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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Carrera hervida

Como uña y carne.Director: Robert Dalva. Guion: Richard Kletter y Jerome Kass, según la novela 'El regreso del corcel negro', de Walter Farley. Fotografía: Carlo di Palma. Música: Georges Dederue. Intérpretes: Kelly Reno, Vicent Spano, Allen Goorwitz, Woody Strode. Aventuras. Norteamericana, 1983.

Locales de estreno: California, Cartago e Infante.

Es ésta una continuación de El corcel negro, la película que dirigió Carroll Ballard en 1978 y que, a lo que se deduce, supuso un éxito para la productora de Francis Ford Coppola, tan deteriorada en su capacidad económica por los fracasos de todos conocidos.

Las aventuras de aquel niño fascinado por la belleza de su caballo, Negro, se prolongan en esta nueva película, variando el ambiente playero de la primera parte por el más seco del desierto. En pocos minutos se concreta la acción de la película, incluso de forma muy precipitada para quienes no conozcan sus antecedentes. El famoso caballo es robado por una tribu árabe, a la que legítimamente pertenece, para que participe en la carrera quinquenal de los bereberes, de cuya victoria depende la hegemonía de una tribu sobre otra. El niño embarca clandestinamente hasta Marruecos, donde continúa su lento y espinoso peregrinaje.

El nuevo director, Robert Dalva, filma con exactitud cuanto el guión le cuenta, pero no cree demasiado en ello. La película está falta de inspiración. La ingenuidad de aquellos viejos filmes de aventuras en los que se ofrecían como verosímiles las más disparatadas ocasiones, da paso aquí a una estética prosaica e inadecuada que desvela la inconsistencia del proyecto. Se quiere heredar una fórmula sin las motivaciones que la hicieron posible: el resultado es mecánico y sólo esporádicamente surge un motivo de interés, al menos para mí, espectador adulto. El público infantil puede sentirse más atraído por las aventuras de otro niño perdido en el desierto por el amor de un caballo.

Los exteriores están filmados con elegancia, con medios. En ese sentido, el espectáculo está garantizado: nada hay que reprocharle. La carrera final, meta del propio filme, dispone de los elementos propios de este tipo de secuencias. Pero todo ello queda hervido por el espíritu mecánico con que se ha filmado. Quizá falten gotas de melodrama o de humor, algunos puntos. Con ellos, aunque no fuera más importante, Como uña y carne podría entretener con emociones. Ahora sólo queda la posible fantasía de los niños volcada en las aventuras de su héroe. Sin duda, ello debe producirse de forma suficiente para que Fod Coppola haya producido una segunda parte de la historia.

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