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El Festival Internacional de Teatro de Caracas se clausura en un momento incierto de la cultura venezolana.

La actuación de Els Joglars, uno de los principales acontecimientos del certamen

El VI Festival Internacional de Teatro de Caracas ha cerrado las puertas de su más costosa edición. A pesar de los esfuerzos realizados por su director, Carlos Giménez, para lograr institucionalizar la muestra, existen numerosas opiniones que cuestionan la posibilidad de que pueda repetirse un acontecimiento de esta magnitud, debido a la crisis económica por la que atraviesa el país y a los recortes presupuestarios que están incidiendo en todos los hechos culturales no directamente relacionados con los programas elaborados con motivo de las celebraciones del bicentenario del nacimiento de Simón Bolívar.

Frente a los tres millones de dólares (390.000 millones de pesetas) que el festival logró movilizar con la ayuda de los Gobiernos que sufragaron el desplazamiento de sus compañías, los organizadores del encuentro nacional de grupos pasan por serias dificultades para reunir los 60.000 dólares (9 millones de pesetas) que constituyen el presupuesto de organización. Hace pocos días, la asociación que agrupa a los profesionales del teatro venezolano difundió una nota en la que criticaba las líneas de la política cultural del Gobierno, al tiempo que se puntualizaban las concretas reivindicaciones de la agrupación. Todas ellas se referían a la especial gravedad en la que se encuentra el movimiento teatral nacional, que, además de ser una de las áreas culturales más deprimidas, se enfrenta ahora a la supresión y rebaja de las subvenciones, de por sí insuficientes, que se conceden al teatro.Tal vez haya llegado el momento de la reflexión y de la unidad. En opinión de algunos representativos escritores venezolanos, es preciso buscar soluciones para una situación que puede llegar a ser inquietante para la cultura nacional, y muy particularmente para el teatro. La existencia del Festival Internacional de Caracas ha constituido un acontecimiento importante para las gentes de teatro de este país, pero de poco servirán sus beneficiosos efectos si las condiciones no mejoran y las ayudas estatales se concentran en unos pocos. Resultaría paradójico que un Gobierno aborde la financiación de un acontecimiento de esta magnitud si en su voluntad política no late la firme decisión de favorecer sin exclusiones al teatro que se produce en todo el país.

Els Joglars

En estos momentos en los que el público que abarrotó los diferentes espacios en los que tuvieron lugar las representaciones del festival hace su particular balance de la edición 1983, el nombre de Els Joglars se encuentra en el recuerdo de la gran mayoría. Olympic man movement ha sido el espectáculo más sugerente y a la vez más inquietante de la muestra. De tal forma las visiones contrapuestas siguen flotando en el ambiente que la Prensa ha recogido alguna carta opinando sobre el montaje.Bajo el título Salí con miedo, el Diario de Caracas del día 5 insertaba la opinión de un lector, que en su último párrafo decía: "Soy un claro partidario y simpatizante del grupo. Es más, la obra me parece de una ironía y sutileza extraordinarias; pero volví a salir con el mismo miedo de la sala de Madrid. El excesivo alarde de imágenes criticadas... ¿No podría, por mimetismo, producir en esas masas defraudadas, alienadas, hastiadas, unos efectos y unos escapes contrarios a los buscados?"

Tal vez esta visión no sea fácilmente contrastable si cometemos la torpeza de aislarla de la actual coyuntura venezolana.

La devaluación del bolívar, con una elevación de más del 50% en el tipo de cambio del dólar, está produciendo una paulatina degradación de las condiciones de vida del ciudadano y una desconfianza en las posibles soluciones que a las crisis puedan ofrecer los actuales políticos.

Frente a la inquietud y el aumento de la inseguridad comienzan a surgir los nostálgicos del orden y el puño de hierro. En las fachadas de los edificios y en las paredes de los retretes públicos comenzaron a proliferar pintadas con un siniestro mensaje: Golpe, ya.

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El mejor montaje

En parecida onda a la del lector del Diario de Caracas se expresaba RAS, crítico de El Nacional, en su comentario del día 7. "Olympic man movement fue, sin duda, de lo mejor del festival por su montaje electromecánico espectacular, interpretación actoral y dirección brillante de escenas y cuadros cuando cumplían con la esperada intención antifascista que caracterizó siempre este teatro catalán-español. Esa posición ideológica se acusaba en todas sus creaciones mediante el uso apropiado de la ironía o la intención que son capaces de utilizar adecuadamente los autores y directores inteligentes, como Boadella. Ello ocurre, sin duda, en algunas escenas de Olympic man, como la de los bebés o la de la bomba que estalla alfinal llevada por una adherente. Pero al lado de ellas no llega el espectador libertario ajustificar otras que tienen un claro tufo fascista y de ataque a la democracia, como la de los intelectuales o catedráticos delatores y embusteros. O de los obreros ajenos al Movimiento, vagos e irresponsables, frente a los sanos y bellos muchachones del Olympic, aplaudidas en Caracas por grupos reaccionarios, enemigos de la democracia -el menos malo de los sistemas políticos conocidos- y posiblemente fascistas".Curiosas observaciones al situarlas en contraste con las declaraciones de Boadella sobre su trabajo teatral, que tan múltiples cuestiones nos plantea. ¿Puede una situaclón compleja como la que vive Venezuela propiciar la recuperación del montaje de Els Joglars por parte de un público reaccionario, o más bien lo que el discurso teatral consigue es hacer aflorar las dormidas actitudes de corte radical agazapadas en lo más profundo de las conciencias?

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