Las enfermedades del parado
El ocio forzoso ya no es la panacea soñada y provoca importantes conflictos
La sociedad moderna está indiscutiblemente basada en el trabajo, aunque éste ya no coincide plenamente con el tipo de labor de la maldición divina del Génesis: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan". La instrucción y la educación preparan para el trabajo, las diversiones son una fuente de placer después del trabajo y la jubilación es la recompensa de una vida de trabajo.Cuando el mundo vivió en los años sesenta y primeros setenta un período de desarrollo económico y social sin precedentes, los futurólogos nos predecían una sociedad en la que el trabajo sena cada vez más llevadero y en la que el tiempo de ocio sería cada vez más largo y placentero.
Los últimos años nos están probando fehacientemente que aquellos pronósticos eran pura utopía y que el ocio voluntario que se nos prometía ha sido sustituido, en el caso de millones de personas, por un ocio forzoso. Mientras que el paro y el subempleo han sido y son fenómenos corrientes en los países en desarrollo, las poblaciones occidentales no están en absoluto preparadas para vivir en una sociedad en la que escasea el trabajo, sobre todo cuando esa escasez contradice tan abiertamente todas las esperanzas. de una formación cada vez más larga y, paradójicamente, cada vez más ineficaz.
Esa evolución provoca fenómenos difícilmente asimilables y que están ocasionando trastornos de la salud que no pueden en absoluto infravalorarse. Una sociedad en la que cada vez es más corriente el trabajo negro, sin protección social y sin pago de impuestos -esto es, sin posible participación en el esfuerzo común de un país-, no será gratificante para sus miembros. Éstos sufrirán de un modo u otro las consecuencias de una situación para la que no estaban preparados.
El paro que mata
Éste es el título de un capítulo del fascinante libro del periodista británico Peter D. O'Neill, titulado La salud, en peligro para el año 2000, y publicado por encargo de la Oficina Regional para Europa de la OMS. Para el autor, la acción desastrosa del paro es terrible, pero insidiosa, porque se halla hoy disimulada por el pago de .unos subsidios en general insuficientes, pero que dan a los Gobiernos y a las clases favorecidas la agradable sensación de que están haciendo algo.
El cuadro típico que está empezando a ser habitual en España y en los países occidentales tiene pocas variaciones: el parado ahoga sus frustraciones en las bebidas alcohólicas, mientras la amargura se instala en el hogar; la esposa pasa a ser a veces,el sostén de la familia, situación que empeora aún más la triste imagen que de sí mismo tiene el parado; en esa situación, los hijos tienen muy pocos alicientes para adquirir una formación sólida y caen en el consumo de los variados medios que ofrece la sociedad para huir de la realidad: bebidas alcohólicas, drogas socialmente no admitidas, delincuencia menor.
En esa situación de profunda misena psiquica, las enfermedades psicosomáticas hacen fácil presa: las jaquecas, el insomnio, las palpitaciones y la úlcera de estómago son hoy trastornos que aparecen cada vez con más frecuencia en los desempleados y en sus familiares.
Debe señalarse un hecho que no deja de ser alarmante y que ha sido justameqte destacado por el profesor R. Sainsaulieu, del Instituto de Estudios Políticos de París: el paro no sólo está siendo nocivo para quienes lo padecen directamente, sino para el conjunto de la población trabajadora, al producir en las empresas un aumento de la arbitrariedad, el autoritarismo y la pasividad. La falta dé crecimiento de numerosas empresas ha eliminado casi todas las posibilidades de ascenso, de modo que a menudo la única motivación para el trabajo es negativa: no ser despedido.
Soluciones imaginafivas
Ante una situación tan grave y tan particular, parece que los Gobiernos están totalmente esclerosados en la búsqueda de soluciones. Mientras que la lucha contra el síndrome de inmunodeficiencia adquirida -grave sin duda, pero que sólo ha afectado hasta ahora a unas 2.000 personas- es declarada prioridad sanitaria número uno en Estados Unidos, la lucha contra las depresiones, el alcoholismo y la drogadicción engendrados por el desempleo es objeto de una indiferencia general.
Sólo algunos tímidos intentos tratan de ir a las raíces del problema y de hallar soluciones realmente innovadoras, que no consistan exclusivamente en sanear la economía dejando que quiebren las empresas en mala situación y aumentando así el paro. Se aplica lá vieja receta de tan poco contenido social: que todo vaya peor para que algún día vaya mejor. Pero puede suceder que ese día no llegue nunca para los hoy enfermos del paro.
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