Supertramp, en el campo de batalla
La noche dedicada a Supertramp y a los últimos coletazos del poshippismo fue toda una página de sucesos. Un movidón que no es normal. Llegar a la puerta y poder entrar por ella fue ya un vía crucis. Diversos miembros de la Policía Nacional le remitían a uno a lugares diversos. Y uno obedecía dando vueltas a la manzana del recinto como si de las murallas de Jericó se tratara. Después de ser empujado, estrujado y maltratado, venía uno a dar con sus huesos en el polvo del corral. Porque a los organizadores, en este caso Gay, se les antoja que el mejor sitio para ver rock es cualquier sitio que cumpla el requisito mínimo de ser el más barato. Y ya puestos a mirar tan sólo hacia el vasto horizonte del máximo beneficio se llena el corral todo lo que se puede y más. Por 2.000 pesetas, apacibles ciudadanos son transformados en rebaño de ovejas. Ovejas humilladas y explotadas.No es extraño que ante semejantes desmanes empresariales pase lo que pasa. Y lo que pasa es, sencillamente, que los espacios de paz y amor se transmutan en campos de batalla. La gente bronca o menesterosa, intenta colarse y es arrojada contra el asfalto exterior como se hacía con los forasteros en el saloon de las películas del Oeste. Eso mosquea bastante y la brutalidad degenera en el ojo por ojo y diente por diente.
Supertramp
Concierto Rock. Campo del Gas. Madrid, 7 de julio.
En la noche del jueves, mientras en el escenario sonaba Supertramp, al fondo del recinto resonaba el estruendoso fragor de la batalla. Una mano se introduce desde el exterior por una rendija de la puerta. Desde dentro, la mano es pisoteada y pateada por los servicios de seguridad. Momentos más tarde, la puerta es atacada a botellazos y destrozada parcialmente. Algunas botellas enormes sobrevuelan las cabezas de los espectadores. La Policía Nacional acude a la custodia de la puerta e instantes después la segunda puerta es atacada nuevamente. Lluvia de botellas. Lluvia de botes de humo. Mamporros a mansalva. Carreras y terror al fondo del recinto. Uno intenta salir y un policía le ataca escudo y porra en mano. Gracias a los reflejos, uno grita: "¡Prensa!", enseña el carnet y por esta vez no cobra. Suerte y azar que no todos tienen. Un policía selectivamente razonable y una paliza menos.
Música dócil
Durante la batalla, Supertramp interpretaba sus tranquilas canciones. Desde hace trece años, Supertramp ha venido creando una serie de canciones cuyo principal valor reside en ser eminentemente tarareables. Mezcla de rock sinfónico y arreglos jazzísticos, esta banda consiguió con su tercer elepé, Crime of the Century, colocarse a la cabeza de las listas inglesas. Música dócil y sin problemas que supo adaptarse a los nuevos planteamientos de industria discográfica de los setenta. Consiguieron buena promoción y obtuvieron buenas ventas. Lo que Supertramp presentó en Madrid, en lo que tal vez sea su última gira antes de desaparecer, fueron muchas lucecitas, un vídeo pasado de moda, muy buen sonido y una recopilación de sus canciones obsolutamente mortecina, que impelía a arrastar los pies por el polvo hasta la huida final.Músicas aparte, es necesario hacer una llamada a la sensatez. Movidos por sentimientos estrictamente humanitarios, advertimos que, de celebrarse el próximo concierto de Rod Stewart, en similares circunstancias y en el mismo recinto, la matanza parece inevitable.
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