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El placer de gritar por la paz

Los países democráticos (al igual que los del Este) dedican más esfuerzos a preparar la guerra que a evitar la paz. El autor del artículo considera que en Occidente, la opinión pú blica tiene más facilidades para manifestarse en contra de esta situación. No obstante, considera que el riesgo de con frontación demanda también a los habitantes de países como Checoslovaquia y la Republica Democrática Alemana a redoblar sus esfuerzos para evitar la instalación de los eu romisiles soviéticos.

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El asesinado presidente John Kennedy creía en la democracia. Y, consecuencia lógica, creía en la supervivencia del hombre. Lo dijo claramente en el último año de su vida, en 1963, casi como una advertencia: "Si la humanidad no elimina las armas nucleares, las armas nucleares eliminarán a la humanidad".Veinte años después de su muerte, los pueblos coinciden con Kennedy. La encuesta realizada por nueve de los grandes diarios del mundo (entre ellos EL PAIS) reveló que la opinión pública quiere desarme nuclear, terminar con la desocupación, una mejor calidad de vida.

Las tres aspiraciones están unidas. Reducido o eliminado el armamentismo nuclear, los capitales liberados permitirían inversiones productivas que disipen el lóbrego fantasma de la desocupación y aseguren un constante progreso en la calidad de la vida.

La encuesta reveló también las contradicciones del sistema democrático, porque los Gobiernos de los países encuestados continúan otorgando mayor importancia al armamento nuclear que a la paz, a la desocupación o a la calidad de la vida. Las obsesiones de los gobernantes se imponen a las esperanzas y necesidades de los pueblos. Es la nodemocracia de las naciones democráticas.

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Diferencias significativas

Eso sí, sus pueblos pueden protestar en manifestaciones callejeras y expresarse en encuestas periodísticas. Algo que les está prohibido a los pueblos de Checoslovaquia y la República Democrática Alemana, confrontados ahora a la decisión soviética de instalar misiles en sus respectivos territorios. No es para consolarse, pero la diferencia es significativa.

Resulta ilógico, entonces, demandar a los checos y alemanes orientales que lancen sus cuerpos contra, los camiones soviéticos que transporten los misfles. Dificilmente podrán hacerlo. La lucha de esos dos pueblos por democratizar, aunque fuera en parte, la sociedad en que viven se dearrolla en condiciones muy duras. En 1948, en Berlín Oriental; en 1968, en Praga, los tanques soviéticos se ocuparon de esterilizar intentos de otorgar cierto humanismo a la sociedad socialista.

No es posible enjuiciar a los pueblos checo y alemán oriental conociendo los combates que libran sus disidentes y el número de sus ciudadanos que conocieron las cárceles por esa disidencia. Pero la gravedad que reviste la hora nuclear, el peligro de una confrontación muclear, les obliga a un esfuerzo redoblado contra la instalación de misiles soviétidos en sus territorios.

Es curioso, pero en las dos Alemanias acaba de celebrarse, con igual entusiasmo, el 5009 aniversario del nacimiento de Martín Lutero, y en ambos casos el énfasis fue puesto en una frase de Goethe: "Gracias al idioma de Lutero, los alemanes se han convertido en pueblo". Todas las celebraciones tendieron a demostrar esa identidad nacional. Al mismo tiempo, correspondió a soviéticos y norteamericanos demostrar lo contrario: que el alemán es un pueblo instalado en dos Estados desde donde se apuntan mutuamente con misfles de la URSS en la República Democrática Alemana y misiles de EE UU en la República Federal de Alemania. Armas cuya eventual utilización está fuera de control alemán.

La protesta en el Este

Cuando el dramaturgo checo Václav Havel salió de la cárcel en marzo de 1983, después de cuatro años de encierro, pudo decir con ironía, respondiendo a una pregunta: "No, nadie va a la cárcel en Checoslovaquia por sus ideas; sólo por expresarlas. Pero ¿qué clase de idea es aquella que no puede ser expresada? Sin duda que se convierte en una idea únicamente cuando encuentra su expresión".

En muchas ocasiones, los disidentes checos han formulado pronunciamientos contra el rearme nuclear, en especial quienes se agrupan en la Carta 77, principal grupo disidente, al cual Václav Havel pertenece. Pero el desafío que impone el hecho de que Checoslovaquia sea uno de los dos países elegidos para el nuevo desplazamiento misilístico soviético seguramente les obligará a un nuevo tipo de combate. Y a nuevas cárceles.

Más difícil aún es la situación en Alemania Oriental. El movimiento pacifista, apenas embrionario, es duramente perseguido. La poca actividad que se puede desarrollar surge de la Iglesia evangelista, que introduce el tema de la paz y la crítica al rear,me nuclear en sus sermones, así como en sus boletines. El principal boletín de Prensa, Kirche im Sozialismus (Iglesia en el Socialismo), es copiado a máquina de escribir o a mimeógrafo por los activistas y distribuido en todo el país. Pero muy pocos de los 17 millones de habitantes de Alemania Oriental conocen su existencia. Los jóvenes tienen más bien el deseo de emigrar a Alemania Occidental, donde al menos podrán hacerse apalear en las manifestaciones pacifistas. Y declarar a los encuestadores de los diarios que les preocupa la guerra nuclear, la desocupación y la calidad -de la vida.

Ignoran que incluso los gobernantes democráticos no leen diarios, solamente informes de sus asesores. Pero poder expresar ideas a voz en cuello sin ser condenados a cuatro años de cárcel no deja de ser un gran placer.

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