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LAS VENTAS / FERIA DE OTOÑO

La gesta

La afición madrileña elevará a la categoría de gesta la actuación de Palomar ayer, con aquel cinqueño pasado, apabullante y badanudo, corretón despavorido, que en el fondo no era nadie, como se supo al final; pero solo al final.La afición es desmesurada e hiperbólica, sobre todo en sus recuerdos, y esa gesta tendrá cantares tiempo adelante, cuando todos los que ayer aplaudíamos al bravo diestro soriano necesitemos acudir a la plaza una hora antes; el tiempo que tardaremos en subir las escaleras hasta la localidad -por los achaques de la vejez.

Una vez en la localidad, apoyados en la cachaba y recuperado el resuello, contaremos a los jóvenes aficionados la gesta de José Luis Palomar, soriano de pro, una tarde otoñal en Las Ventas, cuando le salió un pavo badanudo que huía y no se le pudo picar.

Plaza de Las Ventas

15 de septiembre. Segunda de la feria de otoño.Tres toros de Javier Molina, inválidos; segundo, de Alejandro García, manso; dos sobreros de Fernando Palacios: cuarto de banderillas negras, sexto inválido. José Luis Palomar. Bajonazo (aplausos y salida al tercio). Estocada y descabello (oreja y clamorosa vuelta). Juan Antonio Esplá. Bajonazo (palmas). Pinchazo y estocada caída (ovación y salida al tercio). Morenito de Maracay. Pinchazo (silencio). Pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio).

Relataremos entre espasmos de tos que, inesperadamente, Palomar reclamó las banderillas, negras, y prendió un gran par al quiebro; que llegó a dominar a aquel toraco áspero y huidizo, primero mediante muletazos violentos, luego con relajados redondos, y que se volcó sobre el morrillo, para cobrar una estocada a ley. Tras un aparte dedicado a fastuosos carraspeos, evocaremos la oreja bien ganada, el clamor del triunfo, los gritos de "¡torero!", la nueva ovación, cerrada, cuando ya había concluido la vuelta al ruedo; la emoción y la alegría que había en la plaza por el éxito legítimo de un espada cabal.

Por ahí debe ir la fiesta, siempre encauzada en la emotividad que marca invariablemente el toro y subraya el corazón del torero. Y si en ella cabe la fragancia de alhelí en el diseño de las suertes, pues mejor; pero si se queda en la reciedumbre de un diestro valiente, lo mismo será bueno, porque esto también es lidia y es fiesta. Así se lo diremos, de vejetes, a los aficionados imberbes, si declamada la batallita aún nos queda gota de aire en el pulmón para la moraleja.

Naturalmente callaremos que Palomar tuvo la inaudita ocurrencia de ofrecer las banderillas negras a sus compañeros de tema, y que nos pareció ver a Morenito de Maracay disfrazándose de niebla; pues la categoría de la gesta podría disolverse en anécdota. Mas no callaremos que el resto de la corrida padecía invalidez; veneno que sume la fiesta en estertores de muerte.

Hubo un primer toro cuajado y reservón, con el que también estuvo muy valiente Palomar. Y entre inválidos, lució la torería de Juan Antonio Esplá que dio la réplica a su compañero soriano lanceando a la verónica sentado en el estribo, y le brindó el toro, con acalorado parlamento. Banderilleó bien Esplá, instrumentó primorosos quites, corrió a una mano, lució el aleteo de las largas afaroladas, y en sus faenas de muleta, que no podían tener ligazón a causa, de la debilidad de las reses, exhibió numerosos detalles de pulcritud técnica. Si en la empresa hubiera sentido comercial, ya estarían anunciados, Palomar y Esplá, mano a, mano.

Otros inválidos desmerecieron la actuación de Morenito de Maracay, cuyo estilo depura cada día más, a pesar de lo cual brilló en los tercios de banderillas, y un par al quiebro ejecutado en el platillo puso al público en pie. También lo contaremos, pues la rememoración de la gesta admite sabrosas derivaciones. Por eso hemos aprendido de coro el texto de la pancarta que había ayer en la plaza y que desde lejos parecía un editorial. Decía así: "Viva Soria porque tiene / San Saturio junto al Duero / el Mirón en una cuesta / la Soledad en el paseo / y Palomar su torero". El cantar de gesta había empezado.

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