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31º Festival de Cine de San Sebastián

Dos españoles en concurso

Aunque ahora presente su primera película, José Antonio Zorrilla ha sufrido ya todas las miserias de la industria del cine. Dispuesto desde hace años a dirigir películas -"la narración", dice, "es lo más importante"- ha escrito para Televisión textos de los que no quiere acordarse, guiones para cortometrajes, para el ya inexistente Nodo y, para cuanto, en definitiva, le acercara al sueño dorado de la realización profesional. No es, sin embargo, un hombre que olvidara por ello la realidad de lo inmediato y, al tiempo, se fue preparando para ¡,a carrera diplomática que ya le ha llevado como secretario y consejero a consulados de Finlandia, Polonia y Túnez.Tuvo que ser extraño para un diplomático verse premiado a sus 36 años en festivales internacionales por cortometrajes tan insólitos como El barranco de Víznar y Argeles y buscar dinero en cualquier parte para financiar el rodaje de El arreglo, su primer largometraje, que ahora compite en la sección Nuevos Realizadores del Festival de San Sebastián, en cuyo jurado intervengo, lo que elimina la posibilidad de poder emitir ahora un juicio crítico. Se trata, no obstante, de un filme que sigue la tradición del cine negro clásico, "que huye de las claves y ahonda más en la poética normal". Le disgustan a Zorrilla las películas con pocos actores o escasa acción, elementos que encuentra frecuentes en el cine español "con las excepciones, entre otras, de algunas películas de Saura, Josefina Molina, Gutiérrez Aragón, Erice o Chávarri", aunque carece de ideas preconcebidas: su novela Antiguo esplendor pertenece a otras propuestas estéticas.

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Es una trayectoria distinta a la de José Sacristán, el otro nuevo director español que se presenta en la sección competitiva del festival. Con un historial de más de 90 películas como intérprete, su vinculación con la industria reposa antes en el conocimiento de sus limitaciones que en el alimento de sueños imposibles. No está, por ello, desprovista su película de riesgos: Soldados de plomo quiebra la costumbre de un cine de consumo inmediato ySeacerc.a a parcelas de la expresión cinematográfica de menor impacto seguro. Su película ha tenido, por ello, buena acogida en los comentarios festivaleros, por encima de los que obtuvo en la reciente Semana del Cine Español, de Buenos Aires, en la que los críticos argentinos consideraron a Sacristán como el portavoz de la situación democrática que ahora gozamos, basándose fundamentalmente en sus trabajos de Asignatura pendiente y Solos en la madrugada, y de ahí que se sorprendieran de que Soldados de plomo no prolongara el mismo estilo.

José Sacristán, que cuando trabajaba habitualmente en los sainetes domésticos buscaba también aquel ejemplar perdido de Triunfo o el libro que admiraban los intelectuales famosos, quiere aunar su prestigio de actor, fundamentalmente cómico, con el rigor de un ciudadano inquieto. Ahora, como director de cine, tiene que aliarse también con los requisitos de la industria: su reto es, pues, tan espinoso como interesante.

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