Cooperación, desarrollo y distensión
Ante la situación caótica e injusta del actual orden económico internacional, el autor de este trabajo anima al Gobierno, socialista a que contribuya a facilitar la distensión mediante el establecimiento de un sistema español institucionalizado de cooperación y desarrollo internacionales. Opina, asimismo, que la mejor manera de incidir en las relaciones internacionales, en el caso español, consiste no tanto en una difícil e improbable intervención en el conflicto Este-Oeste sino en una detenida atención a la confrontación entre el Norte y el Sur.
Desde mi punto de vista, los objetivos de la política exterior de España se resumen en dos principales: uno, defender nuestros intereses nacionales; dos, trabajar por el establecimiento de un nuevo, coherente y justo orden internacional.La persecución de este segundo objetivo está en relación directa con el primero: cuanto más activa sea nuestra participación en la construcción de ése orden, más crecerá el prestigio de España en el mundo, seremos mejor conocidos y obtendremos mayores beneficios, con lo que potenciaremos nuestros intereses nacionales.
Por beneficios entiendo desde los morales, y políticos hasta los comerciales. Todos ellos integran nuestro interés nacional.
Descendamos a niveles más concretos y vayamos por partes.
1. Es un hecho que hoy, integrados en la OTAN por el Gobierno anterior (si bien aún no integrados militarmente), formamos parte de una alianza.
2. Mientras se celebra el referéndum en el que el pueblo español. decida si desea o no permanecer en la Alianza Atlántica, hay que continuar elaborando y practicando la política exterior. No nos podemos quedar estancados, si bien hay que reconocer que la pertenencia o no a un bloque imprime carácter.
3. Dentro de una alianza ¿es más fácil o más difícil defender los propios intereses nacionales? En principio, estimo que es más dificil defender los intereses nacionales propios cuando éstos chocan con los de la Alianza. En todo bloque (léase también el Pacto de Varsovia) los intereses del estado hegemónico tienden a imponerse sobre los demás.
4. Debemos procurar elaborar un concepto más sofisticado del interés nacional, sobre todo mientras permanezcamos en la OTAN, porque nos ayudará a verlas venir. En todo caso, incluso dentro de una alianza, una potencia media como España debe evitar globalizar sus intereses en función únicamente de los del bloque.
Dicho esto, debemos trabajar por convencer al Estado hegemónico que nos ha correspondido según los acuerdos de Yalta, es decir, Estados Unidos, de que interesa a las superpotencias permitir a los distintos Estados una actuación lo más autónoma posible en las relaciones internacionales.
Inteligentemente asumido por Washington, y desechando una actitud maximalista de egoismo absoluto que acabaría llevando al desastre total, un comportamiento autónomo de los países neutrales y no alineados no tiene por qué lesionar sus intereses y contribuye simultáneamente a amparar los de la comunidad internacional en su conjunto.
Por otro lado, es verdad que las iniciativas internacionales de Suecia, Suiza, Austria o Finlandia, países que reiteradamente han manifestado su carácter occidental, son independientes de las de la OTAN. Pero no es menos cierto que, en última instancia, por razones sociales, políticas, económicas y ambientales se inclinarían del lado Oeste. De lo que se trata es de hacer todo lo posible para que esa última instancia no se produzca nunca, porque en nuestra época nuclear sería ciertamente la última.
Un proyecto auxiliar
Un país como España debe plantearse seriamente un proyecto que contribuya a relajar la tensión internacional. Esa tensión se da hoy entre el Este y el Oeste, pero también entre el Norte y el Sur. Nuestras posibilidades de actuación en la relación Este-Oeste, por ejemplo, como mediadores en conflictos, son más escasas, (sobre todo mientras permanezcamos en la OTAN) que en la relación Norte-Sur.
Es preciso aprovechar tales posibilidades, pero de manera sistemática. El Gobierno debe plantearse ya de modo riguroso la creación de un sistema de cooperación y ayuda internacional al desarrollo, lo que no implica crear un macrosistema que estaría por ahora fuera de nuestras posibilidades económicas y presupuestarias.
Ese sistema sería nuestra vía más eficaz y práctica de contribuir a la distensión y a la construcción de un nuevo orden internacional y constituiría la forma más clara e inteligente de favorecer nuestros intereses nacionales en la doble vertiente a que antes he aludido.
Ante aquellos sectores de la opinión pública española reacios, quizá por falta de imaginación, a aceptar con entusiasmo la labor de Gobierno encaminada directamente a la cooperación y desarrollo internacional, conviene esgrimir el argumento de que lo que proponemos es una cuestión de justicia y de ética internacionales. Pero también de sentido común.
Si hay millones de personas que se mueren de hambre en el mundo es porque algo no marcha, y ese algo es, sin duda, el sistema socioeconómico actual. Y no marcha ni para unos ni para otros. Hace década y media se podría haber objetado que el sistema no funcionaba para el Sur, para los países que alguien ha denominado proletarios, pero que los países ricos lo son porque el sistema -su sistema- les conviene a ellos. Sin embargo, desde la gran crisis de 1973, con su origen en el complejo tinglado del petróleo, nada se desenvuelve a satisfacción de nadie.
Un Gobierno socialista debe ser firme partidario, en los temas de cooperación internacional y ayuda al desarrollo, de lo que viene denominándose escuela del interés mutuo o, si se prefiere, de ayuda al Sur para ayudar al Norte, o sea, a nosotros mismos. Porque no otra, a la postre, es la conclusión. Quien no quiera reaccionar por estricto imperativo de justicia distributiva, el imperativo categórico que impone la ineludible interdependencia económica del mundo que vivimos le hará comprender que el Norte rico o semirrico industrializado se hundirá si no ayuda a auparse al Sur, sumido en el subdesarrollo y estancamiento económico y social.
Ayuda financiera y técnica
La ayuda y la cooperación que haya de prestar España consistirán esencialmente en ayuda financiera y en cooperación técnica.
En cuanto a la ayuda financiera, será de dos tipos fundamentales: donaciones a fondo perdido y créditos. Ambos estarán, sin embargo, ligados a la compra en España de bienes, equipos y servicios. Deberá concederse, sin embargo, la posibilidad de que una parte de la donación o del crédito (quizá hasta un 20%) pueda ser utilizada en el extranjero y no en España. Empero, las autoridades españolas de la cooperación y el desarrollo deberán procurar y fomentar que ese porcentaje se gaste -cuando ello sea posible- en adquirir bienes, equipos y servicios suministrados por otros países en desarrollo.
La cooperación técnica, esto es, la transferencia de conocimientos y sistemas especializados de país a país, es complemento idóneo de la ayuda financiera. Y, a menudo, disponer de tal asistencia técnica suele ser requisito indispensable para que la acción de ayuda o inversión financiera tenga éxito.
La cooperación técnica, al igual que la asistencia financiera, puede ir dirigida a campos diversos: agricultura, sanidad, obras públicas, educación, pesca, etcétera. Cubrirá desde el envío de personal especializado español (funcionario o voluntario) hasta la acogida en España de ciudadanos de los países receptores de ayuda (desde estudiantes becados a personal que ha de recibir cualificación técnica especializada para un determinado programa de cooperación a desarrollar).
Un sistema institucional
El enfoque teórico que hemos venido manifestando hasta ahora debe encontrar su plasmación concreta en un sistema institucional que canalice estructuralmente la política de cooperación y desarrollo que preconizamos en este artículo. Sustentamos la creación de una Secretaría de Estado para la Cooperación y el Desarrollo Internacional, dado que no podríamos permitirnos el lujo administrativo de crear un departamento ministerial autónomo.
Un Instituto para la Cooperación y el Desarrollo Internacional, autónomo, pero no independiente, del área ministerial en que se desenvuelva la Secretaría de Estado, se encargaría del análisis y estudio de los diversos temas relacionados con nuestra materia.
Un Gobierno socialista -que ha de distinguirse por el menor grado de entusiasmo atlantista posible- debe jugar la carta de las buenas relaciones con América Latina y el mundo árabe. Con un adecuado programa de cooperación y una actitud políticamente autónoma, aun incluso dentro de la OTAN, podríamos desplegar una política interesante hacia esos países.
El sistema de cooperación y desarrollo puede ayudar a potenciar la imagen de España en el mundo, ya que, a través de él, el Gobierno socialista transmitirá a las relaciones internacionales de España el sentido de justicia y de reforma social y económica que aplique en el interior.
Por ello, si bien es cierto que de mantenemos fuera de la OTAN la capacidad de incidencia exterior y de defensa de los intereses nacionales de España sería mayor en sus relaciones con el Tercer Mundo, podremos, no obstante, desempeñar un papel digno.
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