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Los intelectuales franceses acentúan sus distancias con el Gobierno de Mitterrand

Más de dos años después de la victoria de la izquierda, en Francia, el Gobierno reconoce y lamenta que el mundo intelectual no está con él. Los más importantes filósofos, sociólogos o escritores, ciudadanos de izquierdas en gran mayoría, defensores de los partidos socialista o comunista en tiempos no lejanos, hoy o critican acervamente al "socialismo a la francesa" o han puesto punto final a su militancia política.

El mundo específicamente intelectual es minoritario en Francia, corno en otro meridiano cualquiera. Pero, en este país, la influencia de sus ideas en la sociedad es poderosa, o lo ha sido al menos. Cuando los socialistas consiguieron el poder del Estado en mayo de 1981, no todos, pero una parte significativa de ese club de la inteligentzia francesa entonó la Internacional en la legendaria plaza de la Bastilla. El nuevo presidente, François Mitterrand, escritor reconocido, y muchos de sus más cercanos colaboradores procedentes del área de las artes y letras daban por descontado el apoyo intelectual para potenciar su gestión ante los ojos del país.Los hechos después iban a probar que aquella noche revolucionaria de la Bastilla fue la última noche: "Algo así como el final del modelo de intelectual comprometido de los últimos decenios", dirían después filósofos como Gilles Deleuze o Bernard Henri Levy. El Gobierno ha disimulado o negado este plantón que le ha propinado el mundo intelectual, pero ha terminado por reconocerlo.

"Elecciones, traición"

El escritor, secretario de Estado y portavoz del Gobierno, Max Gallo, acaba de confesar lo que piensa el poder de izquierdas sobre el particular: para el portavoz del Gobierno socialista-comunista los sucesores de los grandes pensadores, que en tiempos del Frente Popular, en 1936, predicaron las ideas de izquierdas no han acudido a la cita del día 10 de mayo de 1981. A su modo de ver, la causa de fondo es una: los intelectuales de los últimos decenios vivieron la política inmersos o influidos por el comunismo, que, desde la década de los años sesenta, empezó a decepcionarles. "Elecciones, traición", uno de los lemas de mayo de 1968, fue posiblemente la depuración poética-sarcástica del final del engagement (compromiso) que los papas del moralismo, Jean-Paul Sartre y Albert Camus, le ofrecieron a la inteligentzia francesa, que nació con el fin de la segunda guerra mundial. Como lo entendieron los militantes socialistas en su momento, y como ahora lo rememora Max Gallo, el adiós a la política realista, para una parte de los intelectuales franceses, se materializó con el apoyo a la candidatura de Coluche, el cómico francés que, en la precampaña electoral de 1981, ridiculizando las instituciones y la función presidencial, llegó a sensibilizar a un 16% de los electores, en el que figuraba, por ejemplo, el filósofo Deleuze.

Mantener las distancias

De acuerdo con encuestas realizadas en las últimas semanas, desde su victoria de 1981, el poder socialista no ha regateado esfuerzos para ganar los favores de los intelectuales. Mitterrand, el ministro de Cultura, Jack Lang, y todo el Estado socialista ya no saben qué hacer para convencerlos de que todo lo que "criticaron y detestaron durante casi un cuarto de siglo de mando de la derecha fue derrotado en mayo de 198U. A los pensadores más importantes, empezando por el filósofo Michel Foucault, según indica uno de los informes precitados, les han ofrecido puestos importantes, embajadas, títulos. Pero ni un solo nombre realmente. célebre ha querido colaborar con el nuevo poder.No es posible decir de manera concreta cuál es el reproche determinante de los intelectuales a los socialistas. Quizá la palabra arcaismo sea la que, para ellos, conlleva más parentesco con toda la acción del Gobierno socialista-comunista. La inmensa mayoría también coincide al decir que "nada de lo que hacen los socialistas nos moviliza". En los dos años de poder socialista ni un solo intelectual de renombre, de los que se dicen de izquierdas, ha escrito algo en favor del poder. Los escritores o intelectuales partidarios de la derecha, Por el contrario, no pasan prácticamente un día sin que disparen. El libro del ex ministro gaullista y giscardiano Alain Peyrefitte Cuando la rosa se marchite es uno de los dos o tres éxitos de librería del año.

Según los estudios realizados últimamente sobre esta cuestión, diríase que, a la postre, la victoria socialista en Francia pinchó las ilusiones de las que había vivido la inteligentzia en la oposición. Paralelamente, dice Deleuze, que se declara de izquierdas, "da la impresión de que, hoy, el mundo intelectual, lo que teme como mal único es el comunismo". Los socialistas, con su lirismo aún vigente, por un lado, y con su colaboración con los comunistas, por otra parte (cuatro ministros en el Gobierno), continúan viviendo en un planeta que no es el de los profesionales del pensamiento.

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