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Crítica:FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cante en la plaza de Chinchón

Chinchón, en sus fiestas veraniegas, también ofreció una noche flamenca a su pueblo. Y el pueblo estaba allí en masa, bullicioso y despreocupado, disfrutando del acontecer festero y de una espléndida noche estival. El aspecto lúdico de la fiesta popular, pues, se cumplió sobradamente, pero en la increíble plaza Mayor-plaza de toros de Chinchón faltó el recogimiento que el espectáculo flamenco exige.A pesar de ello, los artistas le echaron corazón, como si se encontraran en el cuarto de los cabales. Mucho corazón y mucha voz puso en su cante Gitanillo de Bronce. Tiene un eco bonito, tiene rajo, pero le falta, a mi entender, medida y se excede en el grito, se excede en hacer el tercerío largo, largo, y en flamenco, tan malo como quedarse corto es pasarse; cada copla, cada estilo, tienen su desarrollo justo, y no atenerse a él casi siempre es malo.

Enrique Orozco, en cambio, hace de la medida su regla de oro. Con su voz laína, pequeña, dice los cantes suavemente, a veces no pasa del susurro, y logra, sin embargo, algo muy propio, de enorme dulzura y delicadeza.

Por uno de esos azares de la programación, era la tercera noche consecutiva que oíamos a José Mercé. Aunque por una vez -y creo que acertadamente, dado el ambiente en que el espectáculo se: desarrollaba- prescindió de los géneros mayores, lo que hizo en su línea habitual de verdad y grandeza. Tientos y tangos, fandangos, bulerías, le dieron oportunidad de demostrar una vez más su clase de cantaor extraordinario.

Pepe y Luis Habichuela hicieron el toque de la manera propia en ellos habitual. Pepe interpretó en solitario una composición suya, pues es un tocaor con clase de sobre para el concierto y, según tengo entendido, ha grabado un disco con sus creaciones en ese aspecto. El baile corrió a cargo de Carmen Cortés, La Carmeta; no buscó la facilidad, ni mucho menos, pues abordó directamente las alegrías, que en baile son de muchísimo respeto, y después hizo unas siguiriyas sobrias, con duende. Sería injusto silenciar el cante que le hizo Manuel Palacín, con un torrente de voz bien administrado; sobre todo, las siguiriyas, alguna de tanta dificultad como la del señor Manuel Molina, que hizo de manera excelente, sin descuidar la servidumbre al baile; eso es muy difícil.

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