La presencia de Mihura en la cartelera madrileña
La coincidencia de tres obras de Miguel Mihura en la cartelera madrileña ha puesto de manifiesto el interés que los años le siguen poniendo a la obra de los grandes autores dramáticos, a los que el tiempo sólo afecta para evidenciar las características de una historia. Cuando ésta está bien contada permanece. En el caso de las obras de Mihura que han coincidido en el cartel se trata, además, de un compendio biográfico de las ilusiones del propio autor.
Con la reposición de A Media luz los tres en el Infanta Isabel -Mary Paz Pondal, Ricardo Acero, Pepe Ruiz-, ha llegado a haber hasta tres obras de Miguel Mihura en la cartelera madrileña. Quizá no llegó a tanto en su mejor época de popularidad. Dos de ellas -Tres sombreros de copa y El caso de la mujer asesinadita, que acaba de abandonar el cartel- han tenido y tienen asistencia de público y es de esperar que lo siga teniendo esta tercera. Son tres épocas de la vida del autor: la primera ilusión teatral, antes de la guerra; la "segunda primera ilusión", al terminar la guerra, y una época en la que ya comenzaba en él un cierto aburrimiento, un cierto hastío, que de todas formas nunca consiguió abatir algo que tenía por naturaleza, y que es un fruto poco abundante: el talento.En 1972 Miguel Mihura decía: "Estoy aburrido, realmente aburrido. Y luego, las gentes de teatro no hablan más que de ellos mismos, repiten los mismos tópicos y lugares comunes que estoy oyendo desde que tenía veinte años. Y, claro, me harta oír siempre las mismas tonterías". Se lo contaban a Diego Galán y a Fernando Lara para una entrevista en Triunfo: eran dos mozos del periodismo a los que distinguía ya su afán -y su calidad- de testigos de un tiempo bastante sombrío. Recuerdo que Miguel Mihura me llamó un poco asustado por la visita. "Estos dos chicos, ¿son serios?", me preguntó más o menos. "Es que las gentes le preguntan a uno, y le hacen luego decir unas tonterías muy grandes...". Pidió que le dejaran ver el texto final antes de publicarlo: Galán y Lara accedieron y, por tanto, sus palabras de entonces, tal como se publicaron, tienen todas las garantías. Fue una entrevista especialmente sincera y profunda. "Yo hubiera sido quizá diferente si hubiera estrenado mi primera comedia cuando se debió estrenar, cuando la escribí en 1932. Entonces mi carrera de escritor habría sido más larga, habría sido diferente ( ... ) Hubiera seguido, por ese caminó, igual que siguió Ionesco, por ejemplo, que sí tuvo la suerte de estrenar su primera obra cuando la escribió". (La obra de lonesco, La cantante calva, se sigue representando incesantemente en el mismo teatro, el de la Huchette, de París, desde aquel momento.)
Estas profecías al revés siempre son difíciles -imposibles- de comprobar. Es difícil creer que si Mihura hubiese estrenado su obra en 1932 no hubiese habido guerra civil; y la gran contracción que sufrió el teatro -y toda la cultura española- a partir de esa guerra civil quizá le hubiese forzado, de todas maneras, al teatro al que fue inevitablemente a parar. Todavía estamos pagando el gran destrozo cultural, y no creo que esto sea demagogia. Pero es irresistible pensar que si Mihura hubiese estrenado en 1932 eso hubiera supuesto que había un contrato empresarial, un sistema, que evidentemente habría cambiado el panorama. El sistema empresarial y el aparato de Estado permitieron tres irrupciones mágicas y, con evoluciones posteriores, muy distintas: Casona, García Lorca y Jardiel Poncela. Se detuvo ahí: no llegó a Mihura, no toleró al Alberti teatral, a Ramón Gómez de la Serna, a otros escritores de esa generación. Fue todo demasiado tímido.
Las tres obras de Mihura, sus tres etapas, representadas en Madrid, parecen suponer un cierto desagravio: no ya a la memoria del autor, a la justicia debida a un talento que fue forzado, sino a un tiempo perdido. Hay una forma optimista, de ver esta recuperación del tiempo: es un volver a empezar.
Hay otra pesimista: quizá es demasiado tarde. Lo fue para Mihura, que se fue de entre nosotros cansado, un poco amargo, un poco hastiado. Puede serlo también para la continuidad del teatro español.
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