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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La Gioconda

Giocondas tipográficas a miles, que la mujer decida, o sea sobre el aborto, hoy la tarde se llena de giocondas, delicadas amigas mías, se llena de Leonardos, la sonrisa, que no pierdan ellas la sonrisa, como no la perdió la mujer de Francesco de Giocondo, mientras posaba, enigmática y dúplice, mujer. Hasta que llega Barrionuevo y le parte la sonrisa a la Gioconda. Germán Gallego, un raro reportero de Interviú, amigo mío, que ha hecho de la velocidad una estética, que a la estética le ha metido marcha, ya anda buscado por un guardia/paisano. Bueno, pero aquí qué rayos pasa. Vino la Madre Teresa y se aplicó a la multitud la geometría filipense de la Plaza Mayor, se respetó su demagogia de convento: "No los matéis; dejádmelos a mí" Luego viene la Gioconda, periodística como un póster, tipográfica como una noticia, a decirnos que la mujer decida, y hay grandes ciríos y muñecos, y la madera pone a Leonardo en fuga, y a todo el Renacimiento detrás de él, que el Renacimiento fueron quinientos nobles ilustrados al margen de una Europa todavía medieval. O sea, cuatro rojos de entonces, una gauche divine que iba en góndola, una izquierda festiva que saltó de Boccaccio narrador (con cuatro ces) a Bocaccio/cubata, con tres ces, que Oriol decidió, cuando el invento, descolgarle una. En fuga tanta gauche y tanta hembra, venía del otro lado la vieja izquierda exquisita, o sea los negros de Tom Wolfe, Lonnie, Doug, Yvette, Teresa, Julia y toda la compañía, directamente de Harlem/Broadway al Reina Victoria, no hay una Gioconda negra, no hay un Leonardo negro; son, pues, otra raza maldita y reprimida, pero tienen el swing, las tetas y el gran saxo. Las mujeres, los negros y los locos. Los pueblos perseguidos cantaban en Madrid de madrugada. Se han citado, las giocondas, en la Cruz de los Caídos.Es significativa ya la cita. Hubo unos caídos, de uno y otro lado, bendecidos o exorcizados, según, por la moral marcial que hizo una guerra. Abortados tardíos, hijos y negros enviados a morir por no sé qué. Las alegres vacaciones del treinta y seis, incendiadas por la España de Gárgoris y el otro. Puede matarse por una causa mágica. No puede evitarse, soslayarse la vida por razones científicas. De los caídos bajo una teología de cemento brotan, hoy a las ocho, miles de giocondas, movimientos feministas de Madrid, desde la Defensa de la Salud Pública a las Asociaciones de vecinos, sindicatos, partidos; todo un Renacimiento ya sin góndolas, llamado transición, y ahora el cambio, son los barrios/Estado, entrando en Alcalá, encallejonadamente, y, como pancarta inédita, la sonrisa de la Gioconda, sólo eso, Monna Lisa, Monna Lisa, si supieras, que hasta tiene música. La mujer renacía en el Renacimiento. Luego, Flora Tristán. La Bruja y la Doncella. En la Gioconda se reúnen ambas. La que sabe sus artes interiores, Celestina, y la que ejerce sus armas exteriores, Juana de Arco. Leonardo las reúne en un retrato. De ese encuentro nace la famosa sonrisa. Es una irónica sonrisa de mujer a mujer. Don Fernando de Rojas las separa en un libro: Celestina y Melibea (voz de miel). Nacerán doncellas a las ocho de la tarde, junto a la cruz de unos absurdos muertos inocentes, y hacia las nueve, ya el entredosluces, serán giocondas que han perdido la sonrisa entre las Ventas y Manuel Becerra. La sonrisa, criaturas, no perdáis la sonrisa, que ella no la ha perdido en varios siglos, ni siquiera cuando Apollinaire la robara del Louvre, o cuando los surrealistas le pintaron bigote. Barrionuevo puede ser él solo el Séptimo de Caballería de la democracia, y es de agradecer y hasta puede hacer falta, pero no sellarle a la Gioconda la verdad profunda, femenina, la verdad que no queremos oír. Para enfrentarse a quienes las llamaban asesinas, partieron de una cruz de asesinados. Eso ya es ironía, sonrisa de Gioconda. Los padres procesales debatían el útero. Hubo movida. Leonardo, como digo -Germán Gallego en el siglo-, me cuenta que le daban de palos y él "no les hacía nada", vallejiano. ¿Qué pinta en todo esto Cantarero?

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