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Crítica:'FELIZ NAVIDAD, MISTER LAWRENCE'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nadie tiene razón

El triunfo internacional que obtuvo Nagisa Oshima con El imperio de los sentidos le obligó a medir sus siguientes películas para no caer en la trampa del éxito. Como Bertolucci con El último tango en París, sufrió las presiones de la moda y de los productores que buscaban taquillazos similares; ambos, sin embargo, consiguieron mantener vivas sus propias inquietudes. Bertolucci, realizando la saga coral de Novecento y el drama freudiano de La luna; Oshima, profundizando en la mitología de su país con El imperio de la pasión, y en el absurdo de su reciente historia en la película que ahora se estrena en España tras su paso por Cannes.

Feliz Navidad, mister Lawrence, es, no obstante, una película nacida de aquel éxito al suponer la primera coproducción con Europa en la carrera del autor. Ello ha debido influir en su tono narrativo: lejos del talante experimental o novedoso que Oshima lució en lo mejor de su cine, esta película se atiene a unas normas narrativas más ortodoxas, cayendo incluso, aunque brevemente, en ciertos tópicos. No se debe entender esto, a pesar de todo, como un defecto grave del filme. Desde una perspectiva desapasionada, lo que es frecuente en Oshima, la película se plantea una insólita y emocionada reflexión sobre el disparate de la guerra y sobre la estúpida violencia que genera el enfrentamiento de dos culturas. Si no hay novedad en las imágenes, la hay, y mucha, en su planteamiento.

Feliz Navidad, mister Lawrence

Director: Nagisa Oshima. Guión: Nagisa Oshima y Paul Mayesberg, según la novela de sir Laurens Van Der Post. Fotografía: Toichiro Narushima. Música: Ryuchi Sakamoto. Intérpretes: David Bowie, Tom Conti, Ryuchi Sakamoto, Beat Takeshi, Jack Thompson. Drama. Británica-japonesa, 1983. Locales de estreno: Palacio de la Música y Novedades.

Uno de sus aspectos es el de que sea precisamente un director japonés quien se plantee la crueldad de las tropas de su país. Naturalmente, no lo hace en el burdo tono de aquel cine norteamericano de posguerra que utilizaba la amenaza amarilla como simple propaganda patriótica. Oshima entiende que esa crueldad nace de sus propias tradiciones, pero, ante todo, de la perspectiva occidental con que se contempla. En Feliz Navidad, mister Lawrence, son los aliados quienes sufren los castigos nipones en el campo de concentración. Pero la bobalicona conducta de los jefes británicos no oculta que, en caso inverso, esa crueldad se ejercería con igual fuerza, aunque en formas más civilizadas.

Los prisioneros y sus verdugos viven una relación conflictiva. Si, por un lado, son los propios japoneses quienes ejecutan a uno de los suyos por prácticas homosexuales, el capitán responsable del campo no podrá reprimir una inquietante fascinación por el nuevo detenido, el intrépido y misterioso soldado que interpreta David Bowie. Si el sargento Hara usa de su látigo con una facilidad que roza el sadismo, también sabrá sensibilizarse con sus prisioneros.

"Nadie tiene razón", sentencia mister Lawrence, el coronel que habla japonés y sirve de intermediario en el campo de concentración, cuando, al cabo del tiempo, ve que la vida se reproduce con la misma tensión de la guerra. Efectivamente, todos los hombres que se enfrentan en la película (no hay un solo personaje femenino) lo hacen por mantener criterios ajenos: los que les imponen sus graduaciones y no su lógica personal. Ésta es una película sin héroes.

Filme duro, que se desliza en ocasiones por el terreno de lo cómodo (los innecesarios recuerdos del soldado Bowie), pero que mantiene una constante vital que nace de la sinceridad de Oshima y el buen trabajo de los actores.

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