El profesorado universitario y sus categorías
El autor pide una solución, con carácter urgente, al complejo sistema de acceso al profesorado en la Universidad. En su opinión, la pluralidad de estados profesorales, tres cuerpos de numerarios y cinco categorías de profesores no numerarios, perpetúa el clientelismo, los pactos y más graves manifestaciones de bajeza moral inherentes a la perversidad de determinadas situaciones.En mi facultad, como supongo que en el resto de los centros de la universidad Complutense, se estableció hace unos meses un control de firmas para la asistencia del profesorado; por razón del azar, mejor que por cualquier otra causa, se eligió el criterio de incluir la ficha de cada profesor en la carpeta correspondiente a su estado académico. Puedo asegurar que es digno de contemplarse el espectáculo de un mar de carpetas rotuladas con toda la gama de categorías y dedicaciones hoy existentes. Parece momento de ir reconsiderando esta. pluralidad de estados profesorales sobre la que la inmensa mayoría de nuestros estudiantes universitarios nunca llega a tener información y sobre cuyo sentido actual muy pocos se atreverían a argumentar en su favor.
El Ministerio de Educación ha anunciado algunas medidas positivas en relación a la retribución del personal docente que pueden permitir acortar distancias en relación a otros funcionarios de nivel equiparable, aunque antes de concretarse esos aumentos y satisfacerse deudas económicas con el profesorado universitario parece el ministerio estar dispuesto a llevar adelante una sumamente dudosa incompatibilidad del personal docente con dedicación exclusiva en relación a los contratos de investigación financiados con fondos públicos, medida cuya gravedad y alcance no da la impresión de haber sido debidamente sopesada. Igualmente han sido anunciadas otras innovaciones (exigencia de dedicación exclusiva para el desempeño de ciertos cargos académicos, apertura de esos cargos al grueso de la comunidad docente, etcétera) de eficacia sin duda más limitada. Pero se guarda silencio sobre el posible contenido de la futura ley del profesorado, disposición de máxima importancia dentro de la política de reforma universitaria.
La división fundamental del profesorado universitario, a efectos administrativos, pasa hoy en España por la barrera del carácter de numerario o no del mismo. Dejando a un lado el sistema de acceso a los cuerpos de profesores numerarios, la cuestión de las oposiciones, esta situación podría responder a la concesión o no de estabilidad en el trabajo académico. Apasionados con la cuestión de cómo acceder a esa estabilidad, olvidamos con frecuencia las injustificadas diferencias existentes en,el seno de los dos grandes colectivos y sus graves consecuencias. Se es numerario siendo catedrático o adjunto y, aunque parece que por poco tiempo, agregado. Para los no numerarios cabe la posibilidad de ser interinos o contratados a nivel de catedrático, agregado y adjunto, además de profesor encargado de curso y ayudante.
Génesis
La génesis de este estado de cosas no es difícil de explicar; las resistencias de un significativo sector de los catedráticos, aliadas a los agobios presupuestarios ministeriales, explican la reticencia a hacer numerarios a los profesores y, cuando ello resultó inevitable, a hacerlos catedráticos. Se restringe ernúmero de oposiciones, se flexibiliza la contratación y, en último extremo, se crea un cuerpo de profesores adjuntos que, aun siéndolo de universidad, siempre podrá confiarse, por aquello de los equívocos semánticos y el peso de la tradición, en que sigan siendo considerados adjuntos al catedrático. Los efectos de esta situación pueden imaginarse; al amparo de la confusión generada por las complejidades contractuales, variedad de oposiciones y concursos, etcétera, se perpetúan los clientelismos, los pactos y más graves manifestaciones de bajeza moral inherentes, más alla de la condición de los hombres -no es cosa de dejarse arrastrar por el pesimismo-, a la perversidad de determinadas instituciones.
¿Cuántas categorías?
Antes esta situación, las preguntas que tienen derecho a hacerse los universitarios españoles son de enunciado sencillo y susceptibles de ser respondidas con claridad. Si va a mantenerse la diferencia entre profesores numerarios y no numerarios, deberán explicarse las razones para ello; suponiendo que éstas sean las ventajas de distinguir entre profesores con estabilidad y en formación, ¿cómo se justificaría la existencia de tres cuerpos de numerarios y cinco categorías de profesores no numerarios, hecha abstracción de la variable dedicación? Si el ministerio acepta la presente situación, y hay que suponer que lo hace en tanto no la modifique, además de una justificación adecuada, habrá que demandarle una política orientada a la creación no solamente de adjuntías, sino también de cátedras. Porque toda política, incluso la mala, exige una congruencia que evidentemente no se pone de manifiesto en el desesperante lento ritmo de creación de cátedras a las que legítimamente deberán aspirar unos profesores a los que se pone delante de ellos toda una carrera de obstáculos para alcanzar al fin, y ello es lo más doloroso, la tranquilidad, el sosiego y el reconocimiento social que un sistema racional de organización del profesorado podía ofrecerles, para beneficio de su labor docente e investigadora, desde el momento mismo del acceso a la estabilidad.
Suponiendo, como es razonable suponer, el deseo de modificar el estado actual de cosas, puede tener sentido la pregunta de si, a partir de los sistemas que se arbitren para el ingreso en la labor docente y para la consecución de la tenure, van a continuar en la Universidad española las oposiciones y/o concursos para escalar los actuales peldaños o los nuevos que puedan inventarse. Cualquier decisión que se tome a este respecto deberá calibrar el absurdo de pretender determinar a golpes de BOE los prestigios académicos, más allá de los dos momentos claves aludidos. Deberán tenerse en cuenta igualmente los cientos de horas despilfarradas en nuestra Universidad en conspiraciones académicas, búsqueda de favores y tráfico de influencias inherentes al sistema actual de oposición permanente. Y no será posible, por último, caer en la tentación de demorar una solución que con carácter urgente exige, si no, la totalidad de nuestra Universidad -es la evidencia misma que un significativo sector del profesorado se encuentra cómodo en la actual situación-, sí la mayor y pienso que la mejor parte de la misma.
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