El chico de Orce
En este tiempo la rebeldía se ha convertido en una sopa. Estéticamente ya no existe posibilidad de ser un marginado o un heterodoxo porque toda provocación se somete en seguida al frío industrial y es lanzada en oferta a las amas de casa en envase esterilizado. Las neveras se fabrican ahora con un apartado donde se congela cualquier clase de herejía. Ha pasado con todo. El mismo infierno es un underground literario, un suburbano en llamas que discurre bajo nuestros pies con los vagones rebosantes de artistas en la hora punta, y los demonios ardiendo en ollas magefesa sólo sirven de atrezzo para las películas de Polanski. Antiguamente el demonio fue una brasa o estrella errante caída del cielo. ¿Pero qué es el cielo? Tal vez sea un espacio color de rosa donde uno puede pasar toda la eternidad sentado entre Ruiz-Giménez y Óscar Alzaga comiendo mazapán mientras un quinteto de cuerda y viento ameniza la sesión con el bolero infinito de Ravel. La historia estaba cerrada. Pero en esto aparece el hombre de Orce como un provocador, en plan punkero prehistórico y el castillo se ha venido abajo. Sólo por un momento.Ese pedazo de cráneo descubierto en la Venta Micena pertenece a un adolescente que vivió hace un 1.400.000 años, muchos milenios antes que su inmediato sucesor. Quiere decirse con esto que la teoría del hombre en la tierra ha sido derrumbada otra vez. Ese chaval de Orce propietario del fósil es el último hereje, rebelde o marginado que ha desmitificado nuestras estructuras. Lo teníamos todo envasado, el cielo, el infierno, la paleontología, el culto al zumo de zanahoria, la cibernética, los héroes del espacio y el inventario de tumbas clásicas. Ahora ha salido un aberrante de ese estrato inferior que tiene pared medianera con el fuego eterno, ha enseñado un trozo de su cogote de ocho centímetros de diámetro y a partir de ese hueso la historia ha comenzado de nuevo. Pero no importa. Dentro de poco, una vez fichado, este joven provocador de Orce bailará el vals con la dama de Elche y será consumido por las amas de casa co mo una sopa de cráneo Gallina Blanca.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.