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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las esencias, la 'jondura', la rutina

El tarro de las esencias lo destapó Pepa Montes. ¡Qué gran bailaora! Su baile por alegrías, tan dificil, fue ejemplar; esos momentos en que los cantaores callan para dejarnos sólo el diálogo del cuerpo con la guitarra son de una riqueza expresiva bellísima, de los que quedan en la memoria. No vamos a hablar de técnica, de recursos: Pepa Montes lo ha superado todo. Quedan la inspiración, el alma, lo que trasciende cualquier aspecto puramente formal.Atrás tenía a dos excelentes cantaores, Curro de Triana y Saavedra, una guitarra fuera de serie, la de Ricardo Miño, una flauta y un percusionista. Habían iniciado su actuación con unas bamberas llenas de donaire y señorío; es un estilo que creo no haber visto nunca bailado, y que Pepa abordó con sobriedad y empaque. E hicieron también bulerías. Si el flamenco se llama así, como algunos creen, de flama, llama, por el fulgor y el arre bato consustancial al arte de los gitanos, pienso que hubo de ser precisamente por la fantasía que suelen volcar en el palo buleriano.

Festival Flamenco de las Fiestas de San Isidro

Cante: Fosforito, Camarón de la Isla, Juan Peña El Lebrijano, Luis de Córdoba, Lole y Manuel, Curro de Triana, Saavedra. Baile: Pepa Montes. Guitarras: Paco Cepero, Tomatito, Ricardo Mino. Palacio de Deportes de Madrid, 11 de mayo.

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Y hablando de bulerías, la no che de la isidrada flamenca fue una borrachera de ellas. Todos los cantaores las hicieron, y algunos repitieron. Es excesivo. En estos festivales debiera haber algún tipo de control o coordinación para que no ocurriera esto y se diera una mayor variedad en los géneros interpretados. Todos los cantaores coincidieron también en los tientos y tangos, varios en las alegrías y los fandangos. Y se puede llegar a la fatiga del espectador, sobre todo cuando no todas las interpretaciones profundizan de verdad en el estilo y se limitan a repeticiones más o menos mecánicas o rutinarias. La bulería es un cante del que se usa y abusa con exceso, porque en él entra todo y es fácil hacerlas, sin más. Hacerlas bien ya es otro cantar. Lebrijano, que es un maestro en el género, estuvo brillante; cantó asimismo por galeras, creación personal suya en memoria de la persecución de los gitanos traspasada de dolor y patetismo. Si al final no se hubiera ido por lo fácil, Juan Peña Lebrijano hubiera redondeado una actuación memorable.

Camarón arrastró como siempre. La verdad es que todos los artistas tuvieron un público entregado y pródigo en el aplauso y la ovación. Camarón es seguramente el cantaor con más gancho, el que más tumulto promueve. Aunque incursiona con frecuencia en formas no demasiado ortodoxas, su cante rezuma jondura. Hace unas cosas con la voz, coloca el grito de tal manera que cualquier "ay" suyo es flamenco y suena a flamenco. Aunque, mire usted por dónde, me gustaron sobre todo unos prodigiosos tarantos y las bulerías, es decir, lo que estuvo dentro de los viejos cánones.

Fosforito no tuvo su mejor noche, aunque acreditó por supuesto su dominio de todos los cantes dentro de la más pura ortodoxia. Luis de Córdoba, bien por granaínas y en los aires bulearieros de la Niña de los Peines, pero casi constantemente en una tesitura de grito exasperado que puede llegar a fatigar. Y Lole y Manuel, por fin. No sé hasta qué punto es correcto encuadrar a estos artistas dentro del flamenco, pues lo que cantan se acerca más al folk.

Las guitarras a la altura. Tomatito acompañó a Camarón con perfecta adecuación, y Ceper.o a los demás, pasándose quizá en sus exhibiciones efectistas buscando -y consiguiendo- el aplauso.

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