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Reportaje:

Nic renace autogestionada, seis meses después

La creación del primer muestrario autogestionado de Manufacturas Nic, cuyas 160 prendas infantiles expone con orgullo el nuevo departamento de estudio, se inició un día inesperado de primeros de marzo. Seis meses después, la mayor fábrica de géneros de punto de Badalona, en la que trabajan mayoritariamente mujeres, ha realizado los primeros pasos de normalización en el proceso productivo. Hoy los trabajadores de Nic compiten en el mercado con resultados que sorprenden a los espectadores de este singular proceso. La empresa presentó suspensión de pagos el 9 de marzo, días después de conocerse la presunta implicación de sus antiguos propietarios en el fraude a la Seguridad Social, hecho que posteriormente no ha sido confirmado.Los miembros del comité que aún permanecen en sus cargos describen en términos de soledad la sensación experimentada ante el abandono de la familia Puente, accionista principal. Su soledad aumentó cuando todos los cuadros y encargados anunciaron, en un primer bloque la mayoría y paulatinamente los restantes, que no estaban dispuestos a heredar la situación.

"Todo fue un gran caos, especialmente porque la sorpresa y el desánimo nos desbordó en los primeros días. Nosotros estábamos acostumbrados a una práctica reivindicativa, pero nunca imaginamos que tendríamos que gestionar una fábrica con 300 trabajadores".

Manufacturas Nic, S A, contaba en el momento de la suspensión de pagos con una plantilla dividida entre el centro de trabajo de Badalona, compuesto por 230 trabajadores y otro, más pequeño, en la población ilerdense de Borges Blanques, con 70 trabajadores. El pasivo ascendía a 320 millones y, por esas fechas, subasteros y policías visitaban con frecuencia la fábrica, lo que aterrorizaba a los trabajadores y sin duda influyó en la desaparición del empresario. Las gestiones del nuevo administrador dejaron fuera de duda su misión de liquidar el patrimonio.

El período de guerra, término que utilizan las sociedades laborales y las cooperativas en Cataluña para definir sus primeras reacciones frente al caos, duró en Manufacturas Nic dos meses. "Lo primero fue tomar la decisión de seguir y convencernos de que podíamos intentarlo", recuerdan. La mitad de la plantilla se quedó en ese camino y, entre ellos, el director de fábrica, el jefe de compras, el director financiero, el director de estudio del producto y los encargados.

En el centro de Borges Blanques las disputas entre los trabajadores todavía colean: 18 trabajadores de este centro se acogerán a rescisiones de contratos y otros 130 lo han hecho ya en Badalona. Ahora, las grandes naves de Nic, en las que se reparten ordenadamente las secciones de almacén, tisaje, agrupamiento, corte, confección y etiquetaje, resultan excesivamente grandes.

Desde el mes de mayo, un nuevo gerente, Ramon Suay, reúne la singular característica de garantizar la transición de uno a otro modo de producción, después de haber sido apoderado por el antiguo propietario, a propuesta de los trabajadores. A la nueva dirección se ha añadido únicamente una directora comercial, Carmen Calvet, también de las jóvenes generaciones.

Suay explica su gestión como un proceso que nada tiene que ver con el socialismo y sólo trata de obtener un rendimiento competitivo a partir de una situación de abandono. El desmantelamiento de la red comercial y la anulación de todos los pedidos era el punto de partida.

La toma de decisiones

El 9 de septiembre quedaron normalizados los salarios que habían estado reducidos a su mínima expresión. Todos los departamentos cuentan ahora con nuevos jefes salidos de la propia plantilla. La sección de diseño del producto que, en el ramo textil es pieza clave, está ahora dirigida por el único técnico que no abandonó la empresa.Se han ido recuperando pedidos. Las decisiones, en esta etapa, cuentan con la opinión decisiva de un original órgano compuesto por un comité renovado, ampliado con el gerente, la directora comercial, el coordinador de producción y el jefe de administración, este último puesto ocupado por el antiguo contable.

Los nuevos directivos confiesan que los rendimientos son todavía bajos, seguramente porque todos los mandos son nuevos. El absentismo es alto, aunque se está corrigiendo. Los objetivos ya están definidos: en 1985 esperan obtener beneficios, después de haber vendido a precio de coste en 1984 y partiendo de un programa de inflexión.

Han sido tachados de locos por sus compañeros y confiesan que su aventura es sólo una respuesta, tal vez desesperada, al carnet de paro. Seis meses después, sin embargo, los resultados sorprenden a los que se fueron y a los propios protagonistas.

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