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Terrorismo suicida contra la fuerza multinacional en Líbano

Mitterrand realiza un viaje relámpago a Beirut para visitar a los soldados heridos y conversar con Gemayel

El presidente de Francia, François Mitterrand, efectuó ayer una breve e Inesperada visita a Beirut para expresar su apoyo al jefe de Estado libanés, Amin Gemayel, y su solidaridad a los 2.000 soldados del contingente francés de la fuerza multinacional destacada en Líbano y víctima, el domingo, de un sangriento atentado, según informaron fuentes de su séquito. Escoltado por varios cazabombarderos Mirage, el avión Mystére presidencial aterrizó en el aeropuerto de la capital poco antes de las ocho de la mañana.

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Un helicóptero con los motores en marcha esperaba a Mitterrand al borde de la pista para transportarle hasta la residencia del embajador de Francia en Líbano, Fernand Wibaux, donde recibió a Gemayel, que se había desplazado hasta allí para entrevistarse con el presidente galo.Sólo cuando Mitterrand penetró en el recinto de la residencia fue anunciado oficialmente el primer viaje a Líbano, desde su independencia en 1943, de un jefe de Estado francés. La visita, de tan sólo ocho horas de duración, se desarrolló en medio de estrictas y aparatosas medidas de seguridad, que dieron lugar a más de un incidente entre la Prensa y los paracaidistas franceses encargados de la protección del presidente.

Tiras haberse recogido un momento en la capilla ardiente donde han sido transportados los cadáveres de los 23 soldados muertos bajo los escombros del edificio volado, el presidente, al que acompañaban el ministro de Defensa, Charles Hernu, el jefe de Estado Mayor, general Jannoti Lacaza, y el general François Cann, que manda el contingente francés, se dirigió al lugar de la tragedia.

Cuatro niños atrapados

Ni siquiera un momento dejaron de trabajar los socorristas y las excavadoras que, cuando hizo su aparición Mitterrand, a las diez de la mañana (nueve, hora peninsular española), se esforzaban aún por rescatar a los 36 soldados atrapados en los escombros junto con cuatro niños, cuya edad oscila entre los 13 años y los dos meses, y su madre.

Mohieddine Hamawi, el, padre ele la familia sepultada y portero del edificio del barrio residencial de Ramlet el Baida, donde se alojaba una compañía del sexto regimiento francés de infantería para caidista, tuvo la enorme suerte de salvar su vida porque, cuando se desplomaron los ocho pisos -a las 6.23 horas de la, madrugada del domingo- acababa de abrir su pequeña pescadería distante varios centenares de metros del lugar de la explosión, provocada por 800 kilogramos de TNT, según las últimas estimaciones de los expertos castrenses.

Con la cara descompuesta por el dolor y la falta de sueño -había pasado en vano la noche en vela al lado de los socorristas, esperando que encontrasen a sus hijos-, se acercó hasta Mitterrand para pe dirle que hiciese todo lo posible para rescatarlos cuanto antes y con vida.

Perros lobos

Después, ante los periodistas, Hamawi acusó a los franceses, con lágrimas en los ojos, de "buscar sólo a sus soldados y olvidarse de su familia", pero el portavoz del contingente francés, el teniente coronel Philippe de Longeaux, se apresuró en desmentirle. "Creen ustedes", dijo De Longeaux a los periodistas, mostrando a los perros lobos traídos ayer de madrugada de Francia y que rastreaban los escombros para localizar a eventuales supervivientes, "que son capaces de distinguir entre el olor de un francés o de un libanés".

La arena que levantaban las grúas y excavadoras al maniobrar manchó a toda la comitiva presidencial mientras los paracaidistas, nerviosos, volvían, por segundo día consecutivo, a empujar e insultar a los fotógrafos y equipos de televisión que, al no poder rodar de lejos a causa del polvo ambiental, intentaban acercarse a Mitterrand. "Les vamos a disparar si no se alejan", "son unos vampiros sedientos de sangre", gritaba un teniente exaltado a los periodistas.

Vestido con un traje azul marino y una corbata oscura, Mitterrand, tenso y pálido, no despegó los labios, limitándose a escuchar las explicaciones que le proporcionaba el general Cann sobre la operación de rescate, antes de volar en helicóptero al portaviones francés Clemenceau, anclado en aguas libanesas, para visitar a los 15 heridos del contingente galo allí hospitalizados.

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