Asciende a 31 el número de víctimas por la represión del jueves y el viernes en Chile
Tarde de perros en Santiago. El sábado, la ciudad enterró sus muertos con las primeras manifestaciones callejeras en las que se ha acoplado valor para insultar abiertamente al general Pinochet. "¡Pinochet/CNI (policía política) asesinos del país!", "Milico/rastreroltu padre es un obrero!". La cifra de muertos asciende ya a 31, después del fallecimiento de otros cinco heridos de bala en los incidentes del viernes. La mayoría de las víctimas fueron sepultadas en el cementerio General de Santiago, osario civil que también recibe enterramientos católicos, cementerio de pobres, en el que hace tres años se descubrieron cientos de fosas clandestinas que ocultaban asesinados tras el golpe de 1973. Allí están las tumbas, siempre florecidas, de Violeta Parra, Víctor Jara y Pablo Neruda.
Van llegando, en una procesión inacabable, los cortejos fúnebres y los manifestantes. Frente a la tumba de Violeta, un dirigente político juvenil arenga a los presentes: El general Pinochet ha empJeado 18.000 hombres para ocupar Santiago, exactamente el doble de los empleados por la dictadura argentina para ocupar y defender las islas Malvinas (...). El 80% de los muertos y heridos tienen menos de 30 años; el régimen ha tenido que asesinar a la generación que creció bajo su tutela...".Se arrojan cientos de claveles rojos a los pudrideros, que, ante la miseria de las víctimas, han tenido que ser sufragados por suscripción en los poblados (7.000 pesos cada enterramiento: 10 dólares). La bandera de Chile es la única que se alza; anegados en lágrimas, todos cantan el himno nacional cada vez que un nuevo féretro es descendido a su fosa. Se, grita a los periodistas. extranjeros: "¡Cuenten fuéra cómo aquí se asesina a los inocentes!".
Se entra y se sale del camposanto para ir recibiendo más coches mortuorios. Los carabineros tienen tomados los accesos y se les increpa: "¡Asesinos!, ¡mierdas!". La primera granada lacrimógena empieza a hurnear en la misma puerta del cementerio, junto al coche de la familia de una de las niñas muertas.
Refugio entre las tumbas
La masa humana se atropella para buscar refugio entre las tumbas. Siguen cayendo granadas entre escenas de histeria. ¡"Están locos, están locos ... !". Al amparo de una tapia, tras un nicho, se reparte solidariamente pasta de mentolado y vicks vaporubs para embadurnar mejillas y fosas nasales.
Los familiares de la niña muerta piden a gritos que se les abran las puertas del cementerio para escapar de la nube acre y gris que envuelve la calle. Carabineros armados con hondas disparan guijarros y bolas de rodamiento hacia el interidr de la necrópolis. Desmayos, ataques de ira; la bandera de Chile yace por tierra, derribada en el tumulto. Jóvenes de sangre fría aconsejan salidas alternativas a la puerta principal, menos copadas por los pacos (carabineros). Los mismos desatinos se cometieron en los cementerios Católico y de Pudahuel. De vuelta a la ciudad, se canta La marsellesa.
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