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Tribuna
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En la venta del Batán

Los toreros paran en el hotel Wellington y los aficionados cambian impresiones en el desolladero. Los toros se reúnen en la venta del Batán.Este complejo taurino-turístico en la Casa de Campo data de los años cincuenta. Las distintas corridas de la feria -de cinco a ocho cada día- están expuestas durante una semana antes de su lidia, con un letrero, en cada corral que señala la ganadería, los toreros y la fecha del festejo. Hay un bar y un restaurante al aire libre, y si un aficionado se anima, un vendedor le proporcionará los siete tomos del Cossío, 42.000 pesetas en cómodos plazos..

Por toda la venta del Batán hay azulejos que conmernoran reses o personas célebres: el entonces alcalde de Madrid, José Moreno Torres, que inauguró el recinto; Marcial Lalanda, que toreó 127 tardes en Madrid; los escritores taurinos Clarito, Cossío y Corrochano, y los artistas Roberto Domingo y Mariano Benflitire. Hay un azulejo dedicado al toro más bravo de cada feria y a los ganaderos que tantos cornúpetas lidiaron en Madrid: Pablo Romero y Antonio Pérez, de San Fernando.

Los toros llegan de la dehesa, en cajones individuales, a cualquier hora del día o de la noche, y como llevan muchas horas encerrados están calientes y su desencajonamiento es una operación delicada. "Pueden asustarse con cualquie cosa, con una sombra", explicaba un empleado del recinto el otro día, al atardecer, a un pequeño grupo de aficionados y curiosos "Si se queda cojo o se rompe un pitón, adiós; un toro vale medio millón de pesetas".

Contó que precisamente la otra noche, al desembarcar una corrida, un toro se ensañó con el perro de los corrales y lo mató de unos rápidos hachazos.

Cuando uno de los contertulio preguntó por qué se encontraban solamente dos toros en un corral el empleado explicó que uno de ellos había empezado a molestar a los demás y que fue necesario separarlo: a veces, un toro se enfada y mata a otro. "Muchas veces, la víctima es el bicho que más ha mandado, que más molesta a los otros, hasta que un día otro se en fada con él y lo mata". Señaló, al contrario de lo que podrían creer muchas personas, que es perfectamente posible juntar toros de distintas ganaderías en un mismo corral. "Como no se conocen, se tienen más respeto". Después de inspeccionar los toros es interesante observar al público.

Un señor mayor estudia cada encierro durante largo tiempo y anota las características de los toros en su programa. Dos maletíllas juzgan una novillada con conocimientos profesionales, soñando, con la faena cumbre que harían: caso de ser llamados para sustituir, a alguien a última hora.

Un joven lee el cartel expuesto y anuncia, con sabiduría, a su novia,, que parece que también sabe leer, que esta corrida la matan Antoñete, Curro Vázquez y El Niño de la Capea. Después, en contra de la advertencia expuesta, el joven procede a molestar al toro más cercano con gritos y golpes en la pared; el señor toro no le hace caso. Este mismo toro está identificado, sucesivamente, como colorao, castaño, ensabanao y marrón. Un señor, con conocimientos que quisiera tener para sí el ganadero, identifica para sus amigos, en voz alta, los toros que van a embestir y los que no.

Aquí, en la venta del Batán, parece regir la misma ley que en la plaza: el que más habla, menos sabe.

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