Prólogo bienintencionado
La primera parte de Victòria! la superproducción catalana que ha dirigido Antoni Ribas, se estrenó el viernes por la noche en el cine Florida de Barcelona, con la asistencia de sus intérpretes, Xabier Elorriaga, Helmut Berger, Norma Duval, Carme Elías, Pau Garsaball y Alfred Luchetti, así como numerosas personalidades de la vida política e intelectual.Que Victòria! intente unirse al ciclo de un cine de saga histórica que Novecento, Siberiada o La tierra de la gran promesa han precedido con singular talento, supone un encomiable e insólito esfuerzo que sitúa a su promotor y director Antoni Ribas a la cabeza de las mayores ambiciones cinematográficas registradas en España. En este caso, el que V¡ctòria! verse, además, sobre una parte de la historia de Cataluña, amplía sus dificultades y su mérito toda vez que la cinematografía catalana no ha encontrado en la última década un terreno fértil para desarrollarse ni sus matices han podido ser expuestos con libertad a lo largo de muchos más años, prácticamente hasta ahora.
DIEGO GALÁN
TRIVES,
La propuesta de Ribas tiene, por tanto, un doble frente reivindicativo, y en esa lectura su película -su esfuerzo- merece el aplauso. El resultado concreto, sin embargo, puede ser discutido al margen del apoyo que tan buena intención merece. Y ese resultado es menos plausible, aunque haya que esperar el final de las tres partes de Victòria! para entender seriamente qué aportación trae Ribas al mejor conocimiento del pasado y qué es lo que le ha inspirado, en definitiva, para acometer una empresa tan interesante y ambiciosa.
No es, desde luego, la necesidad de suplir la ausencia de información que aún se padece sobre nuestra Historia porque, contra todo pronóstico, la primera entrega de Victòria! exige conocimientos previos en el espectador: la simple contemplación de las imágenes no le acercará a una valoración más profunda de la complejidad que vivieron España y Cataluña durante la primera guerra mundial. Parece incluso que la película trata de evitarla agotando la mayor parte de sus dos largas horas en describir las vicisitudes privadas del personaje principal, un anarquista honesto y valiente que no encuentra fácil apoyo en sus proyectos.
La crisis política y económica de 1917 queda desdibujada, como telón de fondo, sin que Ribas arriesgue una opinión que supere la elemental ilustración de sus consecuencias y no tanto de las causas que la originaron. El esquema histórico queda ahogado por el melodrama y, aunque éste se ilustre con detalles ambientales que precisan aspectos de la época, la narrativa se entrecorta, se dispersa, impidiendo una complicidad emocional con el protagonista.
El tono narrativo querido por Ribas inserta una acción en otra, interrumpiéndolas mutuamente con más gratuidad que dialéctica. Conduce ello a una cierta confusión, a una mezcla de datos que no se perfilan o quedan definitivamente abandonados en el filme.
La inteligente sensibilidad del principal intérprete, Xabier Elorriaga, no logra superar tales conflictos narrativos porque se encuentra poco ayudado con el esquema de héroe de viejo cine de consumo con el que se ha querido traducir en 1983 los movimientos anarquistas de hace más de sesenta años: en su trabajo, no obstante, se encuentra lo mejor de está primera parte de Victòria! El resto del reparto le secunda con menos matices.
A tenor de esta primera parte, parece probable que el error fundamental de Antoni Ribas sea precisamente el de su ambición: con las cartas que ha manejado hasta ahora no son precisas tantas horas de película: su grandiosidad queda forzada, sin desprenderse de la narración, de las -pocas- ideas dramáticas de su puesta en escena.
Los mejores momentos del filme son los que se componen en cuadros corales, como el del naufragio de la primera secuencia, aunque también en ellos resida a veces parte de sus excesos: los espléndidos registros de voces no corresponden, por ejemplo, a la realidad de quienes cantan en imagen, ni el tono arnichesco del barrio chino es el más riguroso para narrar las mísera condición de sus habitantes. Habrá que confiar en que el nudo y el desenlace de las dos próximas partes justifiquen su presentación.
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