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Castilla-La Mancha, el 'tirón' del PSOE en una región con atraso de siglos

Aproximadamente, la mitad del censo de las cinco provincias que componen la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha votó, en las pasadas elecciones municipales de 1979, a Unión de Centro Democrático. Pasó a ser, junto con Galicia y Castilla-León, el feudo del entonces partido en el Gobierno. Tres años y medio después, en las legislativas del 28 de octubre, los socialistas ganaban en Guadalajara y Cuenca y barrían en Albacete, Ciudad Real y Toledo. Y ahora la región castellano-manchega figura como una de las seguras donde el PSOE se alzará con la victoria municipal y con la presidencia del Gobierno autónomo.

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El desastre de UCD puede hacer posible el reto que hace unos meses presentaban destacados políticos centristas como si de una remotísima posibilidad se tratara: "Si en Castilla-La Mancha gana alguna vez el PSOE", afirmó en más de una ocasión algún destacado miembro del Gobierno, "es que nosotros no tenemos ni idea de cómo es este país".Ahora, la región castellanomanchega figura entre las de muy posible dominio socialista en todas las encuestas, tanto en los municipios como en las Cortes regionales. Desde esta perspectiva de tranquilidad, el partido en el Gobierno ha lanzado a sus candidatos por la región casi en solitario, con la ayuda aislada de algún miembro de la ejecutiva y la participación estelar del vicepresidente, Alfonso Guerra, en Toledo, en un intento de calmar los disturbios internos que surgieron cuando José Bono fue designado candidato a presidente, en detrimento del toledano y actual ocupante de la presidencia provisional, Jesús Fuentes. Las buenas perspectivas de los socialistas están motivadas, en gran parte, por la división con que concurren a estas elecciones los partidos de centro y derecha. La presentación de numerosas candidaturas del PDL de Garrigues en Toledo, Guadalajara y Cuenca; del CDS de Suárez en Albacete y Toledo, y de los ex centristas que, con el nombre de Agrupaciones de Independientes, se presentan en todas las provincias al amparo de algunos presidentes de diputación, han creado no pocos quebraderos de cabeza a la coalición conserva dora de Alianza Popular-Partido Demócrata Popular-Unión Liberal, cuyos dirigentes están tan con vencidos de que la presidencia autonómica será para José Bono que ni siquiera han designado candidato propio a ésta.

Un responsable aliancista regional lo justificaba así: "No tiene sentido enfrentar a nuestros candidatos provinciales entre sí cuando ninguno de ellos va a salir elegido", al tiempo que añadía, en voz baja y con cierto alivio, que tampoco esta previsible derrota les resultaba especialmente traumática. "Castilla-La Mancha", afirmaba, es una de las regiones españolas donde va a ser más difícil satisfacer a los gobernados, tal es la cantidad de problemas que presenta".

En esta región viven 1.648.000 personas en 79.226 kilómetros cuadrados. A los candidatos les gusta recordar, para que la gente se haga una idea de lo que este dato significa, que Bélgica tiene 30.516 kilómetros cuadrados y 9.800.000 habitantes. Castilla-La Mancha, gran llanura de soledad, -miles y miles de kilómetros de campos de cebada, trigo, girasol, viñas, ajos y tierras sin cultivar- presenta, de cuando en cuando, pueblos desangelados, casi desiertos, en los que parece que todos sus habitantes se reducen a los campesinos ancianos que bajan de trabajar las viñas, pasean o matan el tiempo en el casino jugando al dominó, siempre en un casino, donde, aunque no hay ningún cartel en la puerta que lo prohíba, no entran las mujeres. De pronto, como pegados al paisaje aplastado, aparecen los polígonos industriales y las grandes ciudades, con una concepción urbanística que obliga a pensar que quienes las trazaron y construyeron en las últimas décadas libraron algún contencioso personal contra la estética. Por contraste, Castilla-La Mancha cuenta con dos de las ciudades más bellas de España: Cuenca y Toledo.

Castilla-La Mancha, el tirón del PSOE en una región con atraso de siglos

Pero cuando se consultar! los últimos informes sobre la región realizados por el Banco de Bilbao y las cajas de ahorro, las cifras confirman ese desasosiego que se transmite a quien visita Castilla-La Mancha pensando que las cosas han cambiado, que este país se ha modernizado y que sus provincias ya no son las que reflejara Bardem en la película Calle Mayor. Es la tercera región más pobre de España, después de Andalucía y Extremadura: en 40 años, su población ha descendido en un millón largo; de los 30 municipios que en 1950 contaban con más de 10.000 habitantes, se ha pasado a 19 en la actualidad; desde ese mismo año hasta 1975, 879.400 jóvenes emigraron a Valencia, Barcelona, Madrid, Francia y República Federal de Alemania, por lo que el núcleo central de la demografía castellano-manchega lo constituyen ahora los jubilados. El 24,2% de las viviendas carece de agua, y el 59,5%, de calefacción, dato que resulta muy peculiar para una región donde los inviernos son especialmente rigurosos. En febrero pasado, Albacete consiguió igualar a la capital de Noruega, con 21º bajo cero.Cuenta con 76.000 parados, una agricultura en muchos casos irracional -se siguen plantando viñas, a pesar de la prohibición de los últimos Gobiernos, incluido el de Felipe González, y se siguen regando estas viñas, pese a que el agua escasea y está mal repartida-, el 40% de la producción vinícola se convierte en alcohol y no hay apenas industrias que transformen los productos de la tierra: el aceite se refina en Valencia, el mimbre se trenza en Castellón y las frutas se hacen mermelada en Murcia. La conclusión global de esta situación se recoge en un dato significativo: de cada tres pesetas que ahorran los castellano-manchegos, dos se invierten fuera de la región.

Pero si todos estos problemas resultan acuciantes, hasta el punto de que uno de los candidatos aliancistas no ocultara su alivio ante la perspectiva de victoria autonómica del PSOE, los gobiernos municipales de los últimos cuatro años han dedicado su atención a dos actividades preferentes: mejorar las comunicaciones internas, ya, que no hay una sola provincia castellano-manchega que se comunique entre sí mediante una carretera nacional -las mejores comunicadas son Guadalajara y Toledo, a través de la M-30 madrileña-, y conseguir la Universidad. Esta última reivindicación es algo que ha calado muy hondo en el sentimiento de la gente, puesto que es la única región española que carece de ella.La lucha por la Universidad

Los representantes municipales de Guadalajara y Toledo no han participado tan activamente como los de Ciudad Real, Cuenca y Albacete para obtener la aprobación del Gobierno para construir la Universidad, debido a que sus estudiantes acuden a Alcalá de Henares o a Madrid. Pero, tras largos años de pugna, los castellanomanchegos han conseguido ya la aprobación del Gobierno para construirla. Ahora sólo falta que los parlamentarios regionales se pongan de acuerdo para ver dónde la construyen, un problema no pequeño en una región tan grande y tan mal comunicada.

Las últimas elecciones municipales dieron la victoria al PSOE en dos de las cinco capitales de Castilla-La Mancha: en Albacete, por méritos propios, y en Guadalajara, porque los centristas presentaron la candidatura cinco minutos tarde y la Junta Electoral la rechazó. En ambas corporaciones se ha aplicado el criterio municipal del PSOE de recurrir al endeudamiento para transformar las ciudades.

Así, en Guadalajara, hace cuatro años, no existía prácticamente un solo lugar donde hacer deporte (tal vez por la concepción de que en una ciudad-dormitorio sus habitantes hacen eso, dormir, y no practicar ejercicios físicos). Al acabar el primer período de su mandato, el municipio alcarreño ha concluido con el 16% de su presupuesto endeudado, pero ha puesto en marcha tal cantidad de instalaciones deportivas que sobrepasan con mucho las necesidades de la población actual.

También han ampliado y cuidado los parques, peatonizado el casco urbano e intentado poner algo de orden en el caos urbanístico resultante del salvajismo con que se construyó para acoger a quienes trabajan en Madrid. El Ayuntamiento de Guadalajara ha sido especialmente criticado por haber acordado sueldos muy altos -a juicio de los ciudadanos- para los concejales con dedicación exclusiva y por no haber resuelto ninguno de los problemas de tráfico de la ciudad.

En Albacete no han sabido resolver los socialistas los problemas de transporte público, y así lo ha reconocido el actual alcalde, Salvador Giménez. Dejan una deuda de 1.500 millones de pesetas, y la potenciación de la policía de barrios ha resultado un fracaso.

Sin embargo, han realizado dos perforaciones que solucionan el problema de abastecimiento de agua potable hasta el año 2000; han creado la lonja de pescado, abierto, un centro de salud, creado un laboratorio para controlar la calidad de los alimentos y la diputación ha sufragado el centro de planificación familiar. Han instalado también una estación depuradora de aguas residuales, generado empleo eventual para 800 personas por año y han construido un nuevo parque, el segundo en importancia de la ciudad.

Los alcaldes centristas de los ayuntamientos de Cuenca, Toledo y Ciudad Real han practicado, por el contrario, una política municipal basada en la austeridad. La corporación conquense finaliza su mandato con algunos millones de superávit, pero sin estación de autobuses ni depuradora de aguas, dos viejas aspiraciones populares. No obstante, los ciudadanos están, en líneas generales, satisfechos, ya que han sido los que menos impuestos municipales han pagado de todo el Estado.

El alcalde de Cuenca, Andrés Moya -que no se presenta a la reelección-, ha demostrado una extraordinaria habilidad para conseguir financiación en fuentes ajenas: el nuevo estadio ha sido construido íntegramente con fondos estatales, la pavimentación de las calles la ha financiado el MOPU y una plaza urbana próxima a la Audiencia Provincial ha corrido a cargo del Ministerio de Justicia. El resto del presupuesto se ha cubierto con los privilegios forestales de que todavía goza la provincia, y que los socialistas pretenden suprimir.

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