La neutralidad y el supremo bien de la paz / y 2
Lo cierto es que España ha entrado en el círculo infernal de la compra de armas altamente sofisticadas, a precios elevados y con graves condicionamientos políticos y tecnológicos. Ello nos convierte en un país supeditado, por decirlo del modo más eufemístico. El hecho de que en términos per cápita sea una nación con Gobierno socialísta -Francia- la primera exportadora mundial de armamento, creo que no puede consolar a nadie. La verdad es que Mitterrand ha continuado en el mismo papel anterior de Giscard, de mercader de armas. ¿De qué sirven, pues, tantos mensajes de solidaridad como se emiten deíde París a los menos desarrollados, en pro de su libertad, o pidiendo un nuevo Bretton Woods? ¿De, qué va a servir tanta palabrería si Francia es un proveedor decisivo de armamento de los países pobres (que así se empobrecen aún más.y se hacen más autoritarios), y si además tiene ahogado su gasto. público con encargos de nuevos submarinos atómicos, bombas de neutrones, etcétera? Jean Jaurés, asesinado en el verano de 1914 por ser un socialista defensor de la paz, si levantara la cabeza difícilmente identificaría a Mitterrand como un miembro del PSF. ¿Y qué pensaría un Pablo Iglesias si viera cómo van las cosas por estos pagos nuestros? Pero aún es tiempo y hemos de insistir..En el fondo, como ya indiqué en el primer artículo, ayer, lo que prevalece en el Gobierno del PSOE -o por lo menos en sus actos y declaraciones más relevantes- es la idea de que España no puede ser neutral. De hecho, igual que hizo UCD, se está siguiendo el viejo, falaz y antihumano aforismo de si vis pacen, para bellum; cuando, en realidad, el que quiera la paz debe trabajar por la paz.
Y en ese trabajo porla paz pienso que España debería reencontrar el hilo de su tradición neutral. La neutralidad española hoy también es posible. Aún es factible, antes de adentrarnos más en la cienaga mortífera del armamentismo. Podría argumentarse muy extensamente, desdé luego. Pero, por obvias razones de espacio, sólo expondré algunos de los argumentos, y lo más brevemente posíble, en favor de una neutralidad racional:
1. En Europa hay países neutrales, que han hecho de la paz un principio constitucional y que sirven de foros para encuentros intemacionales en favor de la distensión. Son países con una ya considerable tradición democrática, con alto nivel de vida, y, que en parte debido precisamente a su posición neutral han resistido comparativamente bien la crisis económica que empezó en 1973. Esos países son: Suecia, Suiza, Austria, e incluso Finlandia, con todas sus particularidades.
2. La neutralidad de España sería la mejor opción política, militar y económica. Políticamente, nuestro país ganaría en prestigio internacional. Con un peso demográfico, económico y de área idiomática mucho mayor que los cuatro neutrales europeos ya citados, España pasaría a tener un papel considerable en toda la estrategia de la distensión. Es cierto que la neutralidad exigiría la salida de la OTAN (esperada por una inmensa mayoría), la transformación de los convenios con EE UU con la retirada de las fuerzas norteamericanas de las bases (un anhelo también de la mayoría) y la solución racional y razonable de los problemas del Estrecho y del Magreb (un tema a estudiar más detenidamente con la cabeza fría, y atreviéndonos a decir en público lo que casi todos aceptan en privado). Todos esos problemas tienen solución, una solución además, interrelacionada, que acabaría con las ambigüedades y contradicciones del presente. Claro es que hay dificultades y presiones; pero ése es el gran reto, conquistar un futuro mejor para todos, del que podamos estar orgullosos y no pesarosos.
La naturalidad
3. La opción de la neutralidad, militarmente no significaría rele gar la defensa y los ejércitos, sino precisamente lo contrario: darles toda su importancia. Con unos pocos aviones más o menos sofisticados, unos centenares de blindados de modelos foráneos y algunos contados mísiles, amén de un portaviones fácilmente localizable, las Fuerzas Armadas españolas -por mucho que se modernicen- serán siempre un dispositivo muy limitado en el esquema atlantista, sin que su presencia o ausencia influya para casi nada en el célebre balance de poder interbloques. Con la particularidad adicional de que tan extrema vulnerabilidad convertirá a nuestras Fuerzas Armadas en muy poco útiles en cuanto a la propia defensa del terrítorio nacional. Para garantizar la independencia y la integridad territoríal de España (artículo 8.1 de la Constitución), lo que nuestro país necesita -y ésta es la opinión de militares muy distinguidos- son unas Fuerzas Armadas defensivas que puedan disuadir a cualquier Ejército de cualquier veleidad de invadir nuestro país; por la seguridad de que esa invasión sería difícil y de que la ocupación resultaría costosa y siempre inestable.
Ese propósito cabe lograrlo con un sistema original, en gran parte con recursos propios, con un Ejército pegado al territorio y en ósmosis completa con el pueblo. No con un Ejército a merced de unos pocos misiles a concentrar sobre algunos emplazamientos, por lo demás bien conocidos.
4. Por último, está la cuestión económica. Por muchas célebres contraprestaciones que se ofrezcan para los programas FACA, Harrier, Sikorsky, etcétera -ya veremos en qué quedan luego todas esas promesas-, el saldo neto deficitario de la balanza por gastos militares va a ser muy considerable. Importaremos armas, y con ellas más paro.
Gran cantidad de recursos se inmovilizarán para fines militares, sin incidencia económica positiva y sin'efectos para una defensa eficaz. Y si exportamos armas en mayores cantidades -el gran descubrúniento para la reindusuialización española- estaremos contribuyendo a aumentar aún más la tensíón internacional. Con algunas pequeñas excusas para la galería (apenas Suráfrica y tal vez el Chile de Pinochet).
De cara a 1992, no estará tampoco. de más reflexionar que sí España aspira realmente a promover .la comunidad latinoamericana de naciones, difícilmente va a conseguirlo, si es que gradualmente vamos convirtiéndonos en simple pieza de una maqumiaria que no se gobierne desde aquí, sino desde Washington. En fin de cuentas, si España no recupera su neutralídad y no la hace valer para trabajar por la paz y por la libertad, todo el discurso político oficial desde el Gobierno, con pretensiones progresistas, quedará vacío, huero.
Y a la postre, en 1986, el castigo electoral no será menor para quienes ratificaron los pactos bilaterales con Estados Unidos y para quienes consolidaron la permanencia española en la OTAN, que el castigo que el 28 de octubre de 1982 recibieron quienes firmaron aquellos pactos y maquinaron en toda su mediocridad el innecesario ingreso en la alianza atlantista.
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