Rosemary Riberos
Una de las pocas madres de desaparecidos en Argentina que vuelve a encontrarse con su hija después de ocho años
Rosemary Riberos, boliviana, separada, madre de una niña, y actualmente exiliada en Suiza, estuvo encerrada, durante cinco años y medio, en las cárceles argentinas por motivos políticos. Como otras muchas mujeres, a los rigores de una represión indiscriminada tuvo que añadir el dolor por la desaparición de su hija, Tamara Arce.
Desde el momento de su detención, Rosemary Riberos no volvió a saber nada de su hija, que entonces tenía año y medio. Al cabo de casi ocho años, cuando ya no lo esperaba, ha recibido la noticia de que la niña ha sido localizada y que sus padres adoptivos están dispuestos a devolvérsela.Rosemary no es muy alta, tiene una cara dulce con los típicos rasgos andinos. Pocas horas antes de reunirse con Tamara en Lima pasa por el aeropuerto madrileño de Barajas. Está un poco pálida y ojerosa. "Es la emoción y el cansancio", explica. Sin embargo, puede más la alegría y no para de sonreír mientras abraza efusivamente a los miembros de la Liga de Derechos Humanos de Argentina que la esperan. "¡Y cómo no voy a sonreír con este regalo!".
La historia de Rosemary es la misma que la de muchos ciudadanos argentinos, sólo que ella ha tenido la suerte de tener un final feliz. A principios de los setenta emigró a Argentina en busca de un puesto de trabajo. Pero no encontró la vida digna que pretendía. Por el contrario, un día de 1976, antes de que los militares protagonizasen el golpe de Estado que llevó al poder al general Jorge Videla, fue detenida en plena calle. En ese momento empieza su odisea.
"Previamente al golpe de Estado, los militares hicieron una recolección de nombres en las fábricas, en las escuelas, en las universidades, fichando a todos aquellos que, según ellos, hablaban de más y realizaban acciones que no son comprensibles en un régimen constitucional".
Rosemary, obrera de una fábrica textil, era entonces una de esas personas que hablaban un poquito de más, pero en ningún caso, ni entonces ni en los años siguientes, supo por qué la habían detenido. Jamás fue abierto contra ella un proceso judicial. Fue conducida a una comisaría y durante un mes se la hizo desaparecer en un cuartel donde fue interrogada y torturada. Estuvo tres meses sin poder comunicarse con sus familiares en Bolivia. Mientras tanto, una compañera de trabajo se hizo cargo de la niña, que entonces tenía un año y medio. Rosemary vivió el momento más dramático al enterarse de que su amiga también había desaparecido y no había rastro de la pequeña Tamara.
Rosemary fue trasladada al penal de Villa Devoto, donde convivió con otras 900 presas durante cinco años y medio compartiendo unas duras condiciones de vida que favorecían la autodestrucción psicológica. "Mucha gente se volvió loca en ese lugar y hubo varios suicidios". "La libertad es una lotería", dice Rosemary, al reconocer que tuvo la suerte de ser la agraciada con el número premiado. En 1981 tras las gestiones de la ONU y de Amnistía Internacional, Rosemary consiguió el visto bueno para salir de Argentina y empezar una nueva vida en Zurich. Ahora que la suerte ha besado de nuevo su frente, Rosemary volverá a ver a su hija que tiene ya nueve años. Su localización se la debe a las Abuelas de la Plaza de Mayo.
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