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Propuesta para resolver la crisis presupuestaria de la Comunidad

Andrés Ortega

La Comisión Europea, órgano ejecutivo y burocrático de la CEE, presentó ayer sus propuestas para reventar el techo de los llamados recursos propios de la Comunidad, es decir, sus fuentes de alimentación financiera. Ahora son los Estados miembros los que tienen que dar su opinión y, si es posible, tomar una decisión sin la cual el ingreso de España se vería prácticamente imposibilitado. El presidente de la Comisión Europea, Gaston Thorn, emplazó a la cumbre europea del 6 de junio en Stuttgart a despejar el camino. La CEE está al borde de la asfixia presupuestaria. Esto basta para Thorn, quien confesó que la solución por él propugnada no es ni ideal ni elegante.

Desde 1970, los recursos propios provenían de tres fuentes: los impuestos agrícolas, los derechos aduaneros comunes y hasta un 1 % de la recaudación del IVA (impuesto sobre el valor añadido) de cada país -un 1 % que se había convertido en un techo sacrosanto. Pero, lo quiera o no, con el aumento del gasto agrícola, el techo será alcanzado en 1984 o incluso antes poniendo en peligro otras políticas de la CEE. Es la propia CEE la que está en causa.

Partiendo de la base de que el IVA debe seguir constituyendo la espina dorsal de las fuentes de ingreso de la CEE, la Comisión propone ampliar el techo hasta un 1,4% en un primer momento -a través del necesario proceso de la ratificación de estas decisiones por los parlamentos nacionales. Después, el techo podría aumentar por rebanadas de 0,4 puntos con el acuerdo unánime del Consejo de Ministros de la CEE y de las dos terceras partes del Parlamento Europeo, sin tener que pasar por las cámaras legislativas de los diez.

Una parte de este aumento puntual de los ingresos provenientes del IVA vendría modulada, para satisfacer intereses contrapuestos y evitar soluciones ad hoc, por tres índices: el que mide

la participación de cada país en los excedentes netos, la proporción de cada país en la producción agrícola final y el producto nacional bruto per cápita. La solución es complicada, dado que no existe un único índice científico que mida realmente lo que cada país saca y da a la CEE.

En el caso improbable de que esta propuesta fuera adoptada tal cual, su ratificación tomaría al menos un año, y el cambio de sistema financiero se convertiría, según Thorn, en una operación masiva. Thorn fue explícito: rebus sic stantibus (si las cosas siguen como están) la ampliación de la CEE sería imposible, "pero es lo de menos, pues lo que costaría la ampliación sería mínimo comparado con el resto", puntualizó Thorn, al señalar los problemas internos a los que se afrontaría la Comunidad, si en ésta predomina el principio de lo que llamó la posada española en la que cada uno come lo que trae en su cesto.

Sin embargo, en el documento presentado por la Comisión al Consejo no se mencionaba una sola vez la palabra ampliación.

Aunque no quiso revelarlos en público, los cálculos oficiosos manejados por la Comisión indican que, de aplicarse el sistema propugnado, la participación relativa de un país, polémico como el Reino Unido en el presupuesto disminuiría en términos de IVA en un 41,8%. La RFA seguiría esta tendencia en un 4,4%. Pero, a su lado, la contribución relativa de países como Francia, Dinamarca, Luxemburgo y Holanda aumentaría. La penalización prevista de los países con excedentes agrícolas perjudicaría especialmente a Dinamarca, Irlanda e Italia, aunque estos dos últimos se vieran recompensados como países pobres.

La Comisión ha prometido presentar propuestas para reducir el gasto agrícola. Este es el tema que más preocupa al Gobierno cristiano liberal en Bonn, acosado en esta cuestión por la oposición socialdemócrata. Y la propuesta de la Comisión de aumentar el gasto (le la CEE en términos absolutos llega en un clima de pesadumbre económica.

Condenar estas propuestas, señaló Thorn, "es condenar a la CEE a un debate sin salida". El presidente de la Comisión indicó que la cumbre de Stuttgart se ha de convertir en un consejo europeo de decisión, o al menos de orientación en este terreno. Para España, el tiempo aprieta si quiere ingresar en 1986. Y después de Stuttgart, la cumbre siguiente será en diciembre en Atenas. Para los planes del Gobierno español puede ser tarde. Pero Thorn, con una cara triste e insistiendo en que su solución no era ni ideal ni elegante, terminó con que "esta Comunidad no es una Comunidad de destino".

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