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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Quedarse a mitad de camino

La historia del cine está repleta de filmes excelentes dirigidos por artesanos mediocres, basados en una novela sin interés e interpretados por actores que sólo en aquella ocasión resultaron convincentes. Las explicaciones posibles del fenómeno son muchas, y van desde una conjunción astrológica favorable hasta una consideración erudita sobre las ventajas del lenguaje estandarizado que impuso Hollywood en sus años gloriosos.En El año que vivimos peligrosamente todo está bien, pero siempre hay algo que falla: el vendaje del ojo de Mel Gibson, los uniformes demasiado nuevos de los militares indonesios, el improbable rojo que cubre las paredes del bar en que se reúnen los corresponsales de Prensa destacados en Yakarta, el tamaño de la pancarta de protesta contra Sukarno que le cuesta la vida a Linda Hunt, la falta de interpelación directa por parte de la vociferante masa que apedrea la embaja de EE UU, etcétera.

El año que vivimos peligrosamente

Director: Peter Weir. Intérpretes: Sigourne Weaver, Mel Gibson, Linda Hunt. Guión basado en la novela de C. J. Koch. Música: Maurice Jarre.Estreno en AIbéniz Cinema. Madrid.

Son siempre pequeños detalles los que estropean el efecto de conjunto, impidiendo que el espectador se sumerja en un mundo semejante al de El americano impasible.

El filme de Peter Weir nos cuenta la historia de amor entre un periodista australiano y una diplomática británica, pasión que se desarrolla en Indonesia los días previos a la caída de Sukarno. La crónica de los grande acontecimientos se entrelaza con el drama personal de la pareja protagonista, que duda entre participar como profesionales en los enfrentamientos que se avecinan o tomar el primer avión hacia una apacible cafetería con aire acondicionado.

En medio de los dos, actuando como hombre que todo lo sabe y que mueve los hilos para que sus amigos estén siempre en el lado bueno, encontramos a Billy, un enano chino interpreta do por Linda Hunt, que se erige como el narrador y la conciencia. del film, único poseedor de un punto de vista tan ajeno al fanatismo de los desesperados como del cinismo imprerialista.

Podría estar muy bien y no lo está. Ni tan solo está muy mal, víctima heróica de un riesgo excesivo. El año que vivimos peligrosamente es una obra que se queda a mitad de camino por falta de imaginación, de vitalidad, de peligro. Son muy pocos los momentos en que los personajes parecen existir y se separan de la robotización a que les somete el guión.

Un producto al bañomaría

Sigourney Weaver es la única que, bailando o sonriendo, escapa del esquematismo. El resto queda atrapado en la compleja maquinaria de esta superproducción australiana que, hasta el final, se empeña en darnos pruebas de su falta de temperatura. Así, toda la secuencia que lleva a Mel Gibson al aeropuerto, que debería marcar una progresión de la amenaza de muerte, se diluye en un gesto vodevilesco, en un pasar por la puerta cuando los guardianes están entretenidos con un maravilloso Nagra.No hay montaje paralelo que relacione la lentitud burocrática con el avión que escapa, nadie busca a Mel Gíbson en concreto y ni tan siquiera el trayecto en coche está filmado con criterio de carrera de obstáculos.

El resultado es un producto al bañomaría en el que no es protagonista ni la historia ni la pasión.

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