Moscú se resigna a aceptar como inevitable la instalación de una parte de los euromisiles previstos por la OTAN
El Kremlin mira ya mira el año 1984, resignándose a no encontrar, por lo menos hasta entonces, una solución al problema de las armas nucleares de alcance medio en Europa y aceptando como inevitable, la instalación de una parte de los euromisiles previstos. Esta es la enseñanza que ayer se extraía en círculos occidentales de Moscú del comunicado de Yuri Andropov leído el miércoles en la televisión soviética.
En sus declaraciones, Andropov había rechazado con vehemencia las últimas propuestas hechas por Reagan sobre el desarme en Europa. Dando por hecho el inicio de la instalación de los euromisiles, el Kremlin -según diversos síntomas- se dispone ya a preparar la debida respuesta, que tan enigmáticamente viene anunciando desde hace casi cuatro años. Las protestas pacíficas no han logrado quebrar la dureza atlantista de los Gobiernos eurooccidentales y Andropov no escondió su decepción.Mientras busca la debida respuesta, Moscú parece decidido a cerrar filas con sus aliados y con su propio pueblo. De un modo que sorprende por lo poco frecuente, la agencia oficial Tass convocó ayer al pueblo de Moscú a una manifestación pacifista que se celebrará el próximo sábado y finalizará con concentraciones y discursos en 15 puntos diferentes de la ciudad.
Los rumores casi prebélicos que transpiran los medios de comunicación de la URSS se agravaron aún más después del incidente del jumbo surcoreano, y la forma en que se dio a conocer el propio comunicado de Andropov hace suponer que no se trata precisamente de ahorrar sobresaltos.
En lo que respecta a los aliados, esta misma semana hizo una inesperada visita a Moscú el ministro de Asuntos Exteriores de Checoslovaquia, Bohuslav Chnoupek, que es uno de los dos países del Pacto de Varsovia -el otro es Alemania del Este- en los que podría alojarse la debida respuesta a los euromisiles en forma de nuevos cohetes de alcance medio. (La otra posible réplica de Moscú -según los expertos- sería la instalación de nuevas armas estratégicas en buques soviéticos situados frente a las costas de Estados Unidos.)
A comienzos de este mes, tuvo lugar en Moscú una reunión de secretarios de partidos comunistas en el poder encargados de lo temas de propaganda. En este encuentro -según informó la Prensa soviética- se habló también del desarme en Europa y, previsiblemente, se trataba de coordinar acciones y puntos de vista entre los aliados; de la URSS. El comunicado ole Andropov del miércoles era también la primera toma de postura del líder soviético después del incidente del jumbo surcoreano. Andropov respaldó las tesis ya conocidas del Kremlin sobre esta sangrienta crisis, que tan preciosas bazas propagandísticas ha hecho perder al Kremlin en un momento clave. Algunos observadores destacan cómo en las declaraciones del jefe del partido y del Estado soviético no se apoyaba explícitamente la enérgica actuación en el asunto de la aviación soviética. Por otro lado, la visita realizada a China por el secretario de Defensa estadounidense, Caspar Weinberger, está siendo seguida por los medios de comunicación soviéticos, curiosamente, con una gran delicadeza, como si se temiera irritar a los chinos cuando faltan escasos días para que se reinicie una nueva ronda de conversaciones chino-soviéticas a nivel de viceministros de Asuntos Exteriores.Los contactos normalizadores entre Moscú y Pekín -que fueron interrumpidos después de la invasión de Afganistán en diciembre de 1979 y reanudados hace un año- toman especial importancia en un momento en que el Kremlin siente especiales agobios por su flanco occidental. Así, la gira de Weinberger no ha levantado de momento ningún enérgico comentario de la Prensa de Moscú, lo que resulta especialmente llamativo si se compara con el tratamiento que se dio al viaje a China realizado por el antecesor de Weinberger, Alexander Haig, en junio de 1981, cuando Pravda y la agencia Tass acusaron a Pekín de "histérico antisovietismo" y de estar al servicio del "espionaje imperialista". Por aquel entonces, la venta de armas norteamericana China era vista como una provocación. Ahora, sin embargo, Tass ha lucido un moderado lenguaje y ha preferido recordar el contencioso sobre Taiwan que sigue empañando el diálogo entre Washington y Pekín.
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