ahora presenta óleos y dibujos en la galería Montenegro y obra gráfica en la galería Grupo 15. No es que esperar tres o cuatro años me parezca espaciar demasiado la necesaria cita que tiene el artista con el público, sino simplemente que Teixidor dejó insinuada entonces una trayectoria pictórica muy sugerente y apetecía comprobar cómo maduraba su curso.Nacido en Valencia el año 1941, Jordi Teixidor no es, desde luego, un valor recientemente descubierto, y así lo atestigua el reconocimiento crítico por su trabajo des de los años sesenta, lógica consecuencia de una inquietud constan te que le ha mantenido en permanente evolución.
En esta labor exploratoria que le caracteriza, quiero ahora resaltar, no obstante, la importancia que para él tuvo la vanguardia ascética de los setenta, principalmente a través del minimal y del rigorismo formalista de Support-Surface. Esta línea analítica, sin concesiones, resultaba muy dura para el espectador superficial, pero en seguida rindió sus frutos, frutos de reflexión. En este proceso hubo un momento decisivo" las series blancas, de 1977, a partir de las cuales Teixidor, despiezados todos los elementos pictóricos fundamentales hasta la raíz última, retorna paulatinamente al color. Al principo sólo se insinuaba un ligero parpadeo luminoso de sutiles capas frías; luego, brotó de las profundidades la dinámica gestual y la ebullición cromática.
Libertad pictórica
En la colectiva de New Images from Spain, del Museo Guggenheim, para la que fue seleccionado junto con otros ocho pintores españoles representativos, ya dio muestras de esa nueva Vivacidad al reencontrar la libertad pictórica, aunque fue inmediatamente después, instalado en Nueva York, como sacó más partido a la experiencia.
Allí se encontró a sí mismo y, en la distancia, paradójicamente, halló sus raíces, como si se le revelara la identidad en escorzo. De esta manera, cuando a finales de 1980 mostró los primeros resultados, me pareció tan claro ese tirón de arraigo que titulé mi crítica "Un europeo en Nueva York". Claro que, por otra parte, la pugna de entonces entre la frigidez analítica y, el balbuciente fragor de los colores emergentes fue malinterpretada por algunos como timidez o falta ,de coraje, desconociendo el argumento dramático que allí se estaba ventilando y esa perspectiva de perpendicularidad oblicua con que Teixidor se piensa y se siente.
No hubo, de todas formas, que esperar mucho para deshacer el equívoco, ya que luz, color y expansión dinámica del trazo crearon una atmósfera pictórica densa, envolvente, perfumada, misteriosa. El europeo sintió la llamada del Sur, la raíz mediterránea, el revulsivo eco de la cultura más antigua.
Teixidor no es, sin embargo, uno de esos que tienen el Mediterráneo fácil. Lo ausculta y se lo piensa: sueña románticamente con él. Reverencia el mito y no le interesa sacarle un partido trivial. No es de ese tipo que chapotea infantilmente en los ardores de la carne sino más bien de aquella otra estirpe intelectual que se queda poéticamente perpleja ante el mito, que les incita a crear. Pienso, no sé, en el Hölderlin del Archipiélago, en el Valéry del Cementerio marino, en el Camus de las Bodas, tres sueños muy distintos sobre una misma contrariedad superada, una desesperación serena.
En términos pictóricos, Teixidor ha logrado envolver la fragante atmósfera de los colores humeantes y espesos en una arquitectura donde el efecto más contagiosamente sensual tiene su lógica. En la Galería Montenegro ha realizado un soberbio montaje, uno de los más acertados que he visto en ese espacio endiabladamente difícil; montaje consistente en el despliegue de un cuadro-secuencia, que se expande invadiendo todo, pero con la musicalidad de una cantata. Del mito al logos ¿puede ser también así la pintura soñada del Sur, una peregrinación romántica?
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