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Algo se mueve en el Este europeo

Algo se mueve en el Este europeo. Y en los últimos meses, lo hace con inusitada febrilidad, en respuesta a los problemas económicos y sociales y, sobre todo, como consecuencia de la crisis internacional y de los efectos para estos países del aumento de la tensión entre los dos bloques militares.

En los países del Este europeo, la tensión internacional opera en contra de los intentos de reforma, impide atender las necesidades del consumo y alimenta tendencias a la creciente intervención de los militares en la vida política. Sin distensión, la reforma económica no podrá contar con el necesario complemento de la reforma política. Y países como Rumanía, Hungría o la República Democrática Alemana, que han iniciado una reconversión del aparato productivo y una apertura económica hacia Occidente, verían truncados sus propósitos si la tensión llegara a poner en cuestión esta apertura y obligara a una disciplina económica más rígida en el seno del Comecon. La misma Unión Soviética ha hecho una apuesta a largo plazo, con el gasoducto siberiano, que le obliga a mantener buenas relaciones con los países de Europa occidental.Esta relación cada vez más evidente entre tensión, rearme y crisis económica no es ajena a la estrategia que impulsan los sectores más beligerantes de la Administración Reagan y a su política de rearme a ultranza.

Ya no se trata sólo del propósito -cada vez más cuestionable- de alcanzar la supremacía nuclear, sino de propiciar el colapso de las economías del Este y su desestabilización social. Una estrategia en extremo peligrosa, no compartida por la mayoría de gobiernos europeos occidentales.

El miedo del Este

Ante esta situación, marcada por la incapacidad de las dos grandes potencias para abrir caminos al desarme y a la distensión, se manifiestan en el Este europeo movimientos diversos que reclaman la primacía de la negociación sobre el rearme. Resulta cada vez más erróneo pensar que, mientras la OTAN se ve sometida a la presión del movimiento pacifista y a las exigencias de autonomías de algunos gobiernos europeos, el Este es un mundo sin fisuras que no mira con idéntica preocupación el desarrollo -y ahora a la interrupción- de las conversaciones de Ginebra. Sería tanto como pensar que los ciudadanos de los países socialistas no temen al rearme y no expresan el mismo rechazo que en el Oeste ante la hipótesis de que Europa pueda ser el teatro del próximo conflicto nuclear.

En el último período ha comenzado a desarrollarse un movimiento por la paz, por así llamarlo de base, de especial significación sobre todo en la RDA. En este país, el que se vería más directamente afectado por el despliegue de nuevos misiles, miles de personas se han aglutinado tras consignas como la de "transformar las espadas en arados", propugnadas por diversos sectores sociales -entre ellos, la comunidad evangélica-, en evidente sintonía con el movi miento que se desarrolla en la otra Alemania. En otros países del Este se trata de movimientos más embrionarios, pero su particularidad es que suelen rebasar los estrechos círculos de la disidencia y que expresan una voluntad de desarme simultáneo en ambos bloques militares.

Tampoco cabe menospreciar el alcance que han tenido las movilizaciones convocadas por los comités de la paz oficiales. La participación de millones de personas en manifestaciones en varias capitales de países socialistas expresan no sólo rechazo del rearme norteamericano; revela también un sentimiento contrario a la guerra y a las consecuencias sociales de la carrera armamentista, alque no pueden permanecer insensibles los gobiernos de estos países.

Pero incluso en el plano institucional se manifiestan actitudes nuevas que apuntan incipientemente hacia la obtención de un mayor margen de autonomía. Ya no se trata sólo de las conocidas posiciones del Gobierno rumano, que ha reclamado reiteradamente un encuentro de todos los Estados miembros de la OTAN y del Pacto de Varsovia, de tal suerte que las negociaciones no dependan exclusivamente de las dos grandes potencias. Varios comentaristas han destacado que las últimas reuniones del Pacto de Varsovia han conocido por vez primera el debate y el matiz y valoraciones no siempre coincidentes acerca del camino a seguir en el difícil momento internacional, especialmente ante las negociaciones de Ginebra. Matices que aparecieron ya con Ocasión de la fase final de la Conferencia de Madrid.

Los paises más directamente implicados por la instalación de los euromisiles y por la anunciada respuesta soviética son los que se pronuncian de manera más activa por abrir cauces de negociación y los que emprenden más iniciativas diplomáticas en ese sentido. La RDA ha suscrito un comunicado con Austria que supone un llama miento tanto a Estados Unidos como a la URSS en pro de la negociación. Y ha adoptado alguna decisión de evidente valor simbólico, como la supresión de las armas automáticas que separan la frontera de las dos Alemanias. La conmemoración del quinto centenario del nacimiento de Lutero ha dado pie, en la República Democrática Alemana, a una exaltación y resituación de su figura, en la que ha destacado no sólo el factor nacional sino también la voluntad de convivencia pacífica con la otra Alemania, amenazada por el muro de misiles que separa ambos países. El "miedo colectivo" al que se han referido observadores del movimiento pacifista en la República Federal de Alemania no es patrimonio exclusivo del Oeste. Y en ambas Alemanias se abren camino propuestas, como las de Olof Palme, relativas a la creación de una franja desnuclearizada en ambos lados de la frontera entre los dos países.

La iniciativa del PCI

Bulgaria también ha desplegado iniciativas internacionales en ese mismo sentido. Las entrevistas mantenidas recientemente por Yivkov con Ceaucescu y Papandreu han finalizado con comunicados conjuntos que reclaman la desnuclearización de los Balcanes y que suponen una Ramada a las dos grandes potencias para que prosigan el diálogo en Ginebra. Los búlgaros saben que una decisión irreversible hacia el rearme supondría el despliegue en su país de misiles apuntando hacia Italia y Grecia, y que, en consecuencia, representaría una degradación de sus relaciones con ambos países. Incluso en Checoslovaquia se han expresado últimamente puntos de vista nuevos, en la prensa oficial, que reclaman "una Europa sin armas nucleares químicas o bacteriológicas al Este y al Oeste". Los húngaros, que ocupan una posición puntera en cuanto a reformas económicas y a flexibilización del sistema institucional, saben mejor que nadie el precio social y político que tendrían que pagar si no se detiene el actual proceso de rearme. Janos Kadar recordaba recientemente, en vísperas de una visita a Finlandia, que "la suerte de nuestro continente y del mundo depende de si los responsables de los países pertenecientes a los dos sistemas de alianza confrontados y los de otros países que se encuentran fuera de éstas están dispuestos a no actuar escuchando la voz del sentido común".

Los comunistas italianos han sido los primeros en percibir que algo se mueve en el Este y que estos movimientos abren perspectivas nuevas en orden a la distensión y en pro de la afirmación de un margen mayor de autonomía, desde dentro mismo de los bloques militares. Berlinguer ha visitado Rumanía y Yugoslavia y ha mantenido una entrevista de especial duración y significación con Honecker, al que no visitaba desde 1976. Aunque los resultados de esta iniciativa no son ni pueden ser inmediatos, ha podido comprobar hasta qué punto los gobiernos del Este europeo siguen con interés las manifestaciones de autonomías que se expresan de este lado de Europa, como las del SPD alemán o las del Gobierno griego. Berlinguer ha realizado estos desplazamientos sin prejuicios propagandísticos y con un solo objetivo: contribuir a detener el nuevo salto en la carrera de armamentos. Ha avanzado una propuesta muy ajustada, escuchada al parecer con interés: no hacer operativos los Pershing II y los Cruise y comenzar el desmantelarniento simbólico de algunos SS-20; una propuesta Ramada a jugar un papel positivo en el encuentro de Estocolmo, en enero próximo, uno de los pocos foros de distensión que quedan abiertos tras la ruptura de las negociaciones de Ginebra. El PCI es, efectivamente, uno de los pocos partidos comunistas, por su independencia y su fuerza, con capacidad diplomática. Es de esperar que en este caso, como ocurrió con el inicio de la Ostpolitik o la reanudación de las conversaciones entre chinos y soviéticos, su iniciativa encuentre respaldo a ambos lados de Europa (y, ¿por qué no?, por parte del Gobierno español).

es miembro del Comité Central del PCE.

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