El Athlétic regeneró la ría
Los ecologistas vizcaínos hicieron hace pocos días un examen para comprobar el grado de putrefacción de la ría del Nervión. El balance no pudo ser más descorazonador: botes de plástico, zapatos y demás detritus aparecieron en las marrones aguas, sin que' hubiera ningún indicador de que existiera al menos un pez tan siquiera muerto. Eligieron mal el día. Si hubieran hecho ayer su periplo, hubieran encontrado 11 lustrosos caballeros con cuerpo de persona y cabeza de león. Algún pesimista habría asegurado que se trataba de monstruosos mutantes humanoides. Pero la tesis más probable es la de que la ría se había empezado a regenerar.La tradición es el argumento incontestable de mucha mente obsoleta. Sin embargo, hay que reconocer que quien tuvo la idea de elevar a la categoría de ancestral la coplilla de los años veinte ("por el río Nervión bajaba una gabarra, con 11 jugadores del club atxuritarra") merece un monumento al lado del mismísimo Pichichi. Y el trayecto se realizó en sentido contrario, desde El Abra a San Antón o, dicho también como canción, desde Santurce a Bilbao.
Partió el cortejo a las 15.30 horas de la desembocadura de la ría. Giró simbólicamente en Santurce y cruzó el puente de Vizcaya como su primer arco de triunfo, en cuyo centro algún audaz había situado la bandera del Athlétic. Ponerse aquí a calcular los miles de personas que vitorearon al Athlétic sería un ejercicio estéril. Por dar una referencia universalmente conocida, bastaría con decir que había varios cientos de plazas de Oriente, magnitud creciente o menguante, según se mire, se sienta o se parezca. En la margen izquierda, que por la situación de la gabarra ayer era, simbólicamente, la derecha, habían dado asueto a la lucha de clases. Lo único no rojiblanco de la tarde eran los buzos de los obreros, que, contraviniendo de forma temeraria el "trabaja, pero seguro", se quitaban el casco. El anabal, desde el buque Guadalupe Victoria II, un currito lo alzó y lo lanzó a las aguas.
Dani marchaba en la proa con la minicopa, reproducción de la que espera en las vitrinas de la Real aguardando su feliz viaje casi sin salir de casa. El mogollón de embarcaciones que abordaba materialmente la triunfal gabarra hacía temer un accidente. El capitán rojiblanco a veces soltaba una de las asas de la copa y, poniendo cara de apurado, daba órdenes de capitán, pero de barco.
En medio del jolgorio, los jugadores repetían una y otra vez en euskera txapeldunak, txúpeldunak, oe, oe, oe. Sarabia aún no se había despertado de su lacrimal sueño. El chopo Iríbar, que ayer dejó de dar su alargada sombra, subrayaba que era el tercer triunfo consecutivo de un pueblo que ahora está aquí como los dos años anteriores había estado en otro lugar no muy lejano. Piru Gaíriza estimaba que la cantera tiene el mérito de doblegar la cartera del Barcelona o del Madrid, pero el inconveniente de tener que esperar las buenas cosechas de jugadores que la naturaleza quiera deparar. "La de 1983 es buena, pero todavía tiene mucho que mejorar". Panizo, experto en títulos y recibimientos, decía con voz quebrada que jamás había visto nada igual.
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