Loa y lamé de Marujita Díaz
Revista, revista, siempre revista, de Mariano Torralba y M. Díaz.Música de Alfonso Santisteban y varios. Intérpretes, con Marujita Díaz: Alfonso del Real, Paco Cecilio, Carmen Platero, Marta Valverde, Yulio Abatar, Guillermo Antón.
Teatro Príncipe. 1 de septiembre de 1983.
Lujo, plumas de marabú, chicas con piernas largas y óptimas caderas, dobles sentidos, ambigüedades oratorias de fondo sexual, y recubriendo lo dicho, un tono de cuidada y fácil despreocupación galante. Todo esto definía al género revista. Y la vedette, en la apoteosis final, bajando una encristalada es calera entre péñolas y airones, brillantes y turgencias, como apare ció después en muchas comedias musicales de Hollywood. Pero no sé si la revista vive todavía, como no sé si vive el cabaré. Nuestro mundo, de una parte, es demasiado pobre, y de otra ha superado ciertas fronteras del sexo en las que precisamente se apoyaba este género frívolo.
El espectáculo que Marujita Díaz presentó la otra noche en el teatro Príncipe de Madrid (de escenario no todo lo amplio que la revista requiere) es un homenaje al género revisteril y un intento, codo con codo del encomio, por resucitarlo. Revista, revista, siempre revista quiere ser una síntesis del género. La intención es buena, la actuación aspira a no ser trivial, pero el libreto es pobre, cuando no plano. Se recurre, en ocasiones, a chistes fáciles de gastado contenido político, y un cierto reaccionarismo (acaso consustancial al género) aflora en otros diálogos, faltos del toque mágico de las mejores piezas.
Pero el intento por brillar es innegable. Y en esa línea clásica, de lamé, plumas y joyas hay dos cuadros perfectos: el de las tigresas y los tarzanes como sacados de figurines de Erté y el casi final de homenaje a La corte de faraón, zarzuela con toques de revista. Los homenajes es lo que más agradeció y festejó el público del estreno. (Apertura de temporada a la que acudieron desde Xavier Cugat a Nati Mistral, y desde Conchita Montes o Niní Montián a Umbral o José Luis Alonso.)
Marujita Díaz -siempre llena de buena voluntad- y Alfonso del Real fueron aplaudidos en el célebre dúo Llévame a la verbena de San Antonio, de Las Leandras. Números como Agua de la fuentecilla, en la cuerda del Madrid castizo, o El lenguaje del abanico, dentro de la más pura tradición de la revista, cuentan entre lo más conseguido.
El poeta y profesor cubano en Estados Unidos José Olivio Jiménez, que estaba conmigo, me desveló la cercanía de algunos cuadros -los más fulgentes- con los buenos tiempos del Tropicana habanero, con sus chicas lindas y largas y las continuas evocaciones de cosas fastuosas. Pero ambos teníamos dudas sobre si es posible hoy la resurrección de este género. Los espectáculos de strip-tease (y hablo de los elegantes) anulan el descoque de las chicas de revista. La saludable libertad de las costumbres en el tema del sexo torna obsoletos la mayoría de los dobles sentidos y juegos de palabras picarescos. Y si se cae en la obviedad, o en la frase gruesa, se desploma con estrépito el invento. En cuanto a los números dialogados, siempre contaron con la posibilidad de ser superados por una buena comedia. Hay algo encantador, ingenuo y dulce en la revista. Y a la que comento no le falta espectáculo (gana en el segundo acto), pero ¿puede ahora existir la revista? Esa es mi duda. Queda, sí, el camino del homenaje. Pero La blanca doble, hoy por hoy, es imposible. Claro que, como bien dice Borges, con su ingenio, habitual: "Una función del arte es legar un ilusorio ayer a la memoria de los hombres".
Babelia
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