El cheli
Fernando Sánchez Dragó me lleva a su programa televisivo Biblioteca Nacional para tratar de mi Diccionario cheli, que va por la segunda edición. La cosa se hace, efectivamente, en la Biblioteca Nacional, y a unas horas de la mañana que son indecentes para los que trasnochamos un poco. Me enamoro inmediatamente, urgentemente, de la azafata de los pasillos y las bebidas. Hay otra, una tal Montse, catalana y minifardera, que también me gusta, pero que me parece es predio de Sánchez Dragó, y los machos machistas respetamos mucho esto de las mujeres de la tribu. Algo así como Las estructuras elementales del parentesco, de Levy-Strauss. A, mi izquierda, Eduardo Haro Ibars, que llega tarde, con un vistoso pañuelo al cuello, y pide gin / tonic. (La televisión conserva los usos franquistas e hipócritas de prohibirnos beber licores, a las estrellas invitadas, cuando aparecemos en pantalla, mientras que sus principales ingresos publicitarios son la publicidad de licores.) Haro Ibars define al hombre del nuevo lenguaje como "el hombre que va a bares", y concreta muy bien mi diccionario como obtenido, principalmente, de la Tercera Galería de Carabanchel, que es la dura. Sánchez-Dragó, a mi derecha, me lee algunos artículos asesinos contra el cheli, uno de ellos del inolvidable Mac Macarra, de Hermano Lobo. No conocía el artículo, y lo digo: "Yo es que por las tardes me dedico a fornicar y no leo Prensa". Ignoro la de la tarde". El cheli, como cualquier otra cosa, es un test político que nos da el espectro social de España. Les, digo que el cheli, posiblemente, es una merde y no existe, pero que a mí me colocó un kilo Juan Grijalbo por escribirlo, y por eso lo hice. Van por la segunda edición en medio año.Después de Dragó viene Emilio Alarcos, sabio, vallisoletano / ovetense, catedrático, académico y estructuralista. Es uno de nuestros primeros lingüistas y un entrañable talento que hizo estructuralismo con la poesía del cálido asturiano socialrrealista Ángel González. Se lo digo: "Eres un pequeñito, Emilio, porque yo soy de la generación de los" padres, y cuando aprendí mucho, en mis años fundamentales, fue con tu padre, gozosamente vivo, Emilio Alarcos García, en Valladolid". Emilio señala el cheli como herencia recibida del caló, y yo le matizo que, entre el caló y el cheli, está el quinqui (payo que remeda la vida de los gitanos), el Lute, el Lolo y todo eso, en los felices sesenta, que, aparte de ser una respuesta como romántica a la represión cuarentañista, generaron un dialecto: chinorris (niño pequeño); já, que en el cheli se convierte en jai. Etcétera. Dragó encuentra tan apasionante la movida que decide dedicarle dos programas sucesivos, en vez de uno, y después de otros vidrios seguimos con el rollo. A la derecha de Alarcos está Emilio de la Cruz Aguilar, ayer creador inolvidable de "las cassettes de Mac Macarra", en Hermano Lobo, y hoy pulcro profesor en no isé qué Universidad madrileña. Dragó lee, sí, unos fragmentos de un letal artículo de Cruz Aguílar, contra mí. Cruz Aguilar, el gran Mac Macarra, trata de disculparse. "No te retractes, por favor -le digo-que no es de caballeros.' Estamos entre chelis, pero entre chelis españoles, o sea caballeros de la mano en el pecho".
Dragó trata de humillarme leyendo las ausencias de la tertulia: Cela, Lázaro, Carreter, Lledó, Pániker. Lo de Camilo lo comprendo (aunque yo no le había solicitado), porque debe ir de estrella invitada a todas partes y no perder escalilla. Lázaro es para mí un gran maestro, pero supongo que yo soy para él un amigo incómodo. Lledó, que tanto me elogia en privé, a lo mejor no quiere en público. Pániker me ha escrito una larga carta / ensayo sobre el Diccionario cheli. "Es un gran libro". Pero comprendo que el puente aéreo trastorna la fenomenología del espíritu. El cheli, ya digo, sólo vale como test. La derecha universitaria -Alarcos, Cruz Aguilar, Sastre, Lázaro, Dragó, Pániker- se abstiene. La izquierda natural y silvana -Haro Ibars- precisa que el cheli viene de Carabanchel/Tercera galería.
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