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Los restos del naufragio

Mil personas en un cine son todas las que pudieron reunir los ultras para comnemorar su 18 de julio. No vamos a engañarnos y a creer que la extrema derecha de una país cabe en las cuatro paredes de un local de mediano aforo, pero existe el hecho evidente de que, tal y como electoralmente ha quedado demostrado, las llamadas fuerzas del Dieciocho de julio son un residuo claramente minoritario. Esto explica de algún modo la crispación, la ira e incluso la histeria de varios de los intervinientes en el mitin, al que asistieron espectros del pasado que, como Pilar Primo de Rivera, podrían tener un mayor respeto para su propio mito, dejando de acudir a actos con variopintos acompañantes que han perdido el tren de la historia.No es de extrañar que en tal mitin se corearan proclamas golpistas, se calificara al Gobierno de "prostituido, corrompido y vendido al judaísmo internacional" (Hitler no ha muerto todavía para algunos), que se dijera de la Iglesia católica que "ha elegido el camino de la apostasía en vez del martirio", que se defina a la actual España de "una cloaca pestilente", que se grite que la agricultura "se ha vendido a la mafia del capitalismo internacional" o se califq¡ue a Fraga de traidor. Los ultras están crispados, y encima de pocos, mal avenidos. En el mismo acto se dio una buena muestra de división, levantándose algunos asistentes ante ciertas intervenciones.

Visto con ojos desapasionados, las manifestaciones de estos sectores aparecen como un espectáculo casi surrealista, extraído del túnel de la historia y próximo a lo grotesco. Prescindiendo de la consideración e incluso el respeto que podamos sentir -aunque estemos totalmente en contra de sus ideas- por personas que, como Pilar Primo de Rivera, se han mantenido fieles a su pasado, hay que convenir que el espectáculo dado por estos sectores se aproxima más a lo patético que a lo temible. Ver a todo un colectivo de personas que desconocen totalmente el país y el mundo en que viven y se niegan a creer que la historia camina por otros rumbos es realmente triste. Son un reducto, nada más, del que los traidores, según su terminología, han terminado por abandonarles en una espantosa soledad.

19 de julio

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