Fascinante paradoja
Inmediatamente antes de Sed de mal (1957) y después de La dama de Shangai, Macbeth y Otelo, Orson Welles realizó una de sus películas más costosas o, al menos, una de las que más problemas creó a su productor, atormentado ante la idea de que los primeros presupuestos del filme aumentaran. Siete meses de rodaje en tres países distintos y siete meses más para montar son un tiempo superior incluso al de la media del cine norteamericano del momento (1955) y, en cualquier caso, abismalmente distinto al del cine europeo. Y europeos eran sus productores.Mister Arkadin (Confidential report) es otra vuelta de tomillo al Ciudadano Kane, que consagré a Welles en todo el mundo, una nueva consideración del mito del hombre todopoderoso que maneja el destino de sus semejantes. No es sólo una denuncia de la corrupción que le aupó al poder, sino también una contemplación de su contradictoria personalidad, un reflejo del rechazo y atracción que atormentan al propio Welles cuando se fascina por entender la emoción del poder del personaje y su vinculación con los dioses del Olimpo, pero sin dejar por ello de despreciar la injusticia que genera.
Mister Arkadin Guión y dirección: Orson Welles
Fotografía: Jean Bourgogne. Música: Paul Misrak. Intérpretes: Orson WeIles, Michael Redgrave, Patricia Medina, Robert Arden, Paola Mori, Akim Tamiroff, Mucha Auer Franco-ítalo-española, 1955.Local de estreno: Azul.
WeIles admira a mister Arkadin por su grandeza, que relaciona con la de algunos personajes de Shakespeare, y le odia por su inhumanidad. Le observa inquieto, dándole su propia corporeidad de actor, mientras narrativamente atiende el punto opuesto siguiendo la encuesta que realiza un aventurero contratado por el mismo mister Arkadin para que averigüe por el mundo cuanto se conoce de su pasado. El poderoso quiere que su hija herede algo más que su fortuna: un buen nombre, un mito, el recuerdo de un padre excepcional que le permitió acceder a las más envidiables felicidades.
La encuesta se complica, se enturbia, adjetivándose en una dimensión barroca que Welles sirve con imágenes que eluden el documental. El mundo que retrata aparece distorsionado por el mito de Arkadin. Los decorados, los rostros de los actores, los ángulos de cámara concretan la aventura en términos oníricos: .cuanto ofrecen puede ser o no cierto, responde o no a la auténtica verdad de Arkadin, porque de lo que se trata no es tanto de ofrecer un perfil biográfico del gran hombre, sino una reflexión apasionada y personal sobre el poder que representa.
Welles introduce un elemento melodramático, el secreto que debe ignorar la hija del magnate, pero lo distancia con una frialdad que evita cualquier vinculación emocional con el público. No es la anécdota lo que le importa, sino la pintura de un mundo oscuro que tantos protagonistas de carne y hueso tienen en la vida real. Lo realiza con genio.
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