Ansiar el éxito

Eva al desnudo, la excelente película que Mankiewicz dirigió en 1950 descubría los trasfondos del mundo del teatro narrando las trampas y mentiras de que era capaz una joven actriz para arrebatar el puesto a la más consagrada estrella de Broadway. Hoy, Martín Scorsese ofrece una historia similar aunque desprovista del interés dramático de aquélla y referida a la ambición de un vocacional presentador de televisión que quiere protagonizar un show. Obsesionado por su futuro y probable éxito, vive pendiente de la actividad de su más admirado maestro, Jerry Lagford, a quien imita y persigue hasta obtener una oportunidad.Se trata de conseguir el triunfo a cualquier precio. Para Rupert Pupkin, el ambicioso showman que interpreta Robert de Niro con no pocos tics histriónicos, consagrarse en televisión significa acceder a un mundo placentero en el que las risas de los espectadores no son más que el síntoma de una felicidad completa. La realidad, en cambio, es bien distinta. Vemos al consagrado Jerry Lagford que, con hieratismo, interpreta Jerry Lewis, acompañado de un triste perro, en un vacío y enorme apartamento. Nada es lo que parece pero la carrera por el triunfo sigue y en ella los hombres pierden la dignidad se colocan al margen de la ley, no creen vivir hasta conseguirlo.

El rey de la comedia, que es un drama que se pretende demoledor, es más sugerente en su enunciado que en las imágenes. Scorsese ilustra con monotonía, y hasta con sorprendentes torpezas de montaje, un proyecto que se le queda a medio camino. Hasta que la película recoge el capítulo en el que Rupert Pupkin utiliza la violencia, la larga presentación del conflicto y los personajes se ofrecen en la pantalla sin imaginación, con tópicos. Cuando estalla el drama definitivo las situaciones dramáticas de El rey de la comedia han explotado completamente la breve inspiración inicial. El ritmo es chato, las pretensiones obvias.

El enfrentamiento entre los dos personajes principales ha sido analizado por buena parte de la crítica francesa como un ejemplo dialéctico, como el resultado de un complejo análisis de sus caracteres. Confieso no haberlo percibido de esa forma. En su lugar, encuentro un planteamiento esquemático dirigido sólo hacia el resultado final, sin que la aventura previa rebusque en datos o motivos que inviten a la reflexión o a la complicidad emocionada. En películas de autores distintos, y aún del propio Scorsese, la frenética busca de poder que encarna Pupkin ha permitido obras de mayor importancia. El rey de la comedia no añade ni mejora lo ya dicho.